CF Reus: El hermano que hizo de padre e ídolo de David Querol

Pedro no sólo es el mayor de los Querol, también espejo para David. El futbolista del Reus cumplió su sueño de la infancia en 2007; poder jugar con su hermano en el Astorga, en Segunda Regional

19 mayo 2017 16:38 | Actualizado a 19 mayo 2017 16:38
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Rosa María puede sentirse orgullosa, sus dos hijos se abrazaron en tiempos de dificultad, en ese barrio obrero donde cada oportunidad es oro. En el Juroca, Pedro y David no sólo fueron hermanos, llevaron su relación a una condición casi eterna. No hay secretos, ni traiciones, ni silencios entre ellos. A veces, una mirada ya indica sentimientos encontrados, aunque hablan por los codos. La familia Querol Blanco se mantiene en la fidelidad casi enfermiza. Pedro, el hijo mayor, debió ejercer de padre antes de tiempo. David vio en él un espejo innegociable.

El pequeño de los Querol viaja alumbrado por los focos del fútbol profesional y además ejerce en su Reus. Ni siquiera la vida casi vedette del futbolista le ha provocado una caída desmesurada hacia el egocentrismo. David mantiene las mismas costumbres que en aquellos tiempos a lomos de Pedro, o Pedrín para los colegas. Éste recuerda las travesuras del futbolista en esa infancia inocente. «Ya era pallasete como ahora, aunque siempre muy transparente. Me lo llevaba a jugar a la pista exterior del Olímpic y cuando me daban un palo venía rápido a defenderme. Y era un flaco! Se acostumbró a jugar contra gente mayor que él». Incluso, el rojinegro ha heredado el carácter bromista de su referente.

Para David, la abuela Virgilia, con 90 años de lucha incansable, se convierte en una cuestión prioritaria. Hasta el punto que un tatuaje la inmortaliza en la piel del delantero. Siempre que la exigencia de la profesión lo permite, come con ella, en esas horas de charla y secretos inconfesables. Los hinchas pagarían por conocer lo que sabe Emilia de Querol. También lo que sabe Pedro. En realidad, todo. «Nunca le he tenido que advertir mucho porque siempre me ha contado las cosas», asegura.

Como en la vida, en el fútbol Pedro aconsejó el camino del rojinegro. Casi lo tuteló. Es más, David le veía actuar por esos campos de tierra y fango de la modestia con asombro. Pedrín lo bordaba como central. Era el central del Astorga, no poca cosa. Para David, un ídolo. El espigado delantero del Reus había marcado su sueño en un calendario imaginario; jugar con el primer equipo del Astorga con Pedro. Lo consiguió. En edad juvenil. «Me acuerdo que los de su equipo no querían que viniera con el amateur porque les dejaba cojos. Ya destacaba mucho», rememora Pedro.

El sueño del Astorga

Ocurrió un sábado de 2007, en el mítico estadio de Mas Pellicer, en uno de los Clásicos de Segunda Regional. David partió desde el banco, con la mayoría de edad recién cumplida. Le bastó con un ratito para deleitar en el estreno. El Astorga perdió aquel día 2-1. Marcó David. Los presagios de Pedro dirección al técnico llevaban fundamento. «Lo ves, tiene que jugar». En realidad, aquellos minutos de luz en Mas Pellicer se convirtieron en el germen de una carrera. El pequeño de los Querol no conocía la presencia de Ramon Calderé entre los espectadores. Poco después se convirtió en el hombre que le abrió la puerta del primer equipo del Reus.

«Le digo a menudo a mi mujer que David ha estado tocado por una varita», reflexiona Pedro sobre las condiciones deportivas de su hermano. Sonia comparte vida sentimental con él, pero también horas de sinceridad con David. «No se despega de ella». Hasta el punto que los dos se han tatuado lo mismo como homenaje a la relación. Una cruz y el número favorito. Sonia, el siete de Querol. David, el 13 de Sonia. Existen otros dos pequeños indispensables en el presente del delantero del Reus. De nombre Unai y Noa.

Los sobrinos se han postulado como los números uno del club de fans de David Querol. No se pierden ni una cita en el Estadi. Lo curioso es que parece que a Noa le tira más el fútbol que a Unai, aunque sólo de momento. El daño del patinete resulta demoledor. Para Pedro, cada carrera de su hermano por la hierba del Estadi es una victoria. La conquista de la humildad. Y es que, a veces, los ídolos se encuentran más cerca de lo que creemos.

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