La decepción es una libertad

23 abril 2025 12:00 | Actualizado a 23 abril 2025 12:00
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La comedia de la carne

Autor: Carlos Pardo

Editorial: La Bella Varsovia, Anagrama

Precio: 14,5 €

La poesía acoge nuestra falta de honestidad bajo una máscara. Además, señala las zonas peor pintadas de esa careta, que son las de nuestra moral contemporánea, y nos hace reír gracias a la parodia y a la ironía. Así funcionan las siete partes que integran “La comedia de la carne”, el último poemario de Carlos Pardo, también en otro momento novelista; uno, por cierto, muy bueno. Pardo, que adopta aquí una postura balzaquiana, sospecha que todo poema es una vida pasada de quien lo escribe (o lo está escribiendo), ya que a lo único a lo que podemos aspirar es a tener “Una breve, brevísima / intuición de presente”.

Pardo adopta una voz caminante. El poeta se disfraza de una idea del ahora que es un espejismo. Esta nos urge a desligarnos de la alegría en falsete de estar vivos entre muchas exclamaciones. Por el momento, hay sosiego y esperanza de poder observar con calma cómo transcurre el tiempo, por ejemplo, en una habitación en agosto o en una ciudad poblada, muy poco.

Es triste tal vez entender que no tenemos nada de original. Nada es nuevo en nosotros, salvo la frase con la que nos levantaremos y con la que también nos acostaremos, que habitualmente es la misma. Es triste, sí, pero poema tras poema, asistimos a un desfile de una colección, tejida a partir de temas universales, con muy buen gusto. Una ruptura es una ruptura, estar solo es estar solo. Ahora, ¿y si podemos disociar la angustia de aquellas escenas, sabiendo que pasarán? La poesía es para Pardo un reto que nos invita a comprobar dónde nos hemos engañado y admitir dónde nos hemos dejado engañar. Porque estamos casi siempre jugando, como se dice en uno de los poemas, al “cazador cazado”.

Las ciudades ya no están pobladas en función de la gente que las transita, sino de las personas a las que hemos conocido. Igualmente, tenemos capacidad y voluntad, ¿por fin? De colarnos en nuestros recuerdos y adulterar su naturaleza estática. Las largas composiciones en extremo narrativas por las que divaga con brillantez y despreocupación el poeta son la única forma de toparse con una pizca de bondad. Es, entonces, la de Pardo una poesía que viene leída de casa y que no aspira a tratar al lector como un tonto.

Pienso así (y ya les dejo disfrutar del poemario) en los versos de un poema genial como es “Victoria lenta”: “Por eso elijo las miedosas / y bulliciosas calles con franquicias, / ya desprovistas de la mística / del aprendizaje. El niño y el adulto / frente a la misma ausencia de retórica”. Y así otros tantos.

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