Un árbitro de Tarragona en el ring internacional

El tarraconense Albert Giménez es juez de muaythai en citas internacionales: ‘Vigilo que no se dé nunca un golpe de más’. Es su forma de vivir la adrenalina en la lona, ahora que no boxea

10 junio 2017 16:10 | Actualizado a 10 junio 2017 16:17
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Albert Giménez echa de menos el ring. Añora el gancho o el cruzado, la adrenalina del combate, el furor del público. De joven, llegó a tomar parte en más de 20 enfrentamientos. «Esto es una manera de seguir subiendo al ring, que es lo que a mí me gusta», cuenta este tarraconense, ahora reconvertido en juez internacional, una faceta más de un currículum que muestra que lo ha sido todo en el boxeo: instructor nacional, entrenador, árbitro, preparador o coach, un rol amplio que incluye el acompañamiento a púgiles y el asesoramiento en cuestiones variadas, que van de la nutrición a la puesta a punto física, pasando por la motivación. 

El full contact, el kick boxing, el MMA y sobre todo el muaythai son algunas de sus especialidades. Albert tan pronto acude ‘ipso facto’ a Londres con su competidor, el tarraconense Xavi Rigau, para hacer de mánager en una pelea, como asiste de árbitro a una velada de la Golden League 2 en Barcelona. «Como árbitro mi misión es que nadie reciba un solo golpe de más, que esté todo en orden y sea legal», apunta. 

Su labor sobre la lona es fundamental: «Tienes que cuidar la salud de los competidores. Mi misión es parar el combate si hay problemas». Albert tiene nociones médicas para saber cuándo un participante corre peligro.

Él, que tiene formación a la hora de restañar heridas, sabe detectar cuándo se ha pasado el límite: «En este deporte siempre recibes, pero hay que tener claro que el golpeo es el medio para ganar, no la finalidad». En último término, su obligación es velar por el cumplimiento de las reglas y por la seguridad de los contendientes en el cuadrilátero. Los años de viajes y experiencias le han permitido ser juez de muaythai a nivel internacional, un rango poco habitual, hasta ser un auténtico ‘rara avis’ en la provincia. Su pareja, Silvia Iorga, también ejerce de árbitro. Ambos forman un tándem insólito de jueces. 

La colocación en el ring es vital. «Tienes que seguir la pelea de cerca. La clave es estar centrado, muy concentrado en lo que está sucediendo, tienes que estar pendiente de muchos detalles». De un vistazo, y en apenas un segundo, Albert sabe reconocer cuándo un competidor está tocado o padece una lesión por la que hay que parar el combate. La sangre o un golpeo en una zona especialmente delicada pueden ser líneas rojas que vigilar para que no se sobrepasen. Dentro de ese perfil de mediador, Albert ha aprendido a disfrutar: «Es un gustazo compartir el ring con según qué luchadores. Lo mejor es cuando asistes a un combate igualado, con mucho nivel técnico, con constantes alternativas y en el que no hay un competidor que se imponga de forma clara». 

Albert, como tanta otra gente del gremio, se carga algunos mitos del tabú del boxeo. «Sigue estando mal visto. Aún hay gente que cree que esto consiste en dar palizas. No somos sacos humanos. Hay normas y las aplicamos». Él, zorro viejo en estas modalidades, reivindica su componente educativo y de formación, algo que ve en el día a día de su gimnasio, el Kick Boxing Muaythai de Tarragona:  «Tenemos a niños pequeños con nosotros. Es un deporte noble, el único en el que los competidores se abrazan». 

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