Asedio incompleto

El Reus rescata un punto ante el Zaragoza, en un partido que debe ganar por juego y ocasiones. Lekic anota su octavo gol de la temporada

27 abril 2018 20:44 | Actualizado a 30 abril 2018 07:35
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Verdasca interpretó una aventura idílica desde su orilla. El central del Zaragoza salió de la cueva con una zancada poderosa. Se llenó de fe para conquistar el paisaje, verde, a campo abierto. Sorprendido vio como el Reus se confió. Cayó en la contemplación. El repliegue rojinegro resultó tan tierno que Verdasca coronó el borde del área de Badia con una facilidad asombrosa y cierta destreza. Verdasca se arropó en el criterio para terminar su concierto. Tiró una pared con Borja Iglesias, que se la devolvió de primeras.  Quedó liberado ante Badia y acabó sin avisar. Su intento chocó con el poste. No fue un problema. El rechace cayó con imán en la bota derecha de Toquero. Gol. Sin sospechas.

Hasta entonces el partido había transitado en el guión de la igualdad. El Zaragoza se encuentra en ese estado de lucidez que descose a sus rivales con poco o nada. Disfruta del ángel de los triunfadores. En todo caso vio como el Reus le exigía. Se recuperó rápido. No le pesó la mochila. Se comportó con personalidad. Sólo la falta de concreción en esos últimos 20 metros de la verdad le penalizó. Suele ser así. El mal conocido.

El Reus le había rematado con cierta claridad dos estrategias a su enemigo. No direccionó los remates. Lekic y Pichu habían armado sus testas sin destino a gol. Persistió el equipo, muy firme en el manejo del juego, aseado con la pelota. Fran y Yoda confirmaron la valentía del Reus. Se acercaron a la gloria con dos remates al primer poste que Cristian escupió a la esquina. Cristian es un portero muy a la argentina. Ataja más que para. Su estilo no resulta para nada estético pero en Zaragoza le aman. Ha rescatado una cantidad de puntos abrumadores. En Reus rescató el primer tiempo deficiente del histórico Real.

Sólo en las pérdidas del Reus, asomó el Zaragoza. Su transición dispone de futbolistas diferencias. Sobre todo Borja Iglesias. Con el balón es un reloj. Sin él dibuja movimientos decisivos. No se agota de descubrir grietas para sus compañeros. Una bendición de delantero, porque no conoce el egoísmo.

Miramón y Yoda volaron en el desenlace. Se convirtieron en el argumento del Reus para construir una maravillosa obra. Bailaron y combinaron en espacios cortos. Transformaron baldosas en caminos de rosas. Fueron sociedad ilimitada. Para la finalización andaba Lekic. Vive de eso. Si le alejas de la portería, es un actor de reparto. Dentro del área, una star System. De cabeza culminó la primera travesura de Miramón y Yoda, con último servicio del aragonés. Al segundo poste. El Reus no renacía porque en realidad siempre estuvo.

Miramón le regaló el segundo a Lekic con una maniobra imposible en el fondo. Había cabalgado sin descanso. Recortó hasta morir y envió la corona. Allí lo esperó el cirujano serbio. Lo guardó, le quitó el polvo y ejecutó. Lamió la madera ante el desespero de Dejan. Yoda, un bocado después, frivolizó dentro del área y cuando había generado el desequilibrio volvió a decidir mal. Con la diestra disparó al bloque de enfrente.

David Haro tomó el testigo de Fran y disfrutó de su tiempo. No certificó dos acciones colectivas fascinantes del Reus. Miramón memorizó la diagonal del pequeño diablo y se la entregó para el gol. El remate de Haro repelió en Verdasca y Yoda tampoco confirmó el tesoro. Segundos después, Lekic prolongó una pelota directa, de recurso, para la carrera de David. Esta vez, Cristian le maniató.

Al Reus se le consumió el tiempo despreciando ocasiones, aunque su actuación dejó un legado delicioso. También protestó con razón un penalti a Miramón que el juez no se atrevió a decretar. El peso del Zaragoza va más allá del césped.

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