Conscientes somos todos de la proliferación de restaurantes de cocina italiana alrededor del mundo, en su inmensa mayoría en forma de pizzerías. Conllevando una masificación en la que surgen grandes cadenas de restauración de comida rápida que a menudo asemejan más a granjas de engorde animal que a propios restaurantes.
A rebufo les siguen millones de locales donde lo que prima y prevalece es la cantidad en lugar de la calidad. Decir debo, que en este mercado más saturado que una playa de Salou en agosto, todavía nos topamos con pequeños reductos que resisten, cual pequeño poblado galo del famoso cómic de René Goscinny.
Los spaghetti de bogavante dejan sin palabras, y las pizzas no quedan atrás
Lugares que nos permiten mantener la fe en la cocina italiana y nos recuerdan que otro ‘modus operandi’ es posible. Y de todos ellos, pues La Stiva como no.
Este pequeño restaurante, ubicado en el corazón del puerto de Cambrils en una antigua casa de pescadores de la calle Sant Pere, surge por allá a principios de siglo, a manos del matrimonio formado por Montse Vidal y Matteo Tranquillo.
Este último, con orígenes lombardos y apulianos, decide revelarnos la cocina ancestral itálica que le mostraba tanto a él como a sus nueve hermanos, su madre Vicenza, una auténtica matrona de película del sur de Italia.
Estilo artesanal
A día de hoy la segunda generación es la que lleva las riendas, con Jordi al frente, respetando y mejorando esa cocina que huye de los típicos tópicos italianos, preparando a diario la pasta fresca al estilo artesanal. Un método que se deja en herencia por generaciones, un secreto familiar que tenemos la suerte de deleitar.
Sin duda Jordi sabe que se lleva entre manos, y está logrando culminar una obra que empezó años atrás fusionando esa cocina ancestral con una parte más moderna e imaginativa. El que quiera una pizzería ‘al uso’ que se vuelva por donde ha venido, el que busque emocionarse con unas elaboraciones creadas ‘in situ’ donde el producto es de proximidad y se respeta la estacionalidad de los frutos sin duda ha encontrado el lugar idóneo.
¿Pongamos ejemplos? Pues mire, tenemos los arancini, una croqueta al uso típica de Sicilia rellena de arroz; el Tonno Vitellato, unos cortes de atún D.O. Balfegó marinado con aceite y soja rematados con una reducción de caldo de ternera llevada al extremo.
Seguimos con un Tartare di Pomodoro, un tartar a base de tomate seco y anguila lacada al vinagre balsámico.
Las pastas merecen una calle con su nombre, como por ejemplo el Ravioli di Mela, una pasta rellena de manzana con una crema a base de hongos y trufa blanca. Los spaghetti de bogavante dejan sin palabras, y para los nostálgicos de Roma como un servidor con el Cacio e Pepe nos asoma una lágrima melancólica.
¿Seguimos? Las pizzas no quedan atrás y no merecen un rango inferior. La tríada gourmet, con la ibérica, la asiática y la cochinita pibil en cabeza son la máxima expresión de la suma de la masa con ingredientes de primera calidad.
¿Y en cuanto postres qué? Pues mire, más caseros que una abuela en invierno. Tiramisú, panna cotta o tarta tatin, cualquier opción es ideal para disfrutar la dolce vita que nos ofrece La Stiva.
