«Te das cuenta de que la vida es el valor que tú le das y lo que eres día tras día». Las palabras de la reusense Tamara Mora (1981) reflejan el conocimiento de una persona que ha pasado por un contexto límite y que ha logrado superarlo. No sin esfuerzo, aunque siempre con el pensamiento positivo.
En 2019, tras un entrenamiento, una disección de la arteria carótida derecha cambió su vida. «Empecé a entrenar después un tiempo de parón. Había dado a luz y quería dedicarme a mis hijas». Aquel percance le provocó un dolor fuerte en la cabeza, aunque, al principio, Tamara no le dio importancia. «Estuve una semana sin ir al gimnasio, pero pensé que se me pasaría», rememora.
Pronto comparecieron síntomas preocupantes. El labio se le quedaba dormido, se le caía la baba y no podía vestir a sus dos hijas. Ya en el hospital, sufrió hasta cuatro embolias cerebrales que le paralizaron la parte izquierda de la cara, una situación crítica.
La reusense se pasó hasta un mes inmovilizada en el hospital de Bellvitge. La recuperación resultó lenta, pero la fuerza de voluntad de la protagonista ha producido prácticamente un milagro. A los tres meses volvió a entrenar.
Y eso que, lógicamente, los especialistas le recomendaron que no debía hacer deporte de fuerza. «Era como si me quitaran la vida. Practico deporte desde los nueve años».
Entrenamiento funcional
Claro que el tipo de sesiones físicas se modificaron. Mora se ha tirado tres años con ejercicios de entrenamiento funcional y con su propio peso, un tipo de trabajo que ahora recomienda a sus alumnos, ya que hoy dispone de su propia marca como personal trainer; Brave.
«Considero que valerse por sí mismo es algo muy importante para cualquier persona y más después de lo que he pasado. Así que dedico mucho tiempo al entrenamiento funcional», reafirma.
Los primeros controles médicos ya denotaban un cambio en el cuerpo de Tamara. «Te vemos un poco fuerte», le decían los médicos, algo que ella negaba con disimulo. Las últimas resonancias han confirmado que el deporte ha ayudado y mucho a una recuperación ejemplar y digna de estudio para cualquier especialista. «Me dicen que si un neurólogo viera estas últimas resonancias apenas se daría cuenta de lo que he pasado».
A nivel de secuelas, le ha quedado una cicatriz en la cabeza, a penas visible, y se le duerme de forma leve la zona izquierda de la cara, algo que solo ella distingue. «Me siento bien, muy renovada y con muchas ganas de vivir. Lo he pasado mal, pero nunca he abandonado la actitud positiva», admite.
Justo en los instantes de dificultad, cuando más débil se encontraba, la protagonista se arropó en la formación de José Manuel Muñoz. «Me ha ayudado muchísimo y le tengo que estar agradecida», finaliza. Su caso responde al de una persona que no ha renunciado a su modus vivendi, el deporte.