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Marina Sanmartín: «Las librerías favorecen la subversión cotidiana»

La periodista y librera publica el ensayo ‘Desde el ojo del huracán. Una historia íntima de las librerías’

30 junio 2023 17:27 | Actualizado a 30 junio 2023 18:34
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¿Cuántos libros existen que hablen sobre los libros y las librerías? Algunos son realmente fantásticos, sin embargo, qué pocos son los libreros que se han atrevido a convertirse en narradores de su propia experiencia. ¿Qué historia contarían? La periodista y librera Marina Sanmartín escribe la suya en ‘Desde el ojo del huracán. Una historia íntima de las librerías’ (Ariel). Un ensayo en el que la autora propone un viaje que empieza en las imágenes de las cuevas prehistóricas y las tablillas de arcilla, pasa por la biblioteca de Alejandría y llega hasta el presente.

¿La profesión de librera es tan romántica como se presupone?
Siempre tiene un componente romántico muy importante porque de hecho, gran parte del oficio requiere una vocación, por ese compartir la lectura con la gente, echar horas detrás del mostrador hablando sobre autores. Pero sí que es cierto que, como todo va creciendo, el volumen de publicaciones anual es tan grande que, el trabajo físico del librero es muy importante. Porque el espacio de la librería es finito y cuando entra material, tiene que salir y de todo ese proceso nos hacemos cargo los libreros. Por otro lado, está el tema de la burocracia, las ayudas, las gestiones para darte de alta en las ferias... que se ha multiplicado también. Entonces, aunque el componente romántico existe y es esencial, hay un gran porcentaje del trabajo que la gente no se imagina y que es mucho más arduo.

Me dicen los libreros de Tarragona que tienen que mover muchas cajas.
Mis socios y yo tenemos dos librerías, una en Ponferrada y otra en Madrid. Esta última tiene 165 metros cuadrados y recibimos una media de siete cajas al día de libros. Pues tiene que salir una media de siete cajas al día de libros. Porque además, el gran enemigo de los libreros es el almacén. Los libros que están allí no se ven, por lo que para que estén en un almacén es mejor que sigan su curso y entren en el ciclo del libro. Yo no tengo almacén en las librerías, tengo a la venta los libros que se ven.

Lo que quiero es que la gente lea porque como la lectura es mi pasión, me encantaría que todo el mundo fuera capaz de descubrirla y entenderla como yo

¿Cómo ha sido el proceso de documentación desde la antigüedad?
Tenía muy claro que quería escribir el ensayo en primera persona, quería mezclar mi propia experiencia con los acontecimientos de la historia universal de las librerías y una de las cosas que descubrí es que, aunque hay muchísima historia sobre los libros, sobre la lectura y sobre el papel, hay muy poca documentada de las librerías hasta la invención de la imprenta. Creo que se debe a que las librerías como punto independiente de la cadena del libro no se perfilan hasta el siglo XVIII. Sí que es cierto que desde muy pronto se venden libros, pero como anexos al taller del impresor, a la casa del editor.

¿No están relacionadas con la ignorancia del pueblo?
No tanto. En realidad es una historia de picos y valles. No tiene tanto que ver con la ignorancia del pueblo como con la facilidad para difundir la palabra escrita. Porque a finales de la Edad Media, en la Sorbona, aunque todavía no existía la imprenta, ya se utilizaba el sistema de pecias para que los estudiantes pudieran tener copias de los libros. Para mí, el punto de inflexión fundamental se debe, sobre todo, a tres cosas: la invención de la imprenta para Europa porque en Asia ya se habían inventado los tipos móviles de madera; la aparición de Shakespeare como dramaturgo y todo ese universo de emociones que crea, que incluso hoy nos sigue pareciendo un referente; finalmente, que gracias al Quijote la novela se convierte en un género literario para todos los públicos. Es decir, se había inventado la palabra escrita, se empezaban a difundir los libros en soportes distintos, pero todavía no existía un vehículo que hiciera llegar las historias a todo el mundo. Y eso pasa con Cervantes.

En el ensayo cita a Carrión...
Lo cito bastante. La realidad es que en el siglo XX y lo que llevamos del XXI está de moda escribir ensayos sobre librerías y para mí Carrión es un referente porque creo que dio el pistoletazo de salida con el premio Herralde.

Precisamente él comentaba que en una librería, al contrario que en Amazon, te puedes enamorar. Usted también lo destaca.
Efectivamente, aunque lo que intento transmitir es que siempre vemos el mundo a partir de nuestras pasiones. Y en mi caso, como mi pasión son los libros, siempre que me he enamorado he intentado leerme los libros de la persona amada. He pensado que iba a poder atraparla un poco más, conocerla un poco más metiéndome en su ficción.

Parece muy duro. ¿Y si no le gustan esos libros?
Eso es sorprendente y también lo cuento. He llegado a leer cosas bastante insólitas que de otra forma nunca hubiera leído por haberme enamorado de determinados seres humanos, pero también es cierto que he llegado a otros por una pasión compartida. Es decir, mi novela anterior, Las manos tan pequeñas, transcurre en Japón porque yo viajé allí y me enamoré de alguien que sabía infinitamente más de Japón que yo y fue cuando leí todo lo que caía en mis manos de autores japoneses y sobre Japón. Me conduzco con los libros. Todo lo que me pasa lo interpreto en clave de libros. Creo que es inevitable que nos movamos por nuestra pasión. Yo vivo en la librería, es mi casa. Entonces, allí me pasa todo.

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¿Alguna anécdota que pueda contar?
Muchísimas. Llevo 18 años trabajando en librerías, con pequeños paréntesis. Desde que un periquito se escapase volando y tuviésemos todos que perseguirlo entre los libros a atender a la reina Letizia, que me pidió La decadencia de Occidente, de Spengler. Son cosas que me guardo y que también van construyendo mi propia trayectoria. También te enamoras un poco de los clientes y siempre fantaseas cuando se marchan con qué pasaría si nos pudiésemos ver fuera de la librería. Me encanta la gente. Un librero o una librera tienen que tener claro que le tienen que gustar tanto los libros como la gente. Aunque de la misma manera que el mayor porcentaje de personas que entran por la puerta son amables y simpáticas, también hemos tenido algún que otro momento de tensión. Hay una vida entera dentro de la librería.

¿Qué prima a la hora de recomendar un libro?
Nosotros tenemos un código y es que cuando alguien nos pide un libro no le preguntamos qué le gusta leer, sino qué le gusta en la vida. Cuáles son sus aficiones, qué es lo último que le ha emocionado, poco a poco, claro, porque también hay que tener un poco de empatía y sensibilidad y a veces te das cuenta de que la persona no está por la labor de abrirse de esa manera. Pero los libros tienen esa virtud, a partir de un libro puedes acabar hablando con un desconocido de cosas que a lo mejor no hablarías con otra persona con la que tienes más confianza porque la propia historia de una novela es una excusa para hablar de emociones más íntimas, de dolores más importantes. Cuando alguien viene a la librería y me pide que le recomiende un libro, lo que intento es conocer lo que le interesa en general, no lo que lee en particular para a partir de ahí ir aconsejándole.

Desde la pandemia han abierto muchísimas librerías y no se para de editar.
El nivel de edición ya era muy alto antes de la pandemia. Y en cuanto a la apertura de librerías, sí que es cierto que ahora mismo se abren más que antes. Ha aumentado el índice de lectura gracias a la pandemia porque lo que nos demostró es que en una situación difícil la gente vuelve a lo que es básico para ella, que es que le cuenten historias, ya sea con la tele o leyéndolas, en ese proceso tan increíble e individual que es la lectura. Entonces, creo que en ese sentido, la pandemia ha revalorizado la lectura, aunque ya sucedía antes.

Plantea las librerías como una zona de resistencia.
Las librerías son un lugar de resistencia, pero no por esos recuerdos o esos momentos históricos que tenemos de librerías que han marcado los puntos clave de la humanidad. Las librerías que se resistieron a Hitler no se convirtieron en espacios de la resistencia en Alemania o las de la Unión Soviética durante su momento más duro, no. Las librerías son espacios de resistencia porque favorecen un tipo de subversión que a mí me parece fundamental, que es la subversión cotidiana, la subversión diaria. Siempre pensamos que rebelarse contra el mundo es ser el señor chino que se puso delante del tanque en la plaza de Tiananmem, pero es que eso, afortunadamente, no nos va a pasar a muchos en la vida. Sin embargo, hacernos preguntas y pensar las cosas antes de tomar decisiones, sí. En ese sentido, las librerías como espacio de discusión son claramente un punto que favorece la resistencia, que favorece esa rebeldía diaria en las cosas más pequeñas que es lo que nos hace mejores, como personas y como sociedad.

A partir de un libro puedes acabar hablando con un desconocido de cosas que a lo mejor no hablarías con otra persona con la que tienes más confianza

¿Hay algún libro que le haya cambiado la vida?
Muchos. Pero los que inevitablemente me han marcado más son los que leí en mis momentos del paso de la adolescencia y la juventud a la madurez. Los renglones torcidos de Dios, de Torcuato Luca de Tena, es uno de los que más hizo que me gustase la novela de suspense y policiaca; un libro que me fascinó fue Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato, que perteneció a mi padre. Lo encontré por casualidad en un trastero de casa y se lo había dedicado mi tía: «Para Rafa, por toda la melancolía», decía. Lo leí por esa cita, intentando entender cuál era el mensaje, por qué mi tía le había regalado ese libro y le había escrito esa dedicatoria; también El mar, el mar, de Iris Murdoch, que leí mientras trabajaba de teleoperadora y ahí me di cuenta de hasta qué punto la literatura nos puede transportar. Estaba en un entorno bastante hostil para mí porque no era un trabajo que me gustase y en los descansos o cuando no me llamaba nadie literalmente salía de aquel mundo y me iba a la historia que Iris Murdoch me iba contando. Cada época de mi vida tiene un libro, aunque esos tres realmente me formaron, me convirtieron en lo que ahora mismo soy.

¿La tecnología es una aliada? ¿Redes, audiolibros...?
Son aliadas. Podría haber escrito un libro egoísta diciéndole a la gente que no compren en Amazon, diciéndoles que vengan a las librerías independientes, que es un mensaje válido porque las librerías independientes son un negocio de proximidad y todo lo que haga tejido social es importante reivindicarlo. Pero hay otro mensaje por encima de eso, yo lo que quiero es que la gente lea porque como la lectura es mi pasión, me encantaría que todo el mundo fuera capaz de descubrirla y entenderla como yo. Dicho esto, tengo amigos y personas cercanas a las que les gustaba mucho leer que han pasado un episodio de ceguera transitoria y pudieron disponer de los audiolibros. ¡Qué afortunados somos de que en nuestro tiempo existan los audiolibros! De igual manera, hay personas que viven en lugares donde no hay librerías independientes. ¿Por qué les vamos a negar el placer de conseguir un libro que no está en la tienda de su barrio si puede pedirlo por Amazon? Y un gran error es mirarse constantemente en la competencia.

¿Qué quiere decir?
Yo no trabajo para diferenciarme o parecerme a Amazon. Hago mi camino y busco mi identidad como librera. Intento recoger lo mejor de todo lo que veo a mi alrededor, pero no puedo basar mi equilibrio en el contrario. En ese sentido, me parece bien que existan todas las opciones porque lo fundamental es que la gente se pueda reencontrar con el libro.

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