El cronista y ciclista que rodaba con una Coppi

Gerard Fuster, el especialista en ciclismo del Diari, nos dejó ayer. Fue un apasionado de la escritura y los pedales, siempre acompañado de la bici que le regaló su amigo y campeonísimo italiano en 1957

19 mayo 2017 17:50 | Actualizado a 21 mayo 2017 15:25
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Gerard Fuster era de costumbres fijas. Llamaba a nuestra redacción siempre una semana antes del inicio de alguna de las tres grandes  rondas (Tour de Francia, Giro de Italia y Vuelta a España) para recordarnos que no iba a fallar a su cita con los lectores del Diari de Tarragona;para que no se nos pasara por alto que una vez más iba a escribir su columna diaria sobre lo sucedido en la etapa del día. 

El ciclismo era su auténtica pasión. Como cronista y como corredor aficionado. Siguió al pie del cañón hasta los 83 años, en la escritura y en los pedales. Hasta que ayer su corazón dejó de palpitar. No pudo superar la afección cardíaca que sufrió un mes atrás.

A Fuster le fascinaba narrar las hazañas de Chris Froome, Alberto Contador,  Nairo Quintana, Vincenzo Nibali, Alejandro Valverde, Purito Rodríguez y compañía. Los grandes le mantuvieron enganchado frente al televisor hasta el pasado 5 de septiembre. Aquel día había firmado su última opinión en nuestro periódico. «Más de lo que se esperaba», tituló su pieza sobre la etapa de la Vuelta con final en la estación de Formigal. Hubo victoria del italiano Gianluca Brambilla y la consolidación del liderato de un Quintana que tras aquella jornada se situó con 3.37 minutos de ventaja sobre Froome.

Sentía enorme devoción por los ciclistas del presente. Aunque ninguno de ellos le había cautivado tanto como una de las figuras del pasado, FaustoCoppi. Gerardo, que en los años cincuenta tuvo la suerte de cubrir varios Tour de Francia, entabló una fuerte amistad con el pentacampeón del Giro de Italia (1940, 1947, 1949, 1952 y 1953) y doble vencedor del Tour (1949 y 1952). Hicieron tantas migas que  en noviembre de 1957 Coppi le regaló una de sus bicicletas.

Cuatro vueltas al mundo

Desde entonces jamás se había separado de ella. La conservaba como oro en paño, siempre impoluta, como el más auténtico de los tesoros. Era frecuente verle subido a su bici  tanto en su dilatada etapa laboral en Tarragona (fue empleado de IQA entre 1969 y 1991) como en Barcelona ciudad, donde residía desde su jubilación.

El propio Gerard había confesado en alguna ocasión que subido a su Coppi llegó a recorrer 160.000 kilómetros (distancia equivalente a cuatro vueltas al mundo por el ecuador). 

Sus escapadas en bici eran habituales. Cada verano, por ejemplo, ascendía alguno de los grandes puertos de montaña del Giro y el Tour. Le encantaba escalar, desde hacía años, por los mismos parajes por donde lo hacían las grandes estrellas del ciclismo mundial. Salvando las distancias, se ponía en su misma piel  para experimentar el esfuerzo que supone pedalear en esas condiciones. Conocía prácticamente al detalle cada rincón de los Alpes.

Una  rutina que le había llevado a subir hasta en cinco ocasiones el mítico Tourmalet (2.115 metros de altitud) junto a su hermano Valentín, el reputado cardiólogo y director médico del Mount Sinai de Nueva York a quien había conseguido aficionar también a la bicicleta como hábito saludable.

Gerard sentía devoción por  el ciclismo, pero no perdía de vista el deporte de su añorada Tarragona. Desde la distancia seguía la trayectoria del Nàstic de fútbol, las aventuras en Himalaya del alpinista Òscar Cadiach y los títulos mundiales en enduro que conquistaba el piloto cambrilense IvánCervantes (había compartido relación laboral con su padre, Joan).

Sus costumbres le llevaban, también cada año, a enviar una postal navideña en la que no faltaba la silueta de un ciclista  que siempre dibujaba a bolígrafo. En su dedicatoria mencionaba a todos los redactores de deportes con quienes había compartido charla telefónica en alguna ocasión: Iñaki, Iván, Raúl, Juanfran, Marc, Jaume, y también Paco, Patxi y Miki.  Se acordaba de todos ellos porque también él era uno de los nuestros. Siempre con el tono afable y la sonrisa que le acompañó toda la vida. Mañana jueves a las 10.00 horas, en la iglesia de Santa Maria Reina de Pedralbes, en Barcelona, Gerard Fuster recibirá el último adiós.

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