Fernando J. Múñez: «El machismo es una lacra para toda la sociedad»

El autor de 'La cocinera de Castamar' vuelve con 'Los Diez Escalones', un thriller histórico ambientado en el Medievo, en una abadía cisterciense, entre crímenes, fanatismo y amores prohibidos.

01 julio 2021 10:10 | Actualizado a 02 julio 2021 09:45
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Prejuicios, ideas irracionales y dogmas inamovibles son algunos de los demonios a los que deberán enfrentarse los protagonistas de 'Los Diez Escalones' (Editorial Planeta), el thriller medieval de Fernando J. Múñez. Ambientado en el siglo XIII, Alvar regresa a la abadía que abandonó dos décadas atrás y su llegada, inevitablemente, desencadenará la tragedia: misterios y enigmas, crímenes y símbolos que solo son trampas para finalmente llegar a los diez escalones y a un secreto que podría cambiar el curso de la cristiandad. Múñez es también autor de la existosa novela, posteriormente serie, 'La cocinera de Castamar'. Es licenciado en Filosofía y cineasta. Instagram: @fernandojmunez

Prejuicios, dogmas... La intolerancia que refleja en 'Los Diez escalones' en cierta manera la continuamos arrastrando.
Este es precisamente el viaje al Medievo. Aquella época era un mundo lleno de contrastes. Es decir, en el siglo XIII, en Toledo vivían cristianos, judíos y musulmanes. No se convivía con el vecino, pero se toleraba. Y solo un poco más abajo batallaban los reyes cristianos contra los musulmanes por imponer sus ideas y su dominio. E igualmente ocurría con la Iglesia. Eran capaces de recopilar todo el saber de Al-Ándalus, de traducir todos los libros árabes y judíos al romance o al latín. Los cuidaban y los atesoraban como si fueran oro. Pero al mismo tiempo, cualquiera de esas ideas que tratara de imponerse sobre la jerarquía eclesiástica o atentara contra ese poder era eliminada automáticamente e incluso aquel que la detentara.

Recuerda a movimientos actuales como podría ser el ISIS.
No hace falta irnos a los extremos porque el problema de la intolerancia también está en las pequeñas cosas. Me interesaba el contraste del Medievo porque al trasladarlo a nuestros días suscita la reflexión de cuánto hemos cambiado. ¿Realmente hemos mejorado mucho?, ¿poco?, ¿hemos aprendido a tolerar las ideas del vecino?, ¿hemos aprendido que hay ideas que atentan contra los derechos humanos? Eso es lo que a mí me importaba en esas corrientes telúricas que vertebran la novela.

El problema de la intolerancia también está en las pequeñas cosas.

¿Hemos aprendido?
En parte, aunque creo que nos queda mucho camino. Por ejemplo, cuando todavía vemos con suspicacia al hombre que cruza por necesidad el Estrecho, cuando todavía siguen muriendo mujeres a manos de los hombres. Este tipo de cosas son indicios de que no lo estamos haciendo bien, de que no hemos aprendido a pensar bien. Alvar, el protagonista de la novela, es ante todo un pensador crítico. Él parte de la premisa de que aquellas cosas que no conoce o de las que no ha investigado no puede hablar y de aquellas cosas que ha investigado y ya conoce, sí puede hacerlo, aunque mantiene una duda razonable de poder estar equivocado. Entonces es cuando toleras las ideas del otro y gracias a eso se produce el diálogo, el conocimiento y el progreso.

En referencia a la mujer, usted le ha dado fuerza a Isabel.
No es que la empodere para hacer de ella una mujer sobresaliente. No es tanto eso, sino el entender que es un ser humano igual que el resto, que tiene ideas como el resto y que es igual en derechos y deberes. Y esto es la clave. Isabel es extraordinaria en muchos sentidos porque es una mujer muy valiente. Pero para mí lo importante del personaje es el viaje que hace.

Cuando se toleran las ideas del otro se produce el diálogo, el conocimiento y el progreso.

¿A nivel interior?
Es una mujer sometida por los malos tratos que recibe, completamente sumida en ese mundo patriarcal en el que, por otra parte, hay grandes diferencias entre el Medievo y nosotros. En aquella época no había posibilidad de entender que la mujer era independiente del marido o del padre. Hay que ponerse en esa situación, en que incluso ella misma entiende que esto debe ser así porque es lo que le han enseñado. Sin embargo, esto choca frontalmente con un espíritu como el de Isabel. Y aunque es una mujer de su época, cuando llega a la cuarentena se da cuenta de que todo el mundo la ha abandonado y de que está en manos de un salvaje, de un verdugo. Y esto es lo que la hace cambiar. Por eso creo que es una mujer valiente, como todas las que sufren malos tratos, ya que conscientemente se da cuenta de que debe reconstruirse a sí misma.

Isabel hace lo imposible por ser libre.
El primer paso para salir de ahí tiene que partir de ella y lo da. Se reconstruye y encuentra el valor que una vez tuvo. Parecía que su espíritu estaba completamente destruido, pero no es así. Simplemente está olvidado, sometido. Y ese es el viaje de Isabel. Por eso me gustaba ese personaje porque creo que puede ser inspirador para muchas mujeres que han pasado por este trance. Además, ella cuenta con una ventaja para rebelarse y es que no se casó enamorada. Muchas mujeres que sufren maltrato se enamoran de sus maridos y de repente se convierten en sus víctimas.

 

Alvar tiene que renunciar a todo lo que quiere. ¿Hasta qué punto somos libres hoy en día?
Él no deja de estar limitado. Los hombres también hemos estado limitados por el machismo. No lo digo en el sentido de víctima, sino como una realidad. Por ejemplo, Alvar era un segundón de noble, al que entregan a la Iglesia. Y gracias a que él es un amante de los libros, encuentra un camino, pero al final te das cuenta de que sigue estando limitado en muchas cosas y obligado a hacer otras. Es decir, no puede saltarse el sacramento del matrimonio. Al final, el machismo es una lacra para toda la sociedad. Principalmente para las mujeres, sin duda, pero también para el resto porque toda la sociedad se empobrece.

¿Cómo ha influido Umberto Eco en 'Los Diez Escalones'?
En algunas cosas, mucho. Quería hacer un homenaje al Nombre de la rosa, pero no solo a la novela de culto, sino también a la película derivada, de Jean-Jacques Annaud, que me parece una maravilla. Me gustaba la parte de novela de aventuras, detectivesca en el Medievo, me atrapaba mucho esa idea. Y la abadía tenía que ser una atmosfera con vida propia, tenía que tener su propia comunicación con los protagonistas, cada estancia tenía que decir algo, porque así funcionaban, ya que las estancias estaban completamente tipificadas. Las celdas para dormir, el refectorio para comer, la sala capitular para reunirse y hablar de los asuntos importantes, el despacho del prior... Todo estaba catalogado.

 

 

La llegada de Alvar cambia todo ese ritmo.
Sí. Era una vida monástica, monocorde, en la que cuando se producían los cambios, normalmente tendían a ser brutales y muy violentos. Entonces, me interesaba cómo eso se conjugaba con un thriller. Porque la llegada de Alvar a esa abadía desencadena la tragedia. Es una historia en la que se va a ver envuelta la abadía, los monjes, la comunidad, pero también Sancho, el esposo de Isabel y ella misma. Se van a ver envueltos todos con todo lo que tiene que ver con ese misterio sobre los diez escalones.

¿Cómo cree que reaccionaría la Iglesia si alguien postulara que tiene la verdad sobre el cristianismo?
Si se diera el caso de que alguien encontrara un evangelio de Jesús, de puño y letra y ese documento estuviera de acuerdo con todo lo que ya se ha dicho, con toda la teología que hay detrás, la Iglesia lo asimilaría porque tiene una capacidad innata para sobrevivir a las debacles. Es  posiblemente la institución más antigua del mundo, o de las más antiguas. Pero si lo que se dijera fuera completamente contrario a lo que se ha mantenido hasta ahora, no creo que tuviera mucho recorrido, por lo menos entre los creyentes. Pero son hipótesis. La Iglesia sigue teniendo los mismos contrastes que tenía entonces.

Quería hacer un homenaje al 'Nombre de la rosa', pero no solo a la novela de culto, sino también a la película derivada, de Jean-Jacques Annaud, que me parece una maravilla.

¿Qué quiere decir?
Que hay misioneros que se están jugando la vida en África y en otros lugares del mundo y a la vez no deja de ser una institución jerarquizada, donde las mujeres no pueden ser sacerdotes, por ejemplo. Creo que les falta evolucionar mucho más.

¿Ve una serie en la novela?
Cuando escribo, siempre trato de transmitir imágenes potentes. Por lo tanto, la veo en imágenes y en mi cabeza está rodada, estrenada y hemos recogido los Oscar. Lo hemos hecho todo. Pero no sé si realmente la vería como una serie o como una película. Pero como una adaptación sí, sin duda.

Creo que el personaje de Isabel puede ser inspirador para muchas mujeres víctimas de la violencia machista. Además, ella cuenta con una ventaja para rebelarse y es que no se casó enamorada.

La serie 'La cocinera de Castamar' ha sido todo un éxito. ¿Cómo lo lleva?
A uno el éxito siempre le endulza la vida. Me alegra muchísimo que a la gente le esté gustando y yo les invito tanto a ver la serie como a leer el libro, los que no lo hayan leído, para que tengan dos perspectivas diferentes. 

Como escritor y creador de sus personajes ¿qué ocurre cuando los ve en la pantalla?
Es la magia de la literatura. Lo primero que hago es distanciarme de mi obra literaria porque entiendo que lo que voy a ver ya no es mi novela. Es una obra que han hecho otros, derivada de la mía con lo cual en el momento en que uno vende los derechos tiene que aceptar que no puede salir su obra. Primero porque el lenguaje audiovisual es diferente y segundo porque está atado a un presupuesto. Como conozco ese otro mundo también, parto de que posiblemente muchas decisiones las habría tomado de otro modo, pero tengo que respetar a los profesionales que lo han hecho. Mi obra sigue estando inmutable, que es el libro. Y se puede disfrutar de las dos, no compiten entre ellas y cada uno puede decidir qué le gusta más.

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