Reus-Alcorcón (0-0). 'Psicosis al gol'

El Reus no pasa del empate ante el Alcorcón, en un partido que vuelve a dominar de principio a fin. Los rojinegros generan hasta cinco ocasiones imperdonables, pero su falta de puntería les condena

19 mayo 2017 15:33 | Actualizado a 19 mayo 2017 15:33
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Se ha instalado en el Estadi una rutina desesperante. Los hinchas ven a su Reus remar con elegancia, apuntarse meritocracia infinita para conquistar partidos, endulzar ojos con minutos de amiguismo inseparable del balón, pero escasea el éxtasis, el descorche del champán, la inmensidad que ofrece un gol, la diferencia del fútbol. La línea que separa el éxito del fracaso. En Reus la conocen. Sus gentes tomaron el coche de regreso a casa con un mal rollo en el cuerpo insoportable. Y eso que su Reus ni siquiera había perdido. Sumó un empate estéril ante el Alcorcón, víctima de su ternura. La puntería del Reus hace demasiado tiempo que se encuentra en obras. En el taller mecánico del barrio.

Vítor se apuntó a la fiesta de salida. No sólo eso, decidió tomar responsabilidades con una sencillez deliciosa. Conectó con el juego con frecuencia y el Reus percibió la felicidad. Cuando el enganche luso acariciaba la pelota, el paisaje se despejaba. Relucía el sol en una playa veraniega de Menorca. Vítor hace más divertida la vida de Folch. En realidad hablan el mismo idioma, dos peloteros amantes de la estética, del fútbol por el suelo. Los dos solían romper líneas con extrema facilidad. El Reus merodeaba la zona de definición en abundancia.

Vítor rozó la gloria en un libre directo que había provocado Fran, quisquilloso en sus aventuras repletas de fe. Partía desde la derecha pero se soltaba por todo el frente de ataque sin pestañear. Su colega luso tomó la pelota y le suplicó clemencia con una referencia en la mejilla en plan cariñoso. Vítor ejecutó de derecha, el balón chocó con un cuerpo maléfico de la barrera y se dirigió al gol. Medio celebraba el rojinegro, con la pasión que ansiaba el Estadi. Lo impidió Dmitrovic, el arquero del Alcorcón, que reaccionó con agilidad al cambio de dirección. Obró un milagro.

Vítor emergió de nuevo poco después, con el Reus jerárquico en el partido. Deambulaba detrás de él el Alcorcón, refugiado en la trinchera, sin intenciones venenosas. El portugués cazó una pelota al borde del área y sonó el estribillo de ‘Kevin Mcallister’, de los Supersubmarina. Su rock and roll constó de un control y un servicio majestuoso al espacio. Clack. Haro desplegó sus piernas en carrera. Culminó cruzado, pero fue un remate sin aroma a gloria. Dmitrovic paseó su mano diestra para solventar el uno contra uno.

El descanso transmitía incomodidad, el exceso de perdón asomaba de nuevo y los precedentes no invitaban al gin-tonic. Máyor confirmó la pérdida de paciencia de los hinchas pronto. Vítor y Fran se asociaron en tres cuartos de cancha y Carbia envió a la larga una pelota que habilitó a Máyor. De nuevo solo ante Dmitrovic. Cruzó demasiado la pelota. El run run del Estadi no provocó rendición, porque el Reus no conoce la bandera blanca. Navarro regaló el disfraz de Sant Jordi a David Haro con un error juvenil. Resbaló y el diablo rojinegro volvió a mirar a los ojos de Dmitrovic. El guarda-redes le ganó otra vez la batalla mental. El clima se enrareció, mezcló reproches y ese último aliento soñador. Sobre todo cuando Querol exhibió su Roll Royce para encender la tarde.

Querol había emergido de la rotación jaleado por el hambre ganxet. Enseñó minutos de calidad y desequilibrio en la derecha. Propició la expulsión de Belvís en la agonía y pudo anotar el gol del héroe. Recibió de Jorge a la espalda de los guardianes del Alcorcón, algo escorado. Prefirió acabar de primeras, pero Dmitrovic se estiró como Spiderman para sostener al Alcorcón. Fue el verdadero Superhéroe. Un invitado inesperado.

 

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