Vítor Silva, te esperamos, mago

El enganche portugués volvió a sufrir problemas físicos en su rodilla la pasada semana y se perdió la cita ante el Getafe. No hay diagnóstico definitivo de su lesión ni plazos de vuelta, aunque seguramente tampoco viajará a Soria

19 mayo 2017 16:27 | Actualizado a 24 diciembre 2019 23:00
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Vítor Silva (Penafiel, 1984) pisó el verde de Anduva con esa media sonrisa pícara que suelen exhibir los dueños del destino. Pareció que en su libreto sagrado había escrito el desenlace de aquella tarde gélida en Miranda de Ebro. El enganche portugués nada más necesitó media hora de concierto para tomar la guitarra y exhibir un solo que hubiera firmado el mismo Paco de Lucía, el guitarrista más delicioso de la historia del flamenco. Con el Reus en desventaja, Vítor dibujó sociedades con aroma a riqueza con su colega Ramon Folch. Los dos se encuentran con el cerebro, casi ni se miran. Hablan el mismo idioma. Vítor participó en el ramillete de ocasiones que el Reus generó en la parte final de aquella velada, al ritmo de ‘Entre Dos Aguas’, el tema que encumbró a Paco De Lucía. También en el gol de Querol. El 1-1 pudo ser más, porque con el luso en plan generoso, el Reus rozó la gesta.

Precisamente, la generosidad distingue a Vítor en el campo. Es más feliz asistiendo que anotando. Detesta errar entregas. Vive de su capacidad para combinar, para ver resquicios que nadie ve. El fútbol entona su pureza más estética cuando sale de las botas del luso, un tipo introvertido, aunque realmente divertido cuando se encuentra en el clima íntimo. En Anduva, Silva completó su segundo ratito después de una incómoda lesión que le apartó de su pasión durante varios meses. Cayó en Huesca, su tobillo le traicionó. Ante el Mirandés sintió ese placer que sólo pueden sentir los artistas, lucir virtudes y ser venerado por los hinchas.

La pasada semana se incorporó a la rutina con el entusiasmo de conquistar un lugar en el once. De deleitar al Estadi con clases de geometría futbolera ante el Getafe. Vítor no contó con el infortunio. En la primera sesión, la rodilla le maltrató de nuevo. Le consumió de dolor y desprendió alguna lágrima, porque Vítor, como los poetas románticos, llora. Su interior conocía el desenlace de ese contratiempo. El mediapunta se cayó de la lista y hoy, todavía, nadie se plantea plazos sobre su vuelta.

Cero riesgos

De momento, desde el club no se ha oficializado un diagnóstico claro sobre el estado del futbolista. La importancia de Vitor resulta tan capital que nadie desea precipitarse con él hasta examinarle con minuciosidad, hasta agotar opciones para una recuperación temprana. Tampoco se le descarta el quirófano. Hablar de plazos sobre su caso, hasta notificaciones médicas, puede conllevar precipitación.

Al mago de Penafiel le costó hallar la admiración del Estadi en sus inicios de confusión. Para comprenderle se hace indispensable conocer sus filias y sus fobias. A los genios hay que admirarles sus paraísos y entender sus infiernos. Hoy, el templo del Reus sólo exhibe sus bocas abiertas de admiración por ese enganche de pequeñas dimensiones que llegó a lucir en la Champions y que aterrizó en la capital del Baix Camp bajo ciertas sospechas. A nadie le importan ya.

Los ecos del pionero ascenso a Segunda le señalan como pieza fetiche de ese once que los románticos recitan de carrerilla. Éstos todavía veneran aquel control majestuoso que generó el 1-0 ante el Racing, el día señalado, el del éxtasis infinito. Vítor ha logrado cambiar opiniones sin gritar. Apenas con susurros. El ruido lo ha alborotado su juego.

Vítor se refugia en estos días oscuros en el calor de sus compañeros, cómplices ante la lacra de las lesiones y la soledad que suelen traer. También en su familia y en el mar de la costa Daurada, del que se ha convertido en fan absoluto. En Reus se le espera. Porque a los genios hay que esperarles. Siempre.

 

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