Emilio Viqueira se ha desvinculado definitivamente del Nàstic. Era una consecuencia de la marcha del equipo y de la pérdida de confianza que se ha ido agrandando en las últimas semanas con los resultados nefastos del equipo.
El director deportivo se ha sentado en la sala de prensa para anunciar su adiós. No es una destitución, es una rescisión de contrato a falta de tres jornadas para terminar la temporada regular y sólo con un punto de colchón con los puestos de descenso a Segunda B.
Viqueira se ha despedido sin rencor, sin acritud. Deseando lo mejor para el club y para el equipo, del cual ha asegurado que confía plenamente en sus posibilidades y que tiene fe ciega en la plantilla que debe mantener el equipo en la categoría.
"Me voy agradecido del trato recibido y del Nàstic y deseo como el primero su salvación", ha explicado con el regusto de marcharse antes del final de la campaña.
Viqueira ha recordado a todo el munfo: cuerpo técnico, jugadores, presidente y familia. Con todos ha tenido buenas palabras y muestras de gratitud.
Un deterioro reflejado en los números
Los siete entrenadores que han pasado en las dos últimas campañas (Gordillo es el cuarto de esta campaña y el último en llegar esta misma semana) son un espejo de la mala planificación y resultados del Nàstic, que ha salvado a duras penas la categoría de plata. Vicente Moreno, Juan Merino y Nano lograron un milagro y el equipo salvó la categoría. La lección parecía aprendida.
Sin embargo, este año ha sido más de lo mismo y sin atisbo de mejoría: Lluís Carreras, Rodri, Nano y Gordillo han vuelto a dejar claro que el banquillo del Nàstic es inestable. Y ante tanto movimiento de entrenador no era difícil mirar más arriba y apuntar a la planificación deportiva.
Además, la tensión se palpaba en la grada y una buena muestra de ello es el triste final del Nàstic Osasuna (0-2) y la trifulca en el aparcamiento del Nou Estadi.
(seguirá ampliación)