Miedos, envidias y otras intranquilidades

Piedad Bonnet, Patricia Simón y Marina Porras abordan en sus trabajos los males más estables de nuestra historia reciente

26 marzo 2022 17:05 | Actualizado a 26 marzo 2022 18:56
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Viajo en el tren que une Zaragoza y Málaga. En la cafetería me encuentro con un suplemento dominical publicado hace varias semanas, algunos domingos atrás. Me sorprende que siga ahí, que resista y aguante el paso de los días y de las personas en un vagón de alta velocidad, como si en su interior aguardara una señal, un mensaje cifrado que esconde remedios nuevos.

Abro la revista al azar y doy con una conversación entre dos escritoras, dos premios Nobel, Svetlana Aleksiévich y Herta Müller. La primera, nacida en Ucrania, responde: «Las personas que ahora son pobres no se interesan demasiado por los crímenes de la época soviética. Lo viví en primera persona una vez que hablé del gulag en una lectura pública en Rusia. Un hombre se puso de pie y dijo: todo eso es el pasado, lo que me importa es qué puedo hacer hoy para dar de comer a mis hijos. Por eso, mucha gente se distanció de la democracia duran- te los años noventa. Lo hicieron porque no pudimos ofrecerles un proyecto de vida realista; solo palabras, palabras...».

Dejo la revista sobre el montoncito de revistas de Renfe, apuro el café, vuelvo a mi asiento y continúo con la lectura del libro ‘Miedo. Viaje por un mundo que se resiste a ser gobernado por el odio’ (Debete, 2022), de la periodista Patricia Simón (Estepona, 1983), que desde la distancia, ahora está en Kiev, parece seguir el diálogo a través de estas páginas con las dos autoras del reportaje.

Palabras, palabras, esos límites hechos de aire, intención e impulso que marcan nuestra existencia. Y este trabajo reivindica justo eso, la reparación de la palabra para señalar las estafas y odios de nuestro tiempo, para denunciar los temores que nos han arrinconado y sometido como sociedad, esas ansiedades silentes y otras frustraciones colectivas que hemos ido acaparando y que la autora analiza con sencillez y rigor, para acabar no solo ofreciéndonos respuestas a través de sus coberturas en una treintena de países, sino la certeza de un destino humanístico, humano, haciendo del conjunto de voces y testimonios que recoge un gaznate común, plural, desde el que recuperamos nuestra confianza en el futuro y nuestro destino de libertad e interdependencia.

«Los seres humanos somos radicalmente frágiles y vulnerables, y nuestra excepcionalidad como especie es haber sido capaces, a la vez que nos masacramos periódicamente, de desarollar y entender el valor de la creación artística y cultural, y de habernos dotado de normas que reconozcan los derechos fundamentales».

'Miedo’ entronca con el ímpetu orteguiano de buscar la verdad aunque no exista, con una elemental diferencia: aquí se demuestra que sí existe esa verdad puesto que la necesitamos, porque nos espera

‘Miedo’ entronca con el ímpetu orteguiano de buscar la verdad aunque no exista, con una ele- mental diferencia: aquí se demuestra que sí existe esa verdad puesto que la necesitamos, porque nos espera. A medio camino entre la crónica periodística, el diario íntimo y la poesía en su concepción más amplia, este ensayo sin fronteras academicistas es sobre todo un libro de amor al género humano, esa virtud que los tiranos no conocerán jamás. Llego a casa. Allí me espera la nueva novela de Piedad Bonnet (Amalfi, Colombia, 1951), que lleva años, poemas y libros escarbando en los adentros más difíciles de nuestra intimidad, en nuestros miedos más persistentes.

Tras títulos tan celebrados como el poemario ‘Los habitados’ o ‘Lo que no tiene nombre’, quizá uno de los libros más imponentes que se han escrito sobre el duelo en nuestra lengua, vuelve con ‘Qué hacer con estos pedazos’ (Alfaguara, 2022), en la que narra la historia de Emilia, una mujer de sesenta y cuatro años que vive una vida desdichada y, a su vez, sin grandes sobre saltos más allá de los que impone la naturaleza a esa edad: la muerte del padre, el desgaste matrimonial, los asombros repetidos. «Quería creer que la última mirada de su padre había estado libre de miedo. Pero no estaba segura. La muerte no es algo natural, con lo que podamos pactar, piensa Emilia mientras oye los infinitos ruidos de la noche llanera, sino algo ajeno, que nos habla con un lenguaje que no entendemos».

A partir de la cotidianidad de Emilia, de sus cansancios y desesperanzas, va rebotando en nuestra cabeza el grito de san Pablo: «Vosotros habéis sido llamados a la libertad», grito que la narradora concreta desde el otro extremo preguntándose: «¿y valió la pena?».

Piedad Bonnett vuelve a advertirnos de que lo terrible es el borde, no el abismo, y esta vez lo hace con una historia que, a pesar de habitar las penumbras humanas, nos acaba dejando un regustillo a himno universal de las mañanas que nos esperan.

Los libros de Piedad Bonnett y Patricia Simón son novedades necesarias.

Otro título necesario que ya dejó de ser novedad pero que merece la pena seguir reivindicando para nuestro alivio es ‘La envidia’ (Fragmenta editorial, 2019), de la profesora Marina Porras.

Otro profesor, Manuel Fraijó, recordaba en uno de sus estudios que la teología concede mayor protagonismo a las facultades menos severas: la imaginación, el sentimiento o los afectos.

Unamuno aconsejaba «Piensa el sentimiento: siente el pensamiento». Marina Porras advierte de cómo la envidia es uno de los activismos más radicales de nuestro cuerpo, recoge pensamiento, sentimiento y, lamentablemente, acción; nunca nuestra cabeza va tan rápido y ofrece tanto resultado como cuando los celos se apoderan de ella. El filósofo Wittgenstein recordaba a sus alumnos: “No piensen miren”. Y aquí la pensadora catalana nos recuerda que envidia viene del latín invidere, “mirar mal”. Entendida como una «pasión triste», este libro sobre uno de nuestros más denostados y estables males, queda dividido en dos partes: la social o comunitaria y la íntima, la privada. En una sociedad educada en la abundancia y lo superfluo, este trabajo es hoy un camino imprescindible para vivir en la mesura, y para ir aprendiendo a mirar bien y a usar las palabras más justas.

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