Una peli en Disney Channel

El Reus guarda un punto ante el líder Huesca (0-0), en un partido que dominó durante muchos instantes y al que solo le faltó instinto caníbal en ataque

11 marzo 2018 22:01 | Actualizado a 20 marzo 2018 14:16
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A menudo el fútbol ensalza con exageración el veredicto. Olvida el cómo, el tránsito, el camino, cuando eso acaba construyendo los equipos de época. El resultado, en ocasiones, puede cegar conclusiones. Por ejemplo, el 0-0 del Reus ante el Huesca, en una tarde de dibujos animados que solamente careció de instinto caníbal. El gol no decoró una batalla extraordinaria, sincera, sin medias tintas. Para el Reus, además, el punto se trata de un dulce que aleja tinieblas y refuerza el plan. Ante el líder, los de Garai impusieron su rostro durante muchos minutos. En el cómo debe arroparse el equipo, instalado en el buen gusto, en esa idea de proponer más que el enemigo, independientemente de la distancia entre presupuestos. Ocurrió con el Huesca, que al final hasta dio la impresión de que el empate le dejaba conforme. Mérito infinito para el Reus.

El maravilloso primer tiempo dignificó a los que prefirieron el fútbol al cine de domingo por la tarde. En el Estadi enchufaron el Disney Channel. Embobados, como cuando tus sobrinos cogen la posturita en el sofá y no despegan ojo de la cajita tonta, con el Bob Esponja o la Patrulla Canina a pleno fervor y sus pupilas iluminadas. No te hacen ni caso. Reus y Huesca se desafiaron a corazón abierto, en un pulso sin descanso. No hubo tiempo ni para acordarse de las necesidades domésticas. Ninguno de los dos actores conquistó la jerarquía porque ninguno acertó. Se discutieron el juego con valentía. El miedo, el egoísmo, se lo olvidaron en la caseta. 

Si alguien detesta el escondite es Fran Carbia, que regresaba, por fin, a la zona de confort, instalado en esa posición de enganche que tanto ama. Allí dispone de visión panorámica para interpretar las caídas, para hallar grietas que nadie encuentra. Fran dispone de muchas virtudes, pero quizás la que menos se le valora tiene que ver con el movimiento sin balón. Resulta una delicia. Cada pelota que cae en zona de definición, elige sus pequeños pies, esas herramientas que solo utiliza para definir. A los cinco minutos vio como Miramón se desplegaba impoluto por la autovía que lleva su nombre, la derecha. Eligió con coherencia el servicio. Atrás. Claro, pensó en la inteligencia del socio Carbia. Fran remató de primeras, sólo los astros evitaron su gloria,

El partido se desbocó. Enseñó esa magia que sólo puede ofrecer el fútbol. Dinamismo, ritmo, sociedades milimétricas. El Huesca es un volcán cuando logra conectar con sus mediapuntas. Vadillo, Moi Gómez, Gallar. Un cartel indomable. Puedes inventar el plan que desees, resultan incontrolables. Moi obligó a Badia con un remate cruzado que parecía imposible. Para Supermán no existe nada imposible. Ya saben la historia de los Superhéroes. Con la pierna izquierda, Badia evitó lágrimas anticipadas. 

El atrevimiento del Reus le llevó al disfrute y también al sufrimiento. Mandó en fases y necesitó refugiarse en momentos. Conocía la exigencia del partido. De su excelente gestión nació una maniobra fascinante de Lekic, que guardó la pelota y la descargó al espacio. Liberó de enemigos a Querol, que se presentó sin amenaza de piernas malignas ante Remiro. Equivocó el golpeo. Impactó con el exterior y el balón tomó la curva hacia fuera. El Estadi solpló lamentos, aunque no se olvidó del aplauso, imprescindible para mantenerse de pie ante el líder. Un líder de categoría. El Huesca ni pestañeó y finalizó el primer acto mirando a Badia. Chymi culminó de punterazo, tras una combinación colectiva descomunal. Badia respondió de nuevo, instalado en esa grandeza decisiva. Otra vez con sus extremidades futbolísticas. Los pies.

La tormenta de ocasiones se apagó en el abrumador dominio del Reus, que gobernó el segundo parcial sin discusión. Su empuje finalizó en tierra prometida, en ese lugar donde emerge la diferencia entre los aspirantes al cielo y los que deben conformarse con la subsistencia. Le suele ocurrir al Reus. Es un mal conocido. 

 

Querol pidió penalti en una de sus carreras de Ryan Hall, el único fondista no africano más rápido del planeta. Chocó con Remiro, pero el juez le castigó a él con una amarilla absurda, cuando de haber castigo, quizás debió señalar el punto fatídico. Las excentricidades de los árbitros no suelen tener explicación. La ofensiva rojinegra finalizó en centros laterales sin cabeza aspirante, pero su fútbol, limpio, protagonista, a veces plástico, provocó sonrisas en el Estadi. El final fue muy de Disney. Para que nadie se enfade, botín para todos. 

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