Ricardo Vaz, volver como si nada

Un año y dos semanas de lucha sin desmayo contra las lesiones no han acabado con la energía del portugués. El 10 del Reus regresó el sábado, ante el Lugo, para quedarse

04 noviembre 2018 18:48 | Actualizado a 02 diciembre 2018 15:45
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Fueron sólo 15 minutos, aunque para Ricardo Vaz (Cascais, 1994) suficiente tiempo para reclamar el foco. Siempre se le ha conocido como un tipo atrevido. Su osadía roza riesgos temibles. Al primer segundo de ingresar en el césped ante el Lugo, con 0-0 y el partido en un alfiler, Vaz recibió de espaldas, giró sin avisar y encaró una aventura que parecía imposible para el resto de los mortales. Para él no existe nada utópico. Su hoja de servicios no terminó en ese revolcón eléctrico. Le dio tiempo a generar tres faltas en transiciones supersónicas, recibió patadas malignas y se levantó del suelo como si nada. Ni siquiera pensó en que se había pasado un año y dos semanas luchando contra el dolor de su rodilla primero y luego contra el maldito cuádriceps. Volvió un 3 de septiembre, en el mejor escenario posible.

Minutos antes, el Estadi le había jaleado en ese instante que el suplente se levanta para iniciar un calentamiento interminable en el costado derecho de la tribuna principal. Ricardo era la rotación deseada por los hinchas. Le esperaban como si se trata de una adquisición lujosa en el mercadeo. Hacía tanto tiempo que no le veían gambetear que anhelaban sus regates astutos. Ricardo no sólo compareció para cumplir con el papeleo. Asumió responsabilidades que quizás ni le correspondían. Va mucho con su DNI. La extrema valentía distingue su fútbol.

La pesadilla de Ricardo Vaz, un chico de apenas 23 años, dispone de un punto maléfico. De recuerdos escalofriantes. Un 22 de octubre de 2017, el estadio de los Juegos Mediterráneos de Almería le lloró una lesión que iba a comprobar sus límites de paciencia. El contratiempo más temible para cualquier futbolista. En uno de esos despegues chispeantes se rompió el ligamento cruzado de su rodilla derecha. Le esperaban seis meses de soledad y lucha contra el olvido. Aquel día, en Almería, Vaz no permitió que le sacaran en camilla. Abandonó el campo por su propio pie. Los atrevidos lo son hasta límites insospechados.

Hasta esa fatídica tarde, Vaz había enseñado un nivel diferencial. Probablemente se convirtió en el actor más influyente del Reus. La lesión le cortó el ánimo, aunque nunca la fe. Dos días después le ponía fecha a su regreso; antes de fin de curso.

El luso se arropó en las manos milagrosas de Joan Álvarez para liquidar los plazos, además de desafiarse a sí mismo. En la última fecha del pasado campeonato recibió el premio. Simbólico, pero deseado. En Alcorcón, el Reus cumplió el expediente porque ya había hecho el trabajo mucho antes. Vaz saltó al piso con apenas cinco minutos de margen. Pensó que iba a transformarse en el regreso definitivo. Jamás imaginó que la vida la iba a poner en otro oscuro callejón.

La pasada pre-época, ya en el nuevo tránsito con Xavi Bartolo al mando, avisó de que la rodilla precisaba más mimo. Ricardo necesitó parar ante la exigencia física de ese ciclo en el que las piernas se nutren de gasolina. La crisis de las fichas que sufrió el Reus, con sólo 16 jugadores del primer equipo disponibles, le obligó a forzar quizás más de lo recomendable. Se metió en las convocatorias en calzador. Actuaba 10 minutos sin tener la cabeza limpia y con el miedo de pisar mal o de poner el pie donde no debía. Vaz sólo quería ayudar en tiempos de guerra, pero no era él. Mal asunto.

Su cuádriceps se rompió en una de esas sesiones en las que pretendía hallar el mejor estado de salud. Cuando menos lo esperó, otro parón imprevisto. Más desconsuelo. Ricardo se mantuvo fuerte. Se demoró tres semanas más para curar su nueva dolencia y dos para alcanzar el nivel que su nuevo entrenador le exige. Esperó a sentir la plenitud. A recuperar un valor que siempre le definió; la osadía. Y venció.

Ese cuarto de hora ante el Lugo dispuso de ingredientes reconocibles en Ricardo. Hubo regates, retos, disputas, cambios de ritmo, regresos… Ricardo no se acordó del último año y dos semanas de ostracismo. Volvió al Estadi como si nada hubiera ocurrido. Y el gentío lo celebró.  

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