Me contaba no hace mucho Roger Molina, en una de esas charlas hockísticas interminables, que la gran virtud de Adrià Català (Reus,1994) gravita en saber escuchar. En su cultura ilimitada para el aprendizaje. Adrià siempre ha visto en Molina un espejo innegociable. La sociedad reivindica fundamentos que van más allá del resultado. Son exponentes de la Academia OK Porters, un refugio que defiende a capa y espada la figura del arquero. No cómo un simple muñeco que escupe bolas, sí como un protagonista activo del juego.
Adri Català es el hijo mayor de Josep Maria, ese canterano del Reus que hacía latir al templo en los 90 cada vez que asomaba por la pista. Su disparo de pala encogía corazones y hacía temblar a los rivales. Gritaba con entusiasmo el Front ‘Bom Bom Català, Bom, Bom’. Josep Maria nunca atrapó el foco, en parte porque la salud no le acompañó. Precisó dejar la práctica del hockey por un problema cardíaco, aunque no abandonó su pasión. De hecho la ha transmitido a sus hijos. El primero, Adri. También Aleix, el pequeño de la saga.
Justo en la mañana previa a la decisiva batalla de anoche, Adrià recibió una inesperada sorpresa emocional. La familia le mandó un vídeo para alterar sus pieles. La respuesta fue directa y sencilla. ‘Papá, hoy ganamos el título’. Desde casa, rezando para que la red no complicara la existencia, Josep Maria, Cori y Aleix sintieron la plenitud al ver campeonar a Adrià. No hubo distancia entre Reus y Forte dei Marmi. Sólo lágrimas de orgullo.