En los más de diez años en la cúspide, el argentino Leo Messi ha compartido delantera con colosos de la talla de Ronaldinho, Samuel Eto’o, Thierry Henry, David Villa o Zlatan Ibrahimovic, todos ellos atacantes de categoría contrastada con los que jamás conectó tanto como cuando este curso coincidió con el uruguayo Luis Suárez y el brasileño Neymar Jr.
11 de enero de 2015. Últimos minutos del partido entre el Barcelona y el Atlético de Madrid en el Camp Nou. Messi anota el tercer tanto del encuentro y sentencia a los colchoneros. En la carrera para celebrarlo, comparte su júbilo junto a Luis Suárez y Neymar, autores de los otros dos goles azulgrana.
La imagen de los tres jugadores fundidos en un abrazo es la mejor fotografía para ilustrar en qué se ha convertido el Barcelona de Luis Enrique: un equipo directo, vertical, con pegada, rendido a la efectividad de sus tres delanteros.
Los tantos de los tres tenores latinoamericanos han sido decisivos a lo largo de la temporada para que el Barcelona haya alzado en el Vicente Calderón el vigésimo tercer título liguero de su historia. El argentino, el brasileño y el uruguayo han anotado 79 de los 108 goles que su escuadra ha realizado en la Liga, convirtiéndose así en el tridente más goleador y decisivo de la historia del club azulgrana, superando los 72 que en la Liga 2008-09 consiguieron el propio Leo Messi, Samuel Eto’o y Thierry Henry.
También han superado las cifras de Cristiano Ronaldo, Karim Benzema y Gareth Bale, que en el campeonato liguero se han quedado en los 73 tantos.
El rosarino sigue siendo el rey de las áreas, pero ya no está tan solo. En la temporada en la que ha superado a la leyenda del Athletic Club de Bilbao Telmo Zarra como máximo goleador de la historia liguera, el cuatro veces Balón de Oro ha sumado 41 tantos en la competición doméstica, lejos de los 50 que firmó en la Liga (2011-12).
Si Messi es el rey, Neymar es el príncipe. A ambas estrellas se les ha sumado un escudero de lujo como Luis Suárez. Los tres dan forma a un Barcelona que cada vez necesita menos de sus centrocampistas para maniatar a los rivales de una Liga gobernada por un tridente de solistas que compusieron una sinfonía goleadora casi perfecta.