Inés Rubio, flamenco desde la raíz

Reus. La bailaora Inés Rubio ha realizado giras porJapón o Rusia y trabaja con artistas como Enrique el Extremeño

05 enero 2022 18:30 | Actualizado a 06 enero 2022 06:54
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En las tardes de radio con el cante de Manolo Caracol en casa de la abuela se gestó el amor infinito que le dedica Inés Rubio (Reus, 1983) al flamenco. Estamos hablando de una de las bailaoras españolas con mayor recorrido en el ámbito estatal e internacional. Se crió en el barrio de Sant Josep Obrer, en la capital del Baix Camp, y aprendió a bailar a lomos del prestigioso jerezano Jaime Cala, que se hospedó en Reus durante varios años por temas laborales. «Tuve mucha suerte, porque Jaime me enseñó el flamenco desde la raíz, algo que en las academias, por ejemplo, no suele ocurrir», reflexiona la artista.

La escasez económica que había en casa de los Rubio obligó a la bailaora a abandonar el flamenco en plena adolescencia, ya que no disponía del poder adquisitivo para desplazarse a Barcelona y completar la formación. Lo hizo ya con la veintena de edad cumplida y los ahorros que había reunido de distintos trabajos en los que laboró. Desde entonces su trayecto ha contado con una evolución magnífica. Hasta el punto que, desde hace 11 años, reside en Sevilla y se dedica en cuerpo y alma al flamenco. «Me identifico con el flamenco antiguo y clásico. Bailo siempre lo que siento», reconoce.

Inés ha trabajado con artistas del prestigio de Enrique el Extremeño, actualmente su suegro, ya que forma familia con Antonio Santiago Ñoño, guitarrista de Farruquito. Ha compartido escenario con Jesús Carmona, quizás el bailarín con mayor caché del país, Belén López, Juan José Amador o José Mercé, entre otros.

Con Enrique el Extremeño conquistó Japón, un país que ha visitado hasta en 14 ocasiones para ofrecer su capacidad creativa encima de un tablao. «Los japoneses son entendidos del flamenco, muy respetuosos. Se informan mucho e incluso intentan comprender el español. Incluso son capaces de entonar un olé en el momento que toca, y eso no es nada sencillo». Rusia también se rindió a la habilidad artística de la reusense. «Aunque pensemos que los rusos son muy fríos, el flamenco lleva mucha carga emotiva y les he visto emocionarse e incluso llorar».

Uno de los halagos más especiales se lo dio Antonio Carmona, cantante del grupo Ketama e hijo del guitarrista Juan Habichuela. Después de una actuación en Madrid, «se acercó a mí y me dijo que yo bailaba el flamenco como a él le gustaba. Que una persona que entiende de flamenco como él me dijese aquello, me llegó mucho».

En el rinconcito de medallas que la reusense posee en casa lucen varios premios. Por ejemplo, dos nacionales; el Villa de Guillena y el de Aniya la Gitana de Ronda. Además fue semifinalista en el Festival Internacional de cante de Las Minas, quedó seleccionada entre las seis mejores bailarinas en un certamen en el que se presentaron más de cien.

El desastre que ha provocado la pandemia para todos los artistas, en cualquier ámbito de la cultura, ha cortado la asiduidad de los bolos y la normalización de las giras, aunque la carrera de Inés Rubio se mantiene firme

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