Triste espejismo (Cornellà 2 - 0 CF Reus)

El CF Reus no aparece el día que más se le espera y cae con justicia en Cornellà, ante un rival que domina con brillantez todos los registros del partido. Los rojinegros ya acumulan siete jornadas sin ganar y se alejan del objetivo

19 mayo 2017 23:42 | Actualizado a 22 mayo 2017 11:28
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La luz roja del ‘cuidado’ se ha encendido en Reus. Siete domingos de tristeza lo han provocado. El equipo de Natxo González necesitaba de su propuesta más convincente en Cornellà. Se le esperaba en un día señalado con fluorescente. No apareció. Dio la sensación de encontrarse ‘enfermo’, sin ese entusiasmo imprescindible para competir. La angustia no deja vivir al Reus.

La prueba pedía una dosis de atención especial. El escenario no permite licencias. Castiga a los tibios de vocación. A los rivales tiernos. Premia a los laboriosos. Porque en Cornellà no hay espacio para el lujo. Para el frac. Para el fútbol de salón. Brilla la intendencia. Domina la segunda jugada, la lucidez en el juego directo, la precisión en la estrategia. Lo sabía el Reus de antemano. Estaba avisado. Su rival manejó todos los registros del partido. Jugó cuando tocaba y se echó atrás con el poder de la ventaja. Su éxito resultó irreprochable.

La versión del Reus en el primer tiempo alimentó las dudas. Fue un equipo sin alma, incluso despistado en tareas que manejaba con cierta solidez. Se le olvidó defender. Algo indispensable en un campo para albañiles como el del Cornellà. Allí se penalizan los errores individuales a precio de oro. Lo comprobó el Reus en su propia carne.

 

Poca amenaza

Xisco, en el primer minuto, fue el único que inquietó a Íñigo. Disparó para que el meta escupiera el balón. Andaba algo escorado, pero pisaba ya el área rival. El bagaje del Reus terminó ahí. Demasiado poco para amenazar. Para mandar un mensaje ambicioso a un enemigo sumergido en la inquietud que provocan diez jornadas sin hallar un éxito. Creció el Cornellà con el paso del tiempo. Se armó de energía. Cada balón parado se convertía en esperanza para él. En una oportunidad única para generar alegría. Precisamente se adelantó en una estrategia. Gracias a un córner. Lo protegió mal el Reus. Falto de actividad defensiva. Lo cabeceó a la red Borja. En el área pequeña.

Desaparecieron los rojinegros tras el golpe. Ni un atisbo para la respuesta. Cuando escasea la confianza, cualquier contratiempo duele el doble. Les ocurrió a los chicos de Natxo, poco convencidos de su capacidad para gobernar el juego. Nunca lo hicieron. Es más, Olmo se equivocó en una entrega donde un central nunca puede equivocarse. En tres cuartos de cancha. Saliendo de la cueva. Boniquet robó y definió con coherencia. No tembló su pulso. A los 34 minutos. Boniquet había exhibido minutos deliciosos antes del premio. Partía por fuera y generaba terror por dentro. Fue el mejor del primer tiempo.

El dolor extremo provocó que el Reus pidiera con urgencia el descanso. Se marchó a él repleto de interrogantes. El escenario que se habría pedía épica. Un arrebato de orgullo. Sólo con eso era posible renacer. Nunca ocurrió. Es más, los locales se acercaron al gol con un remate de cabeza al larguero de su referencia ofensiva, Óscar Muñoz. Regresó al partido como un avión el Cornellà. Intimidó su contundencia. No dejó que el Reus sintiera que podía regresar a la pelea. Natxo sacrificó a Masqué y apostó por un banda más natural como Fran tras el descanso. Encontrar los espacios era el objetivo.

También acudió a Colorado para crear superioridad en la salida del balón. Los locales cedieron la iniciativa para ocupar bien lo espacios en la transición. La propuesta del Reus generaba riesgo.

Colorado sacó a pesar su ojo clínico en una falta directa que lamió el poste. Desde la frontal. La pelota ya era del Reus por aquel entonces. El rol del Cornellà huía de eso. No necesitaba dominar la posesión para hacer daño. De hecho anotó su tercer gol gracias a Óscar Muñoz, aunque en fuera de juego. Por lo menos así lo entendió el colegiado, que anuló el éxtasis barcelonés.En todo caso vivió tranquilo el Cornellà.

Compareció en la tarde Guedes para quemar el último cartucho. Actuó por detrás de Edgar y Sellarès. Sólo pudo cazar un balón en la frontal, que se perdió en la esquina tras chocar en un defensor. Los minutos se consumieron en la impotencia del Reus. Un triste espejismo de aquel equipo que fue.

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