Antoni Castells: 'Desahogarse con Bruselas no sirve para nada'

Se habló mucho de política económica hace una década, cuando con el arranque de la Gran Recesión se hacían llamamientos a «refundar el capitalismo». ¿En qué quedó todo eso?
«Refundar el capitalismo». Lo dijo Nicolas Sarkozy en Toulon, en enero de 2009. Sucede muy a menudo: la gente está cargada de buenas intenciones en los momentos de efervescencia, y después se les pasa. El ser humano está lleno de casos como éstos. Es algo que nos obligaría a llevar a cabo reflexiones más fuertes y de fondo sobre las causas que nos llevaron a la Gran Recesión.

¿Qué reflexiones?
La reflexión fundamental que deberíamos extraer de la Gran Recesión es que no puede haber un mercado que funcione sin un poder político. La Gran Recesión se produce por una Globalización sin límites ni controles, fundamentalmente financiera. De ahí la vuelta al keynesianismo. Porque, en 2009, todos fuimos keynesianos.

Pero se nos olvidó.
En 2009, la Comisión Europea encargó a un grupo dirigido por Jaques de Larosière elaborar un informe con recomendaciones para reforzar el sistema de supervisión financiera europea. Miremos qué conclusiones salieron de ahí, y mirémoslas diez años después. En esas recomendaciones se hacían propuestas concretas sobre el sector financiero, pero muchas de ellas han quedado en el cajón. Es cierto que se han hecho cosas, pero muy insuficientes.

¿Qué quedó por hacer?
Por ejemplo, los paraísos fiscales: siguen estando ahí. Las stock options y los incentivos perversos: siguen estando ahí. Las agencias de rating, que de validar a todo el mundo con ‘Triple A’ pasaron a ‘bonos basura’: pues siguen siendo la palabra de Dios. Hay todo un conjunto de medidas que no se han adoptado. Es un problema de fondo, y el problema de base es el equilibrio entre Estado y Mercado. Es decir, política económica. 

Que hoy no se está haciendo. ¿Es eso?
Porque muchas políticas de tipo redistributivo, o se hacen a nivel europeo o no se hacen. El hecho de que no se hagan lleva a un descontento, y este malestar lleva luego a populismos.

Y todo eso, en medio de un escenario por donde asoma la posibilidad de una nueva crisis, con EEUU alentando guerras comerciales, con la incertidumbre del Brexit...
La cuestión es: ¿Se han dado los pasos para corregir los problemas que llevaron a la Gran Recesión? No suficientemente. EEUU es un caso en el que este problema que tiene Europa se da menos, porque tienes un gobierno federal capaz de aplicar estas políticas. Pero si miras el grado de apertura de la economía estadounidense con el resto del mundo, ves que es más pequeño que el que tienen los países de la Unión Europea.

¿Por qué?
Porque una parte importante de las importaciones y exportaciones que tienen estos Estados miembros de la UE se dan con otros países de Europa. La gran diferencia con EEUU es, como le decía, que allí hay un gobierno federal, y eso fue lo que les permitió poder hacer políticas económicas muy rápido. Cuando Europa empieza a aplicar políticas de austeridad en 2010, que pienso que fueron erróneas, al no haber instrumentos de tipo federal, la zona euro entra de nuevo en recesión en 2011. Parte de la causa de los populismos en Europa tiene que ver con esto.

¿Menos Europa porque nos faltó más Europa?
En cierto modo. La Globalización provoca problemas económicos y sociales que necesitan políticas económicas. Siempre es lo mismo. Como no se pueden aplicar, si la Globalización provoca más desempleo, etcétera, etcétera, entonces volvemos hacia casa y recuperamos competencias al único nivel en el que es posible aplicar esas políticas, que es el nivel nacional.

Y ahí estamos con esa explosión anti europeísta. ¿Es eso?
La respuesta buena es: creemos un poder político a nivel europeo.

¿Los Estados Unidos de Europa?
Para que esta propuesta pueda ganar hace falta que los ciudadanos europeos lo quieran así, y que quieran compartir una identidad europea por encima de la nacional. Pero como que hoy Europa siempre sale como culpable de todo... En mi opinión, tal y como indica, la respuesta es un proyecto político de izquierdas con unidad política de Europa, es decir los Estados Unidos de Europa, que a la vez nos ayudarían a resolver el problema catalán.

¿Cómo, cuando crece en Catalunya un discurso desencantado hacia la UE entre quienes proclamaban «Europa no ho permetrà»?
Ya. Hay dos errores. Primero, la ingenuidad de decir «Europa no ho permetrà». Después, la reacción malhumorada contra Europa cuando no sucede lo que tú creías. Es un desacierto salir a hacer críticas ásperas contra los europeos, por muy decepcionado que te sientas. El desahogo no te conviene: este país está lleno de ejemplos de ello. Antes de ir a Bruselas a meterte con las instituciones europeas para desahogarte, piensa si te conviene. Porque, si no, es puro desahogo que no sirve para nada.

El euroescepticismo, en todo caso, crece de forma generalizada en todos los rincones de Europa...
Sí. Una postura es la que comentábamos ahora: «Yo soy tan europeísta, que Europa me decepciona». La otra es más nacionalista, de euroescepticismo. Hay algunas razones que lo explican. No olvidemos que, con la apertura de la UE hacia el Este, que era de justicia y necesaria, se cometió la gran ingenuidad de no ver que esos países que se incorporaban no estaban en la misma dinámica del núcleo fundacional de la UE, que iba hacia una integración política. Países como Polonia no estaban por eso: después de tantos años en la órbita soviética, ¡estaban por recuperar su identidad nacional!

¿Hay que volver a hablar de una Europa de dos velocidades?
Se hubiese tenido que hacer una Europa de dos velocidades, sí. Ya no se puede. Pero, en la práctica,  si el núcleo del euro lo quiere hacer de verdad, ha de haber formas que lo propicien.