Roberto Saviano no inventó Gomorra

Gracias a la espléndida habilidad visual de Asaf Hanuka, en particular cuando trabaja juegos cromáticos restringidos, Saviano construye un dietario de su vida en soledad

26 febrero 2022 17:42 | Actualizado a 26 febrero 2022 20:28
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Roberto Saviano no inventó Gomorra. Fueron las calles, verdosas al atardecer, de Casal di Principe, el constante aullido “Maríaaaaa”, que advierte de la presencia de la policía en Secondigliano a través de los recién derruidos edificios- Vela, los asesinatos de los sicarios o los adolescentes motorizados que a diario distribuyen droga en Forcella los que emergieron, a través de su escritura, para dar forma a otra manera de retratar el crimen organizado.

Que Roberto Saviano viva escondido y bajo protección policial desde hace quince años es fruto de un concurso de circunstancias, de una insospechada y súbita popularidad que puso en el punto de mira a los uomini d’onore del clan de los Casalesi y que dotó de un imaginario sucio, violento e infiltrado en todos los aspectos de la política a la vivencia cotidiana del ‘sistema’ de la Camorra, un estado paralelo omnipresente y sutil en Nápoles y su vasta periferia urbana —no es infrecuente oír a vecinos quejarse del sistema por el mal funcionamiento de servicios elementales, como la recogida de basuras o incluso el correo—.

Tanto la adaptación cinematográfica de Matteo Garrone como la espléndida serie Gomorra, de Stefano Sollima, centrada en la faida —la guerra entre clanes— de Secondigliano que enfrentó entre 2004 y 2005 al clan Di Lauro con un grupo de disidentes dirigidos por Raffaele Amato, conocidos como Los scissionisti (Los secesionistas) o Los españoles hicieron crecer en torno a Saviano una polémica aura de ficción y una presencia mediática que ahora encuentra en Todavía estoy vivo su contraplano.

Gracias a la espléndida habilidad visual de Asaf Hanuka, en particular cuando trabaja juegos cromáticos restringidos, Saviano construye un dietario de su vida en soledad, el contraplano de Gomorra, CeroCeroCero, La banda de los niños o Beso feroz.

Amparándose en grandes cronistas e historiadores de la Italia meridional como Corrado Alvaro o Gaetano Salvemini, Saviano da forma a los recuerdos íntimos que se coagulan en su experiencia de la violencia en Nápoles, no sólo los asesinatos, las amenazas o la coerción del pizzo, sino sobre todo el silencio y la dolorosa presencia del recelo soterrado que aún hoy late y se alía con la gentrificación y la pléyade de Bed & Breakfast, hoteles y servicios turísticos que proliferan en el centro histórico y el Quartiere Spagnolo.

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