Llega la Copa. Llega, sin duda, el mejor torneo de baloncesto de Europa. Llega la competición con más opciones de sorpresa. Lo más fácil es pensar que las opciones de romper el binomio Barça- Madrid son casi imposibles. Los dos acaparan los títulos desde 2009, con lo que ese factor está llevado a su mínimo exponente. Pero hoy en día, teniendo en cuenta que en la liga a un play-off es casi imposible batir a los grandes, solo nos queda esta opción en la Copa.
Una posibilidad que en esta edición parece un poco más posible. El hecho de que Barça y Madrid vayan por el mismo lado del cuadro, unido a la sensación de que hay muchos equipos que llegan en buena dinámica, invita al optimismo de ver un ganador diferente al de los últimos 13 años. Valencia, que acumula una racha tremenda en Euroliga; Baskonia, uno de los equipos con más chispa de esta temporada; Tenerife, equipo supersólido y cargado de moral tras ganar la Intercontinental; Joventut, anfitrión y con un carácter competitivo brutal; y tanto Unicaja como Gran Canaria están haciendo temporadas excepcionales y pueden dar pie a pensar en la sorpresa.
¿Quién conseguirá ganar? Realmente no lo sé, la única cosa que tengo clara es que el equipo que consiga entrar al torneo con una mejor química de vestuario y la mantenga durante el mismo, ante cualquier adversidad, tiene muchas más opciones de ganar. La Copa es un torneo con poco margen de error, con momentos difíciles que superar en segundos de tiempo, con tiempos de recuperación llevados al límite, con adversidades inesperadas que resolver rápidamente y para eso, incluso los favoritos, necesitan buena química.
Recuerdo la Copa del 98, que tuve la suerte de ganar con Valencia Basket. En cuartos jugamos contra el equipo más en forma del momento, en semifinales se nos lesionó de gravedad unos de los americanos, y en la final, además de ser novatos y jugar contra el campeón del año anterior, nuestro jugador más determinante se cargó con cuatro faltas a los 10 minutos de juego. ¿Cómo pudimos superar aquello? Sencillo, pero a la vez imposible muchas veces, con la química del grupo. Todos supimos de la importancia del momento y nos dejamos la vida en ello.
También he vivido la decepción de perder una final y unas semis. Es obvio que todos juegan con la misma intención, pero a veces, la química que has trabajado durante tiempo no llega al nivel de la de los otros equipos y estos son los que acostumbran a conseguir los objetivos. La química también se crea en la grada. Es un torneo espectacular y este año no hay ausencias en las aficiones que más vidilla dan al evento. Baskonia, Valencia, Unicaja y Penya llegan a tope con su gente, la comunión con los jugadores es siempre de gran ayuda y da una energía positiva que alimenta a los jugadores cuando las baterías empiezan a bajar de carga.
¡En definitiva, muchas ganas de baloncesto, ganas de Copa, y ante todo mucha Química!