Las siete vidas del 'jefecito'

David Sangrà mantiene la ambición en la joven pandilla que dirige Joan Pallarès. En el Morell es voz autorizada y su experiencia lidera a un vestuario con el reto de conservar la Tercera División

19 mayo 2017 21:28 | Actualizado a 22 mayo 2017 12:13
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Cuando en verano de 2014, David Sangrà (Salou, 1981) salió del Ascó, la ambición pareció tocar el límite. Su amigo y compañero de batallas en el Reus, Joan Pallarès, le convenció para formar parte del modesto proyecto de El Morell, por aquel entonces todavía en Primera Catalana. Pensó el central que era el momento de bajar prestaciones y alimentar el disfrute, pero Pallarès no le dejó. Le pidió máximo compromiso y le reforzó el ímpetu. Le motivó como si se tratara de un juvenil recién ascendido al primer equipo. David tiene ahora 34 años. «Sinceramente, cuando salí de Ascó ya no pensaba en volver a competir a este nivel, pero soy inconformista y ‘Palla’ también ha ayudado», confiesa.

El plan de Pallarès dio resultado. En junio de 2015, el Morell alcanzaba el premio más grande de su historia; la Tercera División. Con el de Salou liderando la zaga y un grupo de jugadores reconocible, sin exceso de caché futbolístico, pero repletos de entusiasmo. En ese equipo, el central volvió a compartir aventura con viejos conocidos como Marc Carrasco, ahora segundo entrenador, y Borja.

David ha necesitado volver a enchufar ese gen competitivo que le hizo triunfar en su casa, el Reus, donde pudo saborear el paso previo al fútbol profesional en Segunda B. Su actual entrenador en el Morell no dudó de nuevo. Pallarès le ofreció mantener su condición en el club, a cambio de responsabilidad en la jerarquía del grupo. Sangrà es voz autorizada. La experiencia le otorga licencias. Tira del carro en un grupo tierno para la nueva categoría, aunque con mimbres para adaptarse y relacionarse bien con ella.

El nuevo Morell de Tercera se ha vestido como filial encubierto del Reus. Mezcla producto muy joven con rockeros de recorrido como el mismo central o Marc Sellarès. «A Marc ya le conocía porque nos hemos enfrentado muchas veces. Me llevo muy bien con él e intentamos ayudar a la gente joven en todo lo que podemos», admite David.

El ‘jefecito’, tal y como era conocido en el vestuario del Reus por su admiración a Mascherano, adopta ese papel de padre de familia para los chicos que aspiran a la elite. Sobre todo cuando llegan los días oscuros. «Cuando las cosas van bien, todo es más fácil. Cuando no ganas se trata de mantener el equilibrio. Transmitir tranquilidad».

En un buen momento

Sir ir más lejos, el Morell rompió el pasado sábado una racha de tres partidos sin conocer el éxito. Le ganó 2-0 al Rubí, con un gol de Sangrà, el segundo, a lo delantero centro. «Sabemos que si no cometemos errores podemos competir contra cualquier rival. El día que no estamos metidos podemos perder contra cualquiera», refleja un defensa que asegura vivir un instante «ideal. Me encuentro físicamente mejor que el año pasado. Quiero acabar mi carrera en el fútbol bien. En este sentido soy egoísta y ambicioso».

Por el momento, Sangrà cumple con su propósito. Cuando todos le habían finiquitado, cuando él mismo consideró que el fútbol exigente había terminado, la vida le ha dado una nueva oportunidad. A estas alturas resulta hasta casi temerario aventurarse a sentenciar que será la última. El central ha demostrado ya su capacidad para reinventarse. Es una especie en extinción. Nunca se rinde. De ahí sus interminables siete vidas.

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