Autocares vacíos y mal organizados en los Juegos

El servicio gratuito de buses para llevar a la prensa y voluntarios desde Tarragona hasta las distintas sedes es un despropósito. Cálculos de tiempo y material equivocados, trayectos mal elaborados y servicios infrautilizados

27 junio 2018 18:02 | Actualizado a 28 junio 2018 08:57
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La organización de los Juegos Mediterráneos preparó un servicio especial de autobuses para periodistas, voluntarios, atletas y demás personal acreditado. Seis líneas que enlazan el Centro de Prensa Principal, en el Palau Firal de Tarragona, con las distintas sedes. Otra buena idea mal ejecutada.

Los primeros días fueron caóticos. Los autobuses no cumplían con las frecuencias de paso. De los 45 minutos se pasaba a más de una hora de espera. Si hay dos autobuses para una vuelta que dura 1:15 es materialmente imposible cumplir los horarios. ¿Por qué no se ponen más autocares por ruta?, pregunto a uno de los conductores. «Es difícil hacer bien la distribución si los servicios se pasan a las diez de la noche», responde. 

Servicios que muchas veces son inútiles o excesivos. «He ido a buscar a dos personas al aeropuerto con un autocar de 53 plazas. Otros compañeros han ido a buscar a equipos a la Villa que habían suspendido sus entrenamientos y se quedaban en el hotel», explica mientras repite continuamente «está mal montado».

Miro hacia atrás. Sólo una de las otras 52 plazas del autocar está ocupada por el periodista de la televisión pública algeriana Omar Djemai. Le pregunto por su impresión de estos Juegos. Tuerce el gesto. «No muy bien», consigue decir en inglés. Se dirige hacia el pabellón de Torredembarra. El mismo destino que el mío. Suerte ha tenido de ello en la parada. Le he podido indicar el autocar correspondiente, tras consultar a cada autobús que pasaba por la estación, porque los autocares ni siquiera llevan la rotulación para diferenciar las líneas. Alguno de los conductores lo ha elaborado con boli y papel que muestra en el cristal delantero precariamente.

La descoordinación es general. El recorrido de mi línea (O1) prevé paradas en la Platja de la Arrabassada, el Club Tennis Tarragona, el Golf Costa Daurada, Torredembarra, Vendrell y Calafell. En las dos primeras ni se detiene. No hay nadie esperando. En el golf ni siquiera le permiten entrar. «Nadie necesita el bus», le guía una chica  amablemente. 

El autocar da la vuelta y toma dirección hacia el pabellón de Torredembarra. Antes de bajar, le pregunto por el resto del servicio. «Al Vendrell ya no vamos porque no hay competición y desde Calafell regreso a Tarragona por la autopista Ap-7», me cuenta el conductor. No vuelve por el mismo recorrido con lo que si alguien, por ejemplo, quiere volver desde el Tennis Tarragona al Centro de Prensa debe completar todo el trayecto. Una distancia de apenas unos minutos se transforma en una hora de autocar. Un despropósito.

Bajamos en Torredembarra mientras el bus, vacío, se apresura a llegar a la siguiente parada.

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