«La autenticidad se acabó con las pesetas. Como lo cañí»

Deslenguada, ágil y sin prejuicios, la escritura de Esther García Llovet en ‘Spanish Beauty’ vuelve a vestirse de ‘noir’ para abrir su trilogía de los países del Este

29 enero 2022 12:50 | Actualizado a 29 enero 2022 15:21
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En esta ocasión, Benidorm es el escenario escogido por la novelista para dar rienda suelta al neón, los cócteles baratos y la arena de una playa que muchos hemos visto solo en televisión. Y sí, repleta de madrileños.

¿Qué hay de la España cañí en ‘Spanish Beauty’?

La España cañí no existe ya, ha aguantado lo que ha podido y habría que ir a La Vaguada o a algún gran centro comercial de cualquier punto de la geografía para encontrarse con los pensionistas que la recuerdan vagamente aunque se metan después corriendo en un bar del que ahora es dueño un chino. Un chino que vende caramelillos, por cierto. A ver si ahora lo cañí va a ser chino. Todo es posible.

Benidorm parece ese sitio donde puedes disfrutar del anonimato entre luces, brillibrilli y especulación inmobiliaria.

En Benidorm todo es anónimo porque todo se parece escandalosamente, y eso siempre es una garantía de anonimato. Es como cuando vas a un país cuyo idioma no hablas y todas las palabras te suenan a ese idioma que no sabes cuál es pero que, ay, reconoces el acento, la musicalidad, la longitud de las palabras, y que es bonito aunque no entiendas ni papa.

¿Cómo de auténticos podemos permitirnos ser?

La autenticidad se acabó con las pesetas. Como lo cañí. Es discutible, pero la realidad es que de las pesetas… ya no quedan ni una.

‘Spanish Beauty’ es también el triunfo del esplendor, el dinero, las apariencias ajenas. ¿Crees que ahora a los escritores les interesa más o menos charlar sobre el dinero en sus novelas?

Del dinero y de la pasta y de la lana habla todo el mundo, no solo los escritores. Hablamos del dinero siempre como del tercero ausente en las obras de teatro posmodernas, un tercero del que todo el mundo habla y que siempre esperamos pero que nunca llega. Godot. El dinero es Godot.

En un momento de la novela se dice que: «Ya no hacemos historia, hacemos sangría» y también se alude a la historia que se escribe con «h». ¿‘Spanish Beauty’ se lee como redención o como condena a la última historia patria?

Uf, la historia patria. Yo no creo tanto en su declive crepuscular como en una especie de implosión estelar, un agujero negro con Franco en medio intentando salir de ahí. Vaya, de Franco ya no habla nadie, pero existió. Lo vi en la tele.

¿Cuánto hay de ficción en esta ciudad, tanto fuera como dentro de tu libro?

Benidorm es un poco la esperanza de un ocio asegurado, ahí vas a emborracharte y pasarlo bien y si no lo pasas bien, te emborrachas para no pensarlo. Esto en realidad ocurre en todas partes: en Liverpool, en Badajoz, en Guanajuato. En todas partes.

En tu libro anterior, Gordo de feria, tenía mucho peso lo que pasaba dentro de las casas, de los espacios cerrados.

En los espacios cerrados es donde se tienen las conversaciones de verdad. Las que se tienen en la calle son como prefacios a lo gordo que viene luego cuando llegamos a casa y nos quitamos el abrigo y la educación y pasa lo que tiene que pasar. Las conversaciones de bares son otra cosa.

En la novela, muchas adicciones se plantean como puro entretenimiento. Qué nos pasa, ¿siempre hemos estado así?

Creo que el vino tiene por lo menos dos milenios, y los alucinógenos y la cerveza, el tabaco, la marihuana. No nos pasa nada. Nada nuevo, quiero decir.

Hablando de entretenimiento y dispersión, Benidorm es un espacio para el ocio total, pero luego parece que todo va tan deprisa…

A ver. Es una novela de género negro, que pasa en apenas una semana, como a mí me gusta que ocurran las novelas que escribo. Aunque bien pensado hay dos ocios: el rápido y el lento para descansar del primero. Dos ocios. Una tesis que dejo ahí.

 

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