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    Éric Fouassier: «En el París de 1830, los niños deambulaban por las calles a causa de la miseria»

    ‘La brigada de los misterios ocultos’ y ‘El fantasma del Vicario’ son las dos primeras novelas de la serie Valentin Ver Nesse

    13 abril 2024 22:25 | Actualizado a 14 abril 2024 10:00
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    Una caza de un asesino por las calles del París de 1830. En una ciudad enfebrecida y todavía conmocionada por las jornadas revolucionarias de julio, el mal adquiere nuevas formas y el Vicario encarna la más aterradora de ellas: misterioso y sanguinario, se sirve de los progresos científicos y de sus saberes esotéricos para perpetrar sus crímenes y luego perderse en las sombras de una ciudad convulsa. Para combatir a este nuevo tipo de delincuentes acaba de crearse la Brigada de los Misterios Ocultos, un departamento especial de la Sûreté que dirige el joven inspector Valentin Verne. La brigada de los misterios ocultos y El fantasma del Vicario, de Éric Fouassier, son las dos primeras entregas de la serie del inspector Valentin Ver Nesse, publicadas por Principal de los Libros.

    ¿Por qué ha escogido esta época?
    Han sido dos las cosas las que me han atraído de este periodo. Lo primero es que hubo un cambio muy marcado en los cuerpos policiales. Antes era un tipo de policía muy de método y eso explica por ejemplo que Vidocq terminara siendo uno de los jefes de la policía cuando él mismo había sido un delincuente porque conocía los bajos fondos y sabía moverse en ellos. Y también tenemos que tener en cuenta que nos encontramos en el periodo de principios de siglo XIX, en el cual hay muchísimo progreso científico, sobre todo en medicina, y es lo que marca un poco este cambio, de una policía que se basaba más en sus propios conocimientos del mundo delictivo a una policía que trabajaba a través de pruebas, y esto es un poco el escenario que me permitía introducir a mi protagonista.

    Nuestro cerebro necesita la racionalidad, la ciencia, pero también todo lo inexplicable, lo maravilloso, lo fantasioso

    También había afición por lo irracional.
    Es paradójico que entre el público había una gran afición por todo lo irracional, por el ocultismo, por el espiritismo y esto también me atrajo para ambientar una historia policíaca.

    Resalta la diferencia entre los bajos fondos y la clase alta. Su policía es un poco de las dos cosas.
    Para mí la novela histórica solo tiene sentido si el lector actual puede ver en ella ciertos rasgos de nuestro mundo. Lo que hago es destacar hechos del pasado y ver cómo se entrelazan con nuestro momento. Algo que me llamó mucho la atención de este periodo, durante el reinado de Luis Felipe, fue que era una época en que había un cambio de toma de poder entre las clases. La aristocracia perdía poder en favor de los burgueses, de la mediana burguesía, los industriales, era un momento de ruptura en que había un gran desfase entre las clases burguesas que tomaban el mando y la clase más obrera, la que trabajaba con sus manos. Me parece que esto refleja mucho la situación en la que nos encontramos hoy en día, este desfase, esa brecha entre dos mundos y de hecho, me gusta que el lector, cuando lee mis novelas, pueda ver que algunos problemas que tenemos hoy en día ya empezaron en esa época, a principios del siglo XIX.

    $!Éric Fouassier: «En el París de 1830, los niños deambulaban por las calles a causa de la miseria»

    La revolución no logró acabar con esas desigualdades.
    Sí. Esto también explica que se tratase de un periodo con tanta inestabilidad. Tras la revolución de 1830 hubo una decepción general, sobre todo entre los republicanos, que no vieron un cambio real, sino que simplemente hubo un cambio de corona y por lo que respecta a la clase obrera, al pueblo, a las clases más marginales, estas seguían viviendo igual. La mayor parte vivía peor que en años anteriores porque al ser un momento de impulso del progreso científico hubo un gran desarrollo industrial en el cual las máquinas, en las diferentes fábricas, empezaron a reemplazar el trabajo de los obreros que trabajaban con las manos. Esto provocó una miseria en muchas familias que ni siquiera podían alimentar a sus hijos y por eso también, en una de las tramas principales de mi libro aparece este personaje, el Vicario, que abusa de niños, porque las calles estaban llenas de niños deambulando, sin vigilancia y, por lo tanto, era muy fácil llevárselos.

    Este Vicario es escurridizo.
    Este periodo es tan rico que me van a hacer falta varias novelas para reflejarlo todo. Mi idea, en principio, es escribir más libros para aprovechar al máximo lo que nos ofrece, aunque no sé exactamente el número. A lo largo de las novelas tendrá que haber una serie de enemigos que estén a la altura de Valentin y mi idea es que haya tres ciclos. Y ahora estoy trabajando en una cuarta entrega que se publicará en Francia próximamente, en la cual se tendrá que enfrentar a nuevas aventuras que le llevarán también fuera de París.

    Usted es farmacéutico. Cómo ha sido la experiencia del ocultismo.
    La verdad es que los estudios que hacemos tienen una influencia en nosotros y yo al haber estudiado farmacia tengo una formación que me ha inculcado mucho la racionalidad. Justamente, lo que quería mostrar a través de estas novelas, que a mí personalmente me sorprendió mucho, es que la humanidad, las personas necesitamos ambos aspectos, el de la racionalidad y el de la irracionalidad. Es algo que hemos observado mucho a lo largo de la crisis de la Covid, era un momento en que había discursos muy técnicos, muy científicos, pero al mismo tiempo había otros muchos que no lo eran, incluso eran fabricados. Es algo que se ha observado en todas las crisis sanitarias que ha habido a lo largo de la historia y al final es cierto, como humanos, nuestro cerebro necesita las dos cosas, la racionalidad, la ciencia, pero también todo lo inexplicable, lo maravilloso, lo fantasioso y así es un poco como nace la idea de esta serie. Como científico, a través de la figura de Valentin, todo lo que parece oculto lo termino explicando mediante métodos científicos o tecnológicos que en esos momentos no se conocían. Y es donde sale mi lado de farmacéutico.

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    El departamento tiene el cometido de vigilar el ánimo público.
    La brigada de Valentin que aparece en el libro es inventada, pero sí que podría haber existido. Era un periodo tan extraño en el que se mezclaban estas nuevas fuentes científicas que aparecían con otras como la hipnosis o el espiritismo. Los artistas empezaban a drogarse, había clubs como el de los asesinos, donde se reunían para tomar mermelada de hachís, en el cual estaban Phil Gautier o Baudelaire, entre otros. Y, al mismo tiempo, era una época en la que Francia estaba conquistando Argelia, lo cual también creaba nuevas imágenes de África. Todo ello creaba un halo de misterio para estas novedades.

    Justamente en Francia estaba la ilustración. El tema del ocultismo llegó desde Inglaterra.
    Sí. Muchas de estas nuevas corrientes vienen de Inglaterra, el ocultismo y la hipnosis. Y me parece que caló tanto en el pueblo porque era un punto de inflexión en el que se estaban produciendo muchos progresos científicos que el público general no llegaba a conocer. Surgieron, por ejemplo, muchas teorías que tienen una superficialidad científica, pero que realmente no lo son y que consiguen fascinar a las personas. Esto se ve mucho en la policía. Fueron en estos años cuando surgieron las teorías que decían que según la forma y el tamaño del cráneo una persona tenía más probabilidades de ser tonta o de ser un asesino.

    ¿Qué papel juega la religión? El Vicario no es religioso y Francia tiene una dicotomía con la religión y el estado laico.
    Una pregunta que me hacen mucho los lectores es si realmente el Vicario era un vicario. La respuesta está en el tercer volumen, el que cierra el ciclo del pasado de Valentin. A mí lo que me interesó también de este personaje es que tenía un papel que le disfrazaba un poco de un aire inofensivo de confianza por el contexto de la época. Porque tenemos que recordar que la laicidad como la conocemos ahora aquí en Francia no es la misma a principios del siglo XIX, no era tan fuerte y la religión muchas veces se convertía en una fuente de confianza. Lo religioso era algo sagrado que se tenía que respetar. Para la época era el personaje perfecto para ir captando a todos esos niños que estaban por la calle debido a la situación social. El Vicario, nuestro Vicario no era ningún católico.

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