Asoma el líder el domingo y las coartadas desaparecen. Probablemente, el Reus cometió un error capital en verano, con su política recaudadora de abonos, de cierto abuso hacia la mayor parte de los bolsillos. Probablemente, el club miró hacia otro lado demasiado cuando las peñas, no reconocidas todavía, pidieron comprensión y atención. Probablemente, los hinchas merecían un trato más amable. Seguro. Pero, el domingo, cuesta encontrar coartadas.
El Huesca viaja a lomos de una velocidad idílica. Comanda el campeonato cuando nadie había imaginado en él un líder jerárquico en los pronósticos iniciales, aunque hoy se ha ganado todo el crédito. Y llega al Estadi dispuesto a ejercer de general en una fecha decisiva, porque el campeonato ha coronado el horario definitivo, ya no entiende de despistes, los penaliza con crueldad. Y el Reus se juega mucho, su permanencia en ese fútbol profesional que tardó más de 100 años en conquistar. Existen un millón de motivos para no abandonar al equipo. Para no callar.
Un equipo, por cierto, que nunca ha levantado sospechas. Puede ganar o perder, ofrecer más o menos atractivo, pero sus registros hablan. Jamás, desde que convive en la Segunda División, ha pisado la zona de descenso, jamás. Y eso para un recién llegado se trata de un lujo casi utópico. Y el Reus lo ha alcanzado con el presupuesto más escaso del campeonato. Sin derrochar dinero ni promesas alejadas de la realidad. Sólo con su trabajo. El ruido lo ha hecho en el campo.
Por eso, Garai y sus chicos piden un esfuerzo. Auxilio ante la exigencia que viene. Ayuda que se han ganado. Gritos de aliento ante el Huesca, sentirse protegidos frente al descomunal potencial del enemigo. Con un Estadi más cercano a las 4.000 almas que a las 2.500. Como en ese tránsito de sonrisas de no hace mucho, cuando acudir al recinto del polígono Agro Reus significaba problemas para acomodar el coche. Planificar la previa horas antes para no pillar los malditos atascos. Eso ocurría hace unos meses, con unos precios más coherentes, claro. Pero ocurría. «Nos ayudaría mucho que vinieran. Lo necesitamos», reflexionó el jefe técnico en esa previa relajada en sala de prensa, a pocas horas de la próxima batalla a la que los actores se han acostumbrado como cuando los estudiantes se enfrentan al examen de Selectividad, con la presión del «qué me dirán mis padres si no apruebo». En esas se encuentra el Reus, en los exámenes de Selectividad. Luego sólo queda el festival de la Graduación o el infierno de septiembre.
El guiño del club
El club, la planta noble, ha decidido realizar un guiño necesario para poblar el Estadi. Con más o menos gusto, con más o menos acierto, pero ha procurado poner a disposición de los abonados una entrada de acompañante a cinco euros. Mientras, los hinchas que no cuentan con el título de abonados dispondrán de la misma opción si compran un ticket a precio normal.
La realidad es que el Reus se va a encontrar a un rival al que empuja una marea de aficionados que han decidido seguirle a todos los rincones, iluminados por ese sueño que se llama Primera División. No olvidemos nunca la tesitura del Huesca. Una ciudad de 53.000 habitantes que lidera la categoría de plata y que sólo ve el escaparate de Berverly Hills a dos pasos. Para ese lugar de Aragón se trata de casi un cuento de Hadas. 200 fieles se instalarán en la grada lateral del Estadi.
‼ Promoció per al partit contra la @SDHuesca: vine acompanyat per només 5 euros!
�� https://t.co/ZXOKe0qlar#CFReus ��⚫️ pic.twitter.com/j6j1MG4SP5— CF Reus ⚽️ (@cfreusdeportiu) 7 de marzo de 2018
Ha costado mucho atrapar la élite y quizás resultaría aconsejable dejar los reproches para el final. Cuesta entender ese misterio de no ambientar los partidos en las horas muertas con música y decoración. En la grada se oye hasta la máquina del café del bar, entre silencios pensativos. Demasiado silencio. Sólo los hinchas pueden alterarlo con sus cánticos. Porque si el Estadi calla, este cuento ha terminado.