Las nucleares acaban los búnkeres para operar en caso de emergencia

La Asociación Nuclear Ascó-Vandellòs II (ANAV) presenta los edificios levantados en las dos plantas que permiten a los equipos especiales trabajar de forma autónoma y segura 72 horas

19 mayo 2017 16:58 | Actualizado a 21 mayo 2017 16:04
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La Asociación Nuclear Ascó-Vandellòs II, propietaria de las centrales nucleares catalanas, ha finalizado dentro del plazo previsto (antes del 31 de diciembre) el plan de refuerzo de la seguridad impuesto por el Consejo de Seguridad Nuclear. Un plan derivado de la catástrofe de Fukushima Daiichi en 2011, y de las pruebas de resistencia realizadas a posteriori en las plantas.

En seis años de trabajos, la sociedad compartida por Endesa e Iberdrola ha invertido 100 millones de euros en los complejos de Ascó y Vandellòs II.

La guinda del conjunto de mejoras programadas ha sido la construcción de dos búnkeres al aire libre, uno en cada emplazamiento. Los centros se activarán sólo en caso de accidente nuclear cuando el personal situado dentro de la planta perdiera la capacidad operativa.

Las estructuras están diseñadas para trabajar a pleno rendimiento en episodios meteorológicos extremos (lluvia, viento, nieve y temperaturas anormales) y catástrofes naturales como incendios o terremotos.

Tres datos. El edificio blindado de Vandellòs II resiste vientos huracanados de 250 km/hora, lluvias torrenciales de 380 mm en 10 minutos y temperaturas de 40 grados.

Se trata de edificaciones blindadas, de dos pisos de altura, sin ventanas y construidas en hormigón, que permitirían al equipo de emergencia trabajar de forma segura y autónoma un total de 72 horas.

El búnker, o Centro Alternativo de Gestión de Emergencias (CAGE), de Ascó puede albergar a 120 personas en dos turnos y el de Vandellòs, a 70.

Su interior está dividido en múltiples habitaciones de pequeño y mediano tamaño con todo lo necesario para que el equipo sobreviva libre de contaminación radioactiva: salas de trabajo y reunión equipadas con teléfonos vía satélite, un comedor, dormitorios, vestuarios, cocina, enfermería, equipos de filtrado del aire, sala de descontaminación, sala de suministro de bombonas de aire limpio, laboratorio, tanques de agua de uso sanitario y sistemas de autoabastecimiento eléctrico.

Entre el equipamiento para los trabajadores destaca la ropa de repuesto, distintos tipos de dosímetros y las raciones de comida de campaña. Cada ración -una bolsa blanca grande de plástico- contiene alimentación empaquetada y enlatada y otra, en sobre, para calentarla en el microondas. Los operarios recibirían una bolsa por día. El alcohol está prohibido.

El coste del búnker de Vandellòs se sitúa entre los 7 y 8 millones de euros. El presupuesto de su hermano mayor de Ascó es aún superior.


Zona limpia y sucia
Los edificios disponen de dos itinerarios. Un primero, denominado ‘zona sucia’, por donde circula el personal que opera en el exterior y pudiera quedar expuesto a contaminación radioactiva. El segundo itinerario, la ‘zona limpia’, ocupa la mayor superficie del búnker y en sus salas no hay riesgo de contaminación.

La frontera entre los dos itinerarios es un estrecho pasillo, con un pórtico de contaminación en el centro para medir la radiación.

Quién esté limpio podrá cruzar a la zona saneada, en caso contrario debe abrir una puerta a su izquierda y acceder a la enfermería y sala de descontaminación. Si el grado de contaminación o heridas físicas del operario alcanzan el nivel 2 en una escala de 3, la persona es evacuada a Madrid. Si padece un nivel 3, a un centro especializado en Francia.

El complejo se completa con un helipuerto en el exterior del recinto y el almacén con los equipos portátiles de refrigeración y alimentación eléctrica.

ANAV ha formado el personal necesario para abrir los centros de emergencia cuando se determine. Con todo, el centro cuenta con hojas de instrucciones en varias de las salas para que operarios no expertos en un asunto puedan utilizar un instrumento, ya sea el teléfono vía satélite o un dosímetro.


Contener y filtrar
La construcción de los búnkeres es la obra símbolo del plan de refuerzo post-Fukushima pero no la única. Además de los equipos portátiles, es muy relevante la incorporación de sistemas destinados a proteger la integridad de los edificios de contención que acogen en su interior los reactores nucleares.

Por un lado, los llamados recombinadores pasivos de hidrógeno permiten evitar la acumulación y deflagración del hidrógeno, como ocurrió en Fukushima. Los sistemas de venteo filtrado controlan la presurización de la contención y reducen las emisiones radiactivas al exterior en caso de accidente.

De manera paralela, se han realizado numerosas actividades orientadas a las personas, con más de 160.000 horas/hombre destinadas a formación, lo que ha supuesto un aumento del 15 por ciento del tiempo dedicado a formación en ANAV. Además, se han revisado más de 20 procedimientos y se han creado 30 nuevas guías para fijar las instrucciones a seguir.

ANAV ha sufragado íntegramente la millonaria inversión derivada del accidente nuclear en Japón.

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