CF Reus: Fernando. 'El discípulo del señor Correa'

El eterno formador pileño marcó los primeros pasos de Fernando, el delantero que vive un idilio con el Reus desde verano de 2014. Antes, en 2008, Manolo Jiménez le hizo debutar con el Sevilla en Almería

19 mayo 2017 21:29 | Actualizado a 22 mayo 2017 12:12
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En la Villa de Pilas, a  35 kilómetros de Sevilla, Fernando Rodríguez (11 de mayo, 1987) conquistaba las calles con un balón como fiel compañero de viaje. El señor Correa, conocidísimo en el lugar como formador de futuros talentos, le llevó a la Unión Deportiva, el club fetiche del pueblo, por el que siente cariño infinito. Allí se encuentran sus primeras huellas sobre el verde. 
El señor Correa le enseñó a entender el fútbol como un deporte colectivo. Le hizo huir de la vanidad y del egoísmo. Pronto, las virtudes de aquel chico iluminaron al Sevilla. La historia se gestó en un amistoso que el delantero no olvidará jamás.
Se midieron el alevín de la Unión Deportiva y del Sevilla. Ni siquiera el resultado, 1-10 para los de Nervión, borró el rostro de Fernando. Antonio Leiva, todavía técnico de la Academia del Pizjuán, no dudó. Lo cazó para las inferiores. Aquel niño prometió aprender rápido el himno del Arrebato. Como Sergio Ram os, líder del alevín sevillista.
Francisco Rodríguez, el padre del atacante, tomó un papel crucial en los primeros años del chico en la capital hispalense. La familia posee un negocio de artículos de regalo en Pilas, en el que Francisco ejercía durante la jornada matinal. Por las tardes  cogía el coche y convertía esos 35 kilómetros entre la villa y Sevilla en el sueño dorado de su niño. «Cuando ahora lo recuerdo, sé que aquello era un sacrificio enorme. Le estoy muy agradecido». Nostalgia inevitable.
Fernando no desaprovechó el tiempo. Pablo Blanco, director de la cantera del Sevilla, le mantenía en la lista  del privilegio. A los 16 años, el andaluz ingresó en la residencia del club, donde coincidió con Diego Capel y Alfaro, hoy en la élite profesional. El trayecto iba tomando cordura. Sus condiciones ya le distinguían. Atacante de potencia diferencial, con capacidad para romper sistemas defensivos con movimientos imponentes. Manolo Jiménez lo sabía. El técnico se convirtió en ángel de la guarda.
El 19 de octubre de 2008 sigue marcado con fluorescente en la vitrina de logros . Aquel día, en el Estadio de los Juegos del Mediterráneo de Almería, estrenó número con la zamarra de los mayores. Durante el curso 2008-09 disfrutó de otra tarde de protagonismo en Valladolid y de tres apariciones más en la Europa League, la competición de culto del Sevilla. El punta también destacó en el filial, que llegó a competir en Segunda A, junto a Perotti o Armenteros, entre otros.
El descenso de aquel Sevilla B le cortó las alas. Con un año más de contrato necesitó abrirse camino. La ley del fútbol. En junio de 2010 firmó por el Jaén. La aventura eterna en la categoría de bronce  quedaba inauguraba. El viaje de Fernando ha vivido vaivenes naturales. Lógicos en la carrera de cualquier deportista. En Ceuta (2011-12) se pasó ocho meses sin cobrar y masticó la crueldad del oficio. Lucena (13 goles) y Cartagena (2013-14) le impulsaron de nuevo. En el estadio de Cartagonova todavía adoran aquellos 20 goles (18 en Liga y 2 en Copa) que regaló. De especial recuerdo el que le marcó al Barcelona en la eliminatoria copera, en diciembre de 2013. 
Sergi Parés, director deportivo del Reus, le tanteó en verano de 2014, pero Fernando se decidió por el Hércules. No importó. El destino estaba escrito. En junio de 2015 se cerró su fichaje, tras una experiencia incómoda en el Rico Pérez. Parés le mantiene la fe. También el Estadi, que ya le bautizado como su Pileño. La actuación maravillosa en Lleida refuerzan el idilio. Siempre abrazado al gol.
En la Villa de Pilas, a  35 kilómetros de Sevilla, Fernando Rodríguez (11 de mayo, 1987) conquistaba las calles con un balón como fiel compañero de viaje. El señor Correa, conocidísimo en el lugar como formador de futuros talentos, le llevó a la Unión Deportiva, el club fetiche del pueblo, por el que siente cariño infinito. Allí se encuentran sus primeras huellas sobre el verde. 

El señor Correa le enseñó a entender el fútbol como un deporte colectivo. Le hizo huir de la vanidad y del egoísmo. Pronto, las virtudes de aquel chico iluminaron al Sevilla. La historia se gestó en un amistoso que el delantero no olvidará jamás.

Se midieron el alevín de la Unión Deportiva y del Sevilla. Ni siquiera el resultado, 1-10 para los de Nervión, borró el rostro de Fernando. Antonio Leiva, todavía técnico de la Academia del Pizjuán, no dudó. Lo cazó para las inferiores. Aquel niño prometió aprender rápido el himno del Arrebato. Como Sergio Ramos, líder del alevín sevillista.

Francisco Rodríguez, el padre del atacante, tomó un papel crucial en los primeros años del chico en la capital hispalense. La familia posee un negocio de artículos de regalo en Pilas, en el que Francisco ejercía durante la jornada matinal. Por las tardes  cogía el coche y convertía esos 35 kilómetros entre la villa y Sevilla en el sueño dorado de su niño. «Cuando ahora lo recuerdo, sé que aquello era un sacrificio enorme. Le estoy muy agradecido». Nostalgia inevitable.

Fernando no desaprovechó el tiempo. Pablo Blanco, director de la cantera del Sevilla, le mantenía en la lista  del privilegio. A los 16 años, el andaluz ingresó en la residencia del club, donde coincidió con Diego Capel y Alfaro, hoy en la élite profesional. El trayecto iba tomando cordura. Sus condiciones ya le distinguían. Atacante de potencia diferencial, con capacidad para romper sistemas defensivos con movimientos imponentes. Manolo Jiménez lo sabía. El técnico se convirtió en ángel de la guarda.

El 19 de octubre de 2008 sigue marcado con fluorescente en la vitrina de logros . Aquel día, en el Estadio de los Juegos del Mediterráneo de Almería, estrenó número con la zamarra de los mayores. Durante el curso 2008-09 disfrutó de otra tarde de protagonismo en Valladolid y de tres apariciones más en la Europa League, la competición de culto del Sevilla. El punta también destacó en el filial, que llegó a competir en Segunda A, junto a Perotti o Armenteros, entre otros.

El descenso de aquel Sevilla B le cortó las alas. Con un año más de contrato necesitó abrirse camino. La ley del fútbol. En junio de 2010 firmó por el Jaén. La aventura eterna en la categoría de bronce  quedaba inaugurada. El viaje de Fernando ha vivido vaivenes naturales. Lógicos en la carrera de cualquier deportista. En Ceuta (2011-12) se pasó ocho meses sin cobrar y masticó la crueldad del oficio. Lucena (13 goles) y Cartagena (2013-14) le impulsaron de nuevo. En el estadio de Cartagonova todavía adoran aquellos 20 goles (18 en Liga y 2 en Copa) que regaló. De especial recuerdo el que le marcó al Barcelona en la eliminatoria copera, en diciembre de 2013. 

Sergi Parés, director deportivo del Reus, le tanteó en verano de 2014, pero Fernando se decidió por el Hércules. No importó. El destino estaba escrito. En junio de 2015 se cerró su fichaje, tras una experiencia incómoda en el Rico Pérez. Parés le mantiene la fe. También el Estadi, que ya le bautizado como su Pileño. La actuación maravillosa en Lleida refuerzan el idilio. Siempre abrazado al gol.

 

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