La aventura del Reus en Segunda División cuenta con algunos secretos que indican la buena salud de un vestuario, en su mayoría, novato en el fútbol profesional. Hábitos que han mantenido la coherencia y un tránsito casi sin fisuras durante diez meses de exigencia máxima. El Reus no ha logrado la permanencia con solvencia por una cuestión de azar. Existen rituales en esas entrañas del Estadi que humanizan un grupo de gente entusiasta, que ha sido capaz de trasladar su sueño a los hinchas.
Uno de los temas fetiche de banda sonora de la película Rocky Balboa, la que encumbró a Sylvester Stallone, toma un protagonismo brutal en esa caseta de los sueños, en los bajos del Estadi, justo en los minutos previos a cada batalla. El ritual se repite domingo tras domingo. Suena el ‘Eye of The Tiger’ de los Survivor y la plantilla se abraza en corrillo. Saltos y gritos unánimes aumentan la adrenalina. Justo antes de las palabras clave, valores innegociables de conducta. ‘¿Qué somos? Humildad, ambición y personalidad. ¿Qué queremos? Ganar, ganar y ganar’. Son esos instantes impagables que cualquier hincha desearía compartir con sus ídolos. Esas intimidades que simplifican cualquier equipo de trabajo y olvidan egos y racanería.
Más allá de las virtudes tácticas y del talento innato del actual Reus, el click emocional resulta indispensable para el éxito colectivo. En ese vestuario, la música corre a cargo de David Querol, el DJ casi insustituible. Cuenta la leyenda que, cuando Querol pisó la caseta en pretemporada, decidió tomar el mando por un simple cuestión de aburrimiento. “Esto es un vestuario de tristes”. resaltó desesperado. Desde entonces, el reggaetón y sus mejores heats se escuchan a todo trapo en la convivencia eterna de la temporada. Éxitos latinos como el Despacito o el Súbeme la Radio ya se recitan de memoria en ese lugar donde se comparten lágrimas y bailes, además de confidencias.
El celular de Querol invierte tiempo en ir acumulando canciones, no siempre del gusto del público, aunque sí con un toque movedizo que al mismo delantero le lleva a veces a realizar algunos movimientos bailarines en la caseta. Antes de un partido y en pleno instante de motivación, Querol decidió hacer el cangrejo ante el asombro de su técnico, Natxo González, “esto no tiene remedio”. Eso sí, el míster le animó a seguir amenizando las horas de tensión. Son los secretos y las interioridades de un equipo que ya ha dejado su legado. Los secretos del luchar como hermanos.