Núria Messeguer, perseguida en la India por miedo al contagio del virus

La periodista ebrense explica en primera persona su experiencia vivida a raíz de la crisis del coronavirus. La compañía de vuelos con la que volaba de regreso a España el 17 de abril le canceló el vuelo sin explicación alguna

01 abril 2020 06:45 | Actualizado a 02 abril 2020 10:18
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Después de seis meses en la India trabajando de voluntaria en la Fundación Vicente Ferrer me disponía a empezar mi viaje. Antes de volver a España quería conocer el norte, empezando por Rishikesh, subiendo a Himachal Pradesh y conocer Daramshala, para luego entrar en Cachemira y poder ver el Himalaya. No iba sola, éramos tres chicas, que al igual que yo ya estábamos acostumbradas a este país y conocíamos las particulares de la India.

A diferencia de España, la India respiraba tranquila sin el ruido del coronavirus. A pesar de la proximidad con China, no se reportaron apenas casos. Todo seguía su curso. Mucha gente decía «el virus no resiste temperaturas tan elevadas» o «esta gente está hecha de otra pasta, con la de bacterias a las que están expuestos y lo bien que viven». Yo me lo creí y viví tranquila por un tiempo, hasta que un día un médico de la fundación me dijo: «Yo que tú tendría mucho cuidado, la gente está muriendo en España». Estos días pienso mucho en las palabras que me dijo aquel hombre. 

Los días pasaban e India ya tenía cientos de casos, la mayoría de ellos en el estado de Maharastra, principalmente en Mumbai. La situación empezaba a complicarse. Nosotras decidimos avanzar el calendario de viaje e intentar entrar en el estado de Himachal Pradesh antes de lo previsto.  Himachal era el único estado indio sin casos de coronavirus. La compañía de vuelos con la que volaba de regreso a España el 17 de abril me canceló el vuelo sin explicación alguna. Sin billete de vuelta, y con el panorama que había en nuestro país, Himachal me pareció una buena idea. Se comentaba que Himachal estaba cerrando fronteras para evitar la entrada del virus; «aún mejor», pensábamos nosotras, «más seguro». Así que las tres nos subimos en un autobús nocturno dispuestas a cruzar la frontera. Apenas dos días antes los indios nos pedían selfies, y ahora nos miraban al caminar. «Go home», decían, mientras apartaban a los niños y se ponían la mascarilla.

«Estamos sin ninguna respuesta del gobierno español y a falta de un avión de repatriación. Todos merecemos volver a casa» 

No pasamos la frontera, el revisor nos delató diciendo a la policía que tres blancas iban en el vehículo. Después vino el jefe de policía y nos dijo las cosas bien claras: India ya no era un país seguro para extranjeros, las cosas se iban a poner feas y solo por nuestra piel nos acusarían de estar infectadas. Fue entonces cuando pensé en todas las veces que la gente de piel blanca había maltratado sistemáticamente a los indios u otras personas por el color de su piel. El miedo nos hace irracionales y nos llena de odio y de desconfianza.

Volvimos a Rishikesh el 22 de marzo. Nos alimentamos a base de plátanos y galletas en un hotel que conseguimos regatear. Algunos hoteles ya no dejaban hospedar a extranjeros por miedo al contagio. Con un permiso de la embajada conseguimos llegar al aeropuerto y compramos el último vuelo a Delhi. La llegada no fue fácil. Una vez en la ciudad, nos vimos obligadas a andar por las calles a las 11 de la noche pidiendo alojamiento. Al final nos vimos obligadas a decirle a un hotelero que dormiríamos en la calle frente a su puerta y que si nos pasaba algo recaería sobre su conciencia. A día de hoy seguimos durmiendo aquí. Llevamos una semana en Delhi. 

En el vecindario también se alojan europeos. Es entretenido hablar con ellos. Te preguntan cuándo será tu vuelo a España, y tú respondes que no hay vuelo. No hay vuelo de repatriación para los españoles. Para qué poner vuelo si podemos subastar a precio de oro los billetes sobrantes de vuelos de otros países, pensará mi gobierno. 
Muchos españoles están malviviendo o pagando habitaciones a precios desorbitados porque no tienen otra elección. Decir también que el Instituto Cervantes en Nueva Delhi opera desde apenas dos días y con recursos limitados, al contrario de lo que informan los medios en España. Considero que la embajada española se está dejando la piel, y que con los pocos recursos que tienen, nos ayudan lo máximo posible. Pero en estos tiempos de incertidumbre, todos merecemos llegar a casa y estar cerca de nuestros seres queridos. Sin embargo, sin ninguna respuesta por parte del gobierno español y a falta de un avión de repatriación, seguiremos viviendo en esta situación de desamparo.

Tarraconenses 'atrapados' en el extranjero por el coronavirus

Núria Messeguer, de La Sénia y antigua redactora del 'Diari', explica su accidentado viaje por la India, sin billete de vuelta a España todavía. La periodista ebrense explica en primera persona su experiencia vivida a raíz de la crisis del coronavirus.

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