El amor nos salvará

30 enero 2024 07:35 | Actualizado a 30 enero 2024 07:40
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Fallen Leaves es la película más reciente del cineasta finlandés Aki Kaurismakï, supone su vuelta al cine tras haber anunciado que no volvería a hacer películas, después de The other side of hope (2017). Es una suerte que cambiara de opinión para entregar esta película con la que ofrece una entrega más de cine proletario humanista que le caracteriza. Fallen leaves es la historia de dos personajes con vidas tristes y complicadas, que parecen condenadas al infortunio y la monotonía; al verla, ves perfectamente la pregunta que se va formando en su cabeza, con cierto tono de decepción, aunque nunca lleguen a expresarla: ¿esto es la vida? Entiendes que Holappa (Jussi Vatanen) sea alcohólico también en horario laboral. Entiendes el cabreo de Ansa (Alma Pöysti) cuando el jefe del supermercado en el que trabaja de cajera le amenaza por llevarse comida caducada; entiendes ese ataque de dignidad y su respuesta: por la miseria que me pagas, no me eches, que me voy yo. Que se encuentren es el rayo de sol que alcanza sus vidas.

A la vez que las vidas de estos personajes se cruzan en karaokes, donde un tipo se lanza a entonar la Serenata de Schubert y la clava; en la parada del autobús, en la que él dormita borracho, Kaurismakï se asoma a la vida cotidiana de la clase baja: trabajos poco cualificados, angustia al ver la factura de la luz, la radio sonando con noticias de la guerra de Ucrania y el anhelo de que pase algo. Cuando parece que por fin el universo va a dejar de ponerles obstáculos haciendo volar el papel en el que ella le ha anotado el teléfono, todo vuelve a torcerse, y entonces Kaurismakï le da la vuelta al tema de la Bella durmiente y todo acaba con un paseo entre hojas caídas y entre los dos enamorados un perrete rescatado al que Ansa ha llamado Chaplin. La deuda se hace ahí explícita. No es el único homenaje al cine y a las pel ículas que hay: la primera cita de los protagonistas se da en un cine, acuden a ver Los muertos no mueren, de Jim Jarmusch; y luego, acuden a la entrada del cine a tratar de forzar un encuentro fortuito, de manera que aparecen los carteles de las películas que ese cine de reposición ofrece: El desprecio, de Jean-Luc Godard; Breve encuentro, de David Lean, entre otras. Muchos de los fotogramas parecen cuadritos, el equilibrio cromático es elegante; todo está medido pero parece casual. El abrigo azul de Ansa, las gafas de sol de Holappa, los distintos tonos de rojos que ella combina con naturalidad, todo eso ayuda a componer una película bella.

La música es otra de las patas fundamentales de la película: hay sutiles pinceladas de melodrama, pero el momento más potente es la actuación de Maustetytöt [Spice girls en finlandés], las hermanas Anna y Kaisa Karjalainen, en el karaoke cantando un himno que provoca la epifanía en Holappa, nuestro antihéroe a rescatar. De manera paralela a la historia de nuestros protagonistas aparece la de sus respectivos amigos; el amigo de él es la principal fuente de humor de la película, obsesionado con convencer a la chica que le gusta, la amiga de Ansa, de que es más joven de lo que ella cree. Como si le dijera: ¡aún tenemos una oportunidad!

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