CF Reus 1-0 Almería: Territorio Lucky Luke

El CF Reus conquista un nuevo éxito ante el Almería gracias a un gol de Máyor, que en el segundo tiempo provoca una pena máxima que Jorge manda a las nubes. El delantero resulta decisivo

19 mayo 2017 16:44 | Actualizado a 19 mayo 2017 16:44
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Máyor cabalgaba con la mirada perdida y el flequillo al viento. La rutina del peinado no se olvida, ni siquiera los domingos de chándal y tortilla de patata. Máyor ha patentado el oficio de transformar piedras en ramos de amapolas. Es un domador de balones quisquillosos. El delantero del Reus se había pasado media hora desnudando grietas, generando espacios en esa labor de desgaste insoportable. De codos en las costillas y cicatrices en el rostro. Muy desagradecida porque pocos la ven, pocos la admiran.

Ángel, el carrilero que no oculta su amistad eterna con la barba, asomó por la izquierda libre de aduanas. De hecho acostumbró a dejarse ver con mesura y puntualidad. Defendía en la otra orilla. Es decir, atacaba. El Reus lo celebró a la hora del café. En el despliegue de Ángel emergió la concreción. No necesitó pisar el fondo para servir una pelota con aroma a ron añejo. Se elevó Máyor, que antes precisó acomodar el cuerpo para superar anatomías imponentes. Lo hizo como un aeroplano. Del resto, otra vez, se encargó el flequillo. Como en Oviedo tributó al eterno Lucky Luke. Se habían consumido 31 minutos. El Reus ya transmitía seguridad alemana. Sus hinchas enloquecían.El frío no congelaba almas.

Natxo prefirió que Miramón conectase con la pelota a menudo y le situó como interior. No modificó el dibujo de Valladolid. En la cocina, Garai liberaba de regresos exagerados y cuerpeos abundantes a sus dos socios. En la intendencia es un perfecto maestro de ceremonias. Folch y Miramón sienten libertad artística a su vera. Pueden expresar su creatividad con el confort de cualquier espalda a salvo. El Reus tomó la pelota. No la vio el Almería, enormemente pequeño. Enseñó más bien nada.

La pureza de Olmo

La testa de Olmo generó suspiros exagerados con un remate que parecía gol inevitable y se perdió entre lamentos con misterio. Fue tras un tiro de esquina, al cuarto de hora, con el Reus acomodado en campo contrario y ejerciendo de teniente coronel. Su personalidad no admitió ni una sospecha. Olmo aporta una barbaridad en ese escenario. Sus pies son computadoras. En ellos se gesta cada ofensiva del Reus. Todo resulta más puro, más lógico, más sereno. Le jerarquía de Olmo le viste de indispensable.

El Reus acumuló meritocracia para aumentar el botín con cierta holgura antes del respiro. Pichu se quedó cerca en otra estrategia. A la pelota le encantó lamer madera, por lo visto. Del Almería, mientras, no aparecieron noticias. Se refugiaba y achicaba el agua, poco más. Parecía un rival depresivo, preocupado, apagado.

El reto del Reus no podía esquivar la ambición. El guión pedía con aseo un segundo gol que acabara con la incertidumbre, porque el fútbol suele penalizar la ternura. Lo saben los rojinegros, demasiado acostumbrados en convertir cada premio en una mina de oro. Su fútbol no se marchitó. Encontró la continuidad para deleitar a sus gentes con un éxito goloso. Se ausentó la puntería. Suele ser así.

El periscopio de Querol indicó con señal luminosa campo abierto a los 60 minutos. Ideal para la zancada poderosa del reusense. Cuando atisba espacio se siente un fondista africano. Activa sus piernas y corre. Nadie le sujeta. Luego exige el balón para acabar. No cualquier balón. El más exacto posible. En eso Folch ha cursado un Máster. No existe mejor socio. Folch se la puso por delante, ideal para definir sin pensar. El disparo de ‘El Cuco’ colisionó con Casto, que le acortó el ángulo estirándose como un chicle. Casto y Querol chocaron segundos después, en otra diagonal meteórica del rojinegro. Querol se marchó a casa antes de tiempo dolorido. Quizás la salida del arquero resultó un tanto exagerada, con una pierna sospechosamente elevada.

La sentencia no llega

Máyor decidió retar a Joaquín en un mano que se originó en la izquierda, también con un millón de yardas por delante. El atacante del Reus, rearmado de autoestima, superó en los 100 metros lisos a su oponente. Cuando pisó el área optó por la inteligencia. Ante la amenaza de oxígeno, instaló su rostro por delante de Joaquín y al contacto se marchó al suelo. El penalti fue inevitable. Jorge lo mandó al sexto piso. Prefirió la violencia a la delicadeza. Mal asunto.

Natxo y sus chicos no lamentaron su escasez de contundencia y eso que Kike la tuvo en el bocado final de la tarde. Se vio tan solo ante Badia que pareció no creérselo. Se asustó. Quizás pensó que se encontraba en el viejo oeste americano y eso es territorio Máyor. La casa de Lucky Luke.

 

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