Crónica: La rutina de ganar (Nàstic 3-1 Linares)

Fútbol. El Nàstic logra vencer al Linares tras una segunda parte vibrante y logra igualar el record de victorias consecutivas en el Nou Estadi desde el inicio de curso

24 octubre 2021 14:11 | Actualizado a 25 octubre 2021 05:43
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En el Nou Estadi al Nàstic le vale con un partido normalito para incluso golear. Dos acciones a balón parado seguidas, un centro milimétrico de Bonilla a Carbia y un choque gris ante el Linares se convierte en una jornada histórica con la quinta victoria consecutiva como local desde el inicio de temporada. Algo que no ocurría desde la campaña 1973/74. Un hecho dificilísimo. Y más en la nueva Primera RFEF.

El Nàstic de Agné ha convertido la victoria en su feudo en algo innato. Como el acierto en los cambios o las segundas partes. Todo lo que va mal en los primeros 45 minutos se arregla desde el banquillo tras el paso por los vestuarios con dos movimientos de fichas y dos modificaciones tácticas. Tiene algo hasta de mística. Porque al técnico no le hace falta ni gastar los cinco cambios. Con dos voltea el choque y con un par más asegura el triunfo. Una fórmula efectiva que está llevando al Nàstic a la parte alta de la tabla.

Hasta la llegada de los goles no fue el Nàstic habitual en el Nou Estadi. Titubeó al comienzo. Dejó de lado esa versión que salía a arrollar el rival durante los primeros minutos. Se pareció más al equipo tímido que quería pero no podía en Castellón, cuando jugaban contra diez. Se vieron superados por la presión rival que supo cerrar los caminos de salida. Una situación que ya pasa con Pedro del Campo y también con Fullana, relevo del figuerense en el once. En cuanto el rival tapa al futbolista ‘cerebral’ grana el equipo no es capaz de encontrar soluciones. Ni siquiera para iniciar el juego fácil.

Era desesperante ver la incapacidad del equipo de superar la primera línea de presión del Linares. Fallaban todos los involucrados. Los defensores que ni despejaban ni acertaban en el pase. Los medios que no estaban dónde debían o les faltaba criterio para dar un pase en condiciones. Por no hablar de la intensidad de algún futbolista que parecía jugar con dos marchas menos.

Menos mal que ofensivamente el Linares no goza de mucha pegada. Por algo solo suma siete goles en nueve jornadas. No supo cómo rentabilizar todos esos balones que logró recuperar en zonas tan avanzadas. Se contentaba con tiros lejanos sin peligro ante la buena respuesta, eso sí, defensiva del bloque grana.

Ante los problemas del equipo en la salida, emergió Edgar Hernández. El delantero entendió, como siempre, lo que necesitaban los suyos. Acercó su posición para dar una opción fácil con balones largos. Lo de ganar los duelos para hacerse con ellos ya era cosas suya. Solo con esto desenredó el entramado defensivo andaluz y dio aire a un agobiado Nàstic. El ataque se activó. Robert Simon empezó a entrar en juego y el conjunto de Agné daba señales de vida en el área rival con dos acciones seguidas. La primera un disparo del badalonense en el segundo palo y después con un tiro desde la frontal de Buyla que no cogió portería. Tampoco es que el Nàstic se convirtiera en un huracán. Eso no fue hasta la segunda parte, con el ingreso en el terreno de juego de Bonilla. Pero sí que amenazó más al Linares. Pisó más área y reclamó un penalti claro sobre Robert. La primera parte acabó con un ligero aroma de aburrimiento y con la preocupación por la lesión de Edgar Hernández. Y eso que su relevo, Pablo Fernández, hizo todo bien desde que salir.

El segundo tiempo comenzó con un instante de pánico. Hugo Díaz se hizo el espacio y remató abajo y duro, obligando a Manu García a realizar una de sus habituales intervenciones milagrosas. 

El problema del Nàstic seguía estando en la medular. Pablo había encajado en el papel que le dejó esbozado Edgar Hernández, pero en el medio del campo no había manera de convertirlo en algo más o menos transitable. Hasta que entró Bonilla. El soriano dio respuesta a todos los problemas del Nàstic en la zona ancha. Daba criterio a la circulación, abría espacios y asistía a sus compañeros. Cambió la cara al equipo grana que se fue asemejando a ese conjunto fiero al que nos había acostumbrado en el Nou Estadi.

El laboratorio de Dani Vidal dio con la fórmula para abrir la lata. Dos acciones a balón parado calcadas: pase colgado a Ribelles que la pone al segundo palo por donde aparecen Quintanilla, en el primero, y Pablo, en el segundo, para encarar el partido. Los dos se merecían el gol. Especialmente el delantero. Pablo es un delantero al servicio siempre del equipo. Priorizando el colectivo. Una actitud poco habitual en los delanteros. Un tipo natural fuera del campo que trabaja mucho más de lo que sus estadísticas dicen. Por eso, los dos goles que logró (uno anulado) son un premio más que merecido.

Con el 2-0 el Linares se deshizo y el Nàstic no frenó. Bonilla puso el guante de su zurda para mandar un balón templadito a Carbia. Otro de los que se desfondan por el club. Remató suave y escorado. Lejos del alcance de Nauzet.

Con el choque sentenciado el Nàstic esperaba el pitido final. Un tiempo de relax que el Linares usó para maquillar el resultado.

3- Nàstic. Manu García,  Domingo, Quintanilla, Aythami, Joan Oriol, Ribelles, Fullana, Jannick (Bonilla, 57’), Simón (Pol Prats, 80), Edgar  (Pablo, 37’) y Carbia  (Pedro, 80’).

1- Linares. Nauzet, Perrejón, Fran Lara, Josema, Barbosa (Lolo, 66’), Rodri, Fran Carnicer, Migue Marín, Meléndez (Echaniz, 66’), Sanchidrián, Hugo Díaz (Copete, 84’) y Castillo (Fede, 84’).

Goles. 1-0, Quintanilla, (64’); 2-0, Pablo Fernández (73’); 3-0, Fran Carbia (74’); 3-1 95’ Copete.

Árbitro. Manuel A. Pérez. Amonestó al local Ribelles y al visitante Castillo.

Incidencias. 5.231 espectadores.

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