¿Estamos preparados para cerrar las nucleares?

Alcanzar los objetivos de reducción de emisiones para 2050 puede requerir esfuerzos suplementarios si se quiere basar únicamente en el despliegue de renovables

11 diciembre 2019 09:20 | Actualizado a 12 diciembre 2019 12:43
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El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) ha fijado para el año 2030 el cierre de la central nuclear de Ascó I, mientras que Ascó II debería cerrar en 2032 y Vandellòs II en 2035. Para esas fechas, todos los Estados miembros de la Unión Europea (UE) deberán haber reducido en un 40% sus emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) respecto a la cifra del año 1990. En 2050, esa reducción tendría que haber alcanzado entre el 80% y el 95%. ¿Podemos plantearnos de manera realista alcanzar esos objetivos prescindiendo de la energía nuclear?

Francisco Calviño, doctor en Ciencias Físicas y catedrático de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), además de profesor del máster en Ingeniería Nuclear de esta misma universidad, es claro en la respuesta: «Creo sinceramente que no».

«El problema que tenemos -explica en referencia a la emergencia climática- es importante, y sustituir toda la generación de energía por renovables en un plazo de 10 años es imposible. Por eso pienso que en este plazo de transición de 10, 20 o no sé cuántos años, hay que tirar de las tecnologías más limpias posibles». Y esas tecnologías, cuando hablamos de emisiones de Gases de Efecto Invernadero, incluyen la energía nuclear.

Hay un dato importante en este punto, a menudo segregado del debate: la energía nuclear es barata y de bajas emisiones. Cuestiones como la seguridad ante un posible incidente o accidente, junto al tratamiento de los residuos nucleares derivados de la tecnología de fisión, no obstante, eclipsan esa realidad.

Desde una óptica de emergencia climática, sin embargo, donde la prioridad está en frenar cuanto antes y en la mayor proporción posible las emisiones de Gases de Efecto Invernadero, la energía nuclear está sin duda del mismo lado que tecnologías como la fotovoltaica, la hidroeléctrica, la geotérmica o la eólica. Pero, a diferencia de estas otras, con una capacidad de poner electricidad en la red con una inmediatez y de forma masiva que, a día de hoy, las otras no alcanzan.

Así lo reconocen instituciones como el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas cuando, en su informe Global Warming of 1.5 ºC, que incluye a la energía nuclear entre las fuentes con bajas emisiones de carbono, al mismo nivel que las renovables o los combustibles fósiles con captura y almacenamiento de carbono.

En el caso de la energía nuclear, en este informe se señala que las emisiones medias de su ciclo de vida son de 12 gramos de CO2/kWh, lo que la sitúa en niveles similares a los de la energía eólica e inferiores a los de otras tecnologías renovables, y le lleva a defender un aumento significativo de la contribución de la energía nuclear para lograr mantener el incremento de temperatura del planeta respecto a los niveles preindustriales por debajo de los 1,5 grados centígrados.

Verdes y pro nucleares

Estos son los argumentos que, coincidiendo con la celebración esta semana en Madrid de la Cumbre del Clima COP25, la Associació Nuclear Ascó-Vandellòs II, que gestiona las tres centrales activas en la demarcación de Tarragona -Ascó I (participada en un 100% por Endesa), Ascó II (85% Endesa y 15% Iberdrola) y Vandellòs II (72% Endesa y 28% Iberdrola)- utilizó para insistir en la necesidad de plantearse alargar la vida útil de las centrales nucleares más allá del límite fijado de 40 años desde su puesta en funcionamiento.

En su opinión, es una medida  que ayudaría a poder cumplir con los Acuerdos de París para la descarbonización de nuestra economía sin poner en riesgo la seguridad de suministro eléctrico y la estabilidad del precio final de la energía. Una posición que, según comenta Francisco Calviño, de la UPC, puede contar con un mayor o menor grado de comprensión y aceptación social en función de cuál sea la opinión pública dominante.

Donde unas sociedades pueden percibir una propuesta como ésta como un mero intento de prolongar (legítimamente) una actividad económica lucrativa, otras pueden valorar los argumentos del dato frío, concluyendo que, sin nucleares, es poco más que ‘postureo’ prometer que se llegará a las cero emisiones de CO2 en el calendario marcado.
Es lo que han decidido países como Finlandia, donde según relata Francisco Calviño, de la UPC, «el Partido Verde finlandés ha aprobado la construcción de nuevas centrales  nucleares, porque la gente ya está informada».

«Los finlandeses -prosigue-, los franceses, los ingleses, no son tontos: y siguen construyendo nuevas centrales nucleares. ¿Eso significa que son más inseguros que nosotros? No. Es simplemente un planteamiento de la sociedad. Luego tienes el modelo alemán de cierre de nucleares, que lo que ha significado es que durante periodos del año se ha tirado más de combustibles fósiles, y se ha quemado más carbón de lo que en mi opinión se debería. Sustituir la energía nuclear por renovables de forma inmediata es difícil, y acabas tirando de combustible fósil».

«Los Acuerdos de París -recuerda Francisco Calviño, de la UPC- son sobre emisiones o emisiones cero, no sobre tecnologías. La solución tecnológica que se adopte dependerá de la cultura de cada país, pero para tomar esa decisión pienso que la sociedad tendría que estar antes muy bien informada. Y saber que, para cerrar nucleares en Alemania de forma inmediata, durante un tiempo vas a emitir más CO2».

Fundamentos tecnológicos

Así es como, por ejemplo, «mientras España ha decidido cerrar paulatinamente sus centrales nucleares -prosigue Calviño-, otros han decidido no hacerlo. Limitar a 40 años la vida de una central, en realidad no tiene fundamento tecnológico. En el caso de España, el modelo es el estadounidense, porque básicamente copia el sistema de EEUU. Y, en ese país, algunas centrales ya tienen extendida la vida hasta los 60 años».

La clave está, según cuenta este catedrático, en «la vasija del reactor, que es el único elemento que no puedes cambiar: se trata de hacer análisis de estas vasijas y, en función de su estado, decidir alargar o no su vida».

«Lo que dice el Protocolo de París -insiste Francisco Calviño, de la UPC- es ‘cero emisiones’, con un futuro donde no se emita CO2. Y, en algunos países, el componente nuclear es importante para conseguir eso. Francia no tiene problema de emisiones, porque el 60% de su energía es nuclear. Y no dude de que, en 20 o 30 años, en China e India va a haber centrales nucleares, porque su solución para reducir las emisiones de CO2 pasará por las tecnologías nucleares».

«Yo no sé si hay que instalar nuevas nucleares en España -reflexiona-, pero de lo que estoy seguro es de que, si ya las tenemos funcionando, por qué no extenderles la vida».

Es una emergencia

Vocablos como «emergencia» o «crisis» están desterrando con rapidez al tradicional «cambio» cuando aludimos a la «emergencia climática». Activistas como Greta Thunberg se han encargado de poner de manifiesto que no hay un segundo que perder. La urgencia está en las emisiones de Gases de Efecto Invernadero, y nuevas corrientes ecologistas, lideradas en Europa por el Partido Verde finlandés, han visto en la energía nuclear la vía más inmediata y con el suficiente impacto como para esquivar un punto de no retorno al que algunos creen haber llegado ya. 

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