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    Nacho Ares: «Quizás Keops nos ha calzado la mayor broma de la historia»

    El escritor vuelve a viajar hasta la civilización del Antiguo Egipto con ‘La pirámide blanca’

    18 julio 2022 13:30 | Actualizado a 18 julio 2022 19:25
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    Historia, magia e intriga se dan la mano en la última novela de Nacho Ares, La pirámide blanca (Grijalbo/Penguin Random House). El escritor vuelve hasta el Antiguo Egipto, su pasión, para recrear la construcción de la pirámide de Keops, una fortaleza inexpugnable, morada eterna del faraón. Saqueadores de tumbas y traiciones de palacio no faltan en esta nueva aventura.

    ¿Los antiguos egipcios estaban más preparados para la muerte que nosotros?
    Hay que pensar que el conocimiento que tenemos de los antiguos egipcios quizás está un poco idealizado, en el sentido de que la mayor parte de la información nos llega de templos funerarios, de tumbas y momias, por lo que pensamos que estaban obsesionados con la muerte. Pero no era así. En el momento en el que lees literatura convencional, cartas de amor, bromas y chistes, te das cuenta de que eran muy parecidos a nosotros. No obstante, es cierto que tal y como se enfrentaban a la muerte y, sobre todo, el anhelo que tenían de llevarse consigo todo para ese viaje eterno, nos está hablando de una civilización que la veía como algo natural. Desde luego sufrían, lloraban y se lamentaban cuando alguien desaparecía, pero no creo que fuera tan duro como actualmente. Especialmente en el mundo antiguo, donde la muerte estaba a la orden del día por enfermedades y guerras.

    ¿Dónde ponían la línea entre la medicina y la magia?
    No lo sabemos. Siempre digo que tendemos a imaginárnoslos como personas naif, muy ingenuas. Y en realidad, no. Eran igual de listos o de tontos que nosotros. Es cierto que quizás tenían más supersticiones o esa creencia de que el faraón era la reencarnación de la divinidad, lo que les justificaba la construcción de grandes monumentos que hoy nadie levantaría en honor de un mandatario. Pero en aquella época estaba normalizado y la diferencia entre la magia, lo que nosotros entendemos como ilusionismo y la magia más irreal, más esotérica, que para mí no existe, es muy difícil de delimitar.

    Usted describe algunos juegos de manos en la novela.
    Soy mago aficionado y por eso los incluyo. Imagino que muchas de estas personas los entenderían como algo absolutamente milagroso, tal y como sucede en la actualidad.

    Ni en el mejor de sus sueños cualquier persona del antiguo Egipto iba a imaginar que 4.500 años después íbamos a estar diciendo su nombre

    ¿Todavía?
    Sí. Nosotros estamos en Occidente y lo vemos como un truco de magia, pero si viajas por Egipto, depende un poco de cuál sea la formación y la cultura de cada uno, haces un juego de manos y creen que lo que les has hecho es real. Se sorprenden. He llegado a oír de boca de amigos míos, abogados egipcios, que David Coperfield no debería utilizar la magia para hacer según qué cosas. A esto se añade que Coperfield es judío y allí está muy mal visto. Y esto me ha pasado hace muy pocos años.

    ¿El príncipe Hordjedef era así de ruin?
    Es un personaje real, hijo de Keops. En realidad no tenemos apenas información sobre él. Yo lo he vestido de este modo, pero no tenemos nada que así lo demuestre. Conocemos dónde está su tumba, sabemos de él porque aparece en el papiro Westcar, el documento que nos cuenta su historia y también la de Djedi en el reinado de Keops. Se describe también el juego que hace con las ocas, que es algo que ocurrió de verdad.

    ¿Y de Djedi, el sacerdote mago?
    Lo mismo. Solo conocemos la mención que aparece en el papiro Westcar y, sobre todo, que quizás fuera uno de los hijos de Rahotep, como propongo en La pirámide blanca. Porque la tumba de este príncipe se halló con su familia y uno de los hijos tenía por nombre Djedi. No obstante, es la libertad que se toma el autor a la hora de crear una historia a partir de hechos reales.

    ¿El santuario sagrado de Thot era como una congregación masónica?
    Tampoco lo sabemos porque no tenemos referencias de a qué se refiere el papiro Westcar. El culto al dios Thot, en la ciudad de Hermópolis, el Hermes de los griegos, estaba vinculado a las humanidades, a la magia, a la ciencia y a la sabiduría. Todo ello parece que podría aglutinar a una serie de sabios o de profesores, pero no tanto hasta la idea de una logia masónica porque eso podría existir con cualquier otra divinidad, ya que el acceso al clero o a los secretos del culto de muchas de ellas, prácticamente eran de ritual iniciático. Sí descubrimos que era una especie de grupo cerrado, tanto que no ha llegado hasta nosotros absolutamente nada. Solo esta mención del papiro Westcar, de ese santuario sagrado de Thot, con un número secreto de habitaciones, que no sabemos en realidad a qué se está refiriendo.

    $!Nacho Ares: «Quizás Keops nos ha calzado la mayor broma de la historia»

    ¿El pulso existente entre faraón y religión culminó con Akhenaton?
    Hay casi 1.000 años de distancia, pero es el comienzo, por decirlo de alguna manera. El principio de la fuerza que tenía el sacerdocio en el antiguo Egipto se remonta a la época de las pirámides, sin duda. Es cuando empieza a tener cuotas de poder muy amplias y los templos adquieren un dominio inaudito. Esto ocurre especialmente gracias a las ofrendas, como por ejemplo las tierras que reciben. Justo antes del reinado de Akhenaton, el templo de Karnak tenía más barcos que el propio rey y era una especie de ciudad dentro de la ciudad.

    Recurre normalmente a los saqueadores de tumbas. Para ellos, algunos monumentos ya eran viejos.
    Sí. Por ejemplo, la distancia que hay en el tiempo entre Cleopatra y las pirámides, que ella defendía como la cuna de su civilización, es mayor que la que tenemos nosotros con Cleopatra. Entre nosotros y ella hay dos mil años y entre ella y las pirámides, 2.500 años. Entonces, los egipcios jugaban mucho con la idea de su origen ancestral, de los grandes reyes del pasado a los que querían emular y en ocasiones, reutilizaban muchos de sus monumentos en beneficio propio.

    Cuando se saqueaba una tumba, ¿pensaban que les ocurriría algo malo, si hablamos en términos sobrenaturales?
    El hecho de que el antiguo Egipto fuera un país religioso, que lo era, no quita que hubiera personas que no creyeran o que fueran incrédulas y es un poco también el descreimiento que tenemos en la actualidad. Los ladrones de tumbas eran quizás los primeros descreídos porque robaban para hacerse con los tesoros. A pesar de todo, sabemos por los relatos de los juicios de los ladrones de tumbas, que si bien no creían que el faraón fuera el adalid de la herencia del poder divino y, por tanto, pensaban que no les sucedería nada malo, cuando abandonaban la tumba que acababan de saquear, lo quemaban todo para que el espíritu que allí vivía, ya fuera del faraón o de otra persona, no les atacara. Tenemos esa ambigüedad, por un lado robaban, pero por otro, tomaban precauciones.

    Entiendo que la pirámide de Keops era blanca.
    En origen, con el recubrimiento que tenía de la piedra de Tura, debía ser un monumento blanco, prístino, que se debía ver desde distancias increíbles. La pirámide está ubicada en una zona alta, la meseta de Guiza no es una zona plana y se debía de ver tanto desde Heliópolis, la ciudad del norte, como desde Menfis, la capital que estaba un poco más al sur. ¿Por qué en ese lugar? No lo sabemos. Debía ser sacralizado ya desde años antes. Siempre me han fascinado todos los enigmas que hay alrededor de la gran pirámide, de su construcción, de quién está realmente detrás de ese proyecto.

    Si lo que plantea en la novela es cierto, Keops debe estar divirtiéndose mucho.
    Pues sí. Siempre he dicho que quizás nos ha calzado la mayor broma de la historia. Hemos pensado que su cámara funeraria estaba en la cámara del sarcófago y llegamos a la conclusión de que la habían saqueado. Pero, ¿y si su tumba en realidad está en otro emplazamiento dentro de la pirámide y todavía está pendiente de ser descubierta? Eso es lo que también sospechan muchos otros egiptólogos. Quizás eso sería lo más sorprendente de todo.

    Porque además entran millones de turistas.
    Como decía Javier Sierra en La cena secreta, si quieres esconder algo, ponlo a la vista de todos. Algo parecido puede pasar con esto. Está todo tan a mano, tan cercano, que en realidad no te das cuenta de que lo tienes ahí.

    La distancia que hay en el tiempo entre Cleopatra y las pirámides, que ella defendía como la cuna de su civilización, es mayor que la que tenemos nosotros con Cleopatra

    ¿Con qué faraón se queda?
    Realmente, de Keops no conocemos nada desde el punto de vista histórico. No podríamos llenar ni una hoja. Aunque también sucede con otros reyes. Si tuviera que quedarme con alguien, me quedaría no tanto con el personaje, como con todo lo que le rodea. Es la figura de Tutankamon por el descubrimiento de su tumba, por ser el final de la época de Amarna y todo ese tipo de detalles. Y precisamente ahora se cumple el centenario del descubrimiento de la tumba. Todo ello implica una sensación de egiptomanía muy grande. Es una de las historias que a mí siempre me ha fascinado, la de la arqueología, la de los descubrimientos, la del pasado. En todo ese conjunto, la figura de Tutankamon parece que brilla con especial fulgor.

    $!El escritor Nacho Ares con un ushbetis. Foto: cedida/María Belchi

    ¿Porque es la que nos ha llegado más clara?
    Tampoco hay demasiada información sobre su reinado. Pero a través de las piezas de su tumba podemos acercarnos a la sofisticación de cómo era la vida diaria en aquella época, cómo se trabajaban los muebles, qué tipo de alimentos tomaban... Todo eso ha quedado perfectamente reflejado, al igual que muchos aspectos religiosos y de la vida cotidiana como ropas, sandalias, bastones o joyas, pectorales y anillos. Es una especie de cápsula del tiempo que nos permite adentrarnos en su vida. Por eso decía que el interés de los egipcios era que esa vivencia que ellos habían tenido en la Tierra se prolongara durante toda la eternidad.

    Lo han conseguido.
    Totalmente. Ni en el mejor de sus sueños cualquier persona del antiguo Egipto iba a imaginar que 4.500 años después íbamos a estar diciendo su nombre. Es el mayor gesto de eternidad que se puede tener, más allá de los objetos físicos. Porque un detalle muy interesante es que ellos buscaban el hecho de que su nombre no se perdiera.

    Por eso como castigo se les borraba, como en el caso de Hatshepsut...
    A causa de la Damnatio Memoriae no sabemos nada ni de ella ni de Akhenaton, por ejemplo. La idea de marcar ese momento crucial o trascendental de la vida de una persona que es su nombre, con el que es identificado, ha quedado vivo para millones de egipcios, de los que tenemos sus nombres en sus tumbas, en sus objetos, en sus ajuares. Los podemos leer y ahí están vivos.

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