Innovación disruptiva para acelerar el cambio

La transición hacia un nuevo modelo basado en la economía circular y baja en carbono es un reto inaplazable que requiere del impulso y la colaboración de agentes muy diversos

26 marzo 2021 11:09 | Actualizado a 15 abril 2021 12:59
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En estos tiempos complejos y cambiantes la pandemia ha puesto de manifiesto que el foco de la industria en la sostenibilidad no es opcional. La reducción de actividad que ha provocado ha servido para comprobar que sin una estrategia decidida y acciones urgentes los desastres sanitarios, económicos y sociales que ahora vemos serán muy poca cosa comparados con los que, con toda certeza, sufriremos a causa de la emergencia climática y de la pérdida de biodiversidad. La transición hacia un nuevo modelo basado en la economía circular y baja en carbono es un reto inaplazable que requiere del impulso y la colaboración de agentes muy diversos. Uno de ellos, por supuesto, es la industria química. Un sector caracterizado por su gran músculo innovador, su potencial transformador del sistema productivo actual y su posición de liderazgo en inversión privada y en contratación de personal investigador. 

Como sector transversal que somos, desde la industria química abastecemos de productos y tecnologías al 98% de los demás sectores productivos y estamos en la base de innumerables cadenas de valor. Estamos permanentemente reinventándonos para estar en sintonía con la cambiante agenda social y con las demandas de los propios mercados. La industria química lleva mucho tiempo comprometida con la economía circular, ofreciendo por un lado soluciones a otros sectores y por otro mejorando sus propios procesos para ser una industria todavía más eficiente en el uso de los recursos, desde la fase de diseño de los productos hasta el tratamiento al final de su vida útil. 

Los principales proyectos en los que actualmente está embarcado el sector están directamente vinculados a los objetivos de neutralidad climática en 2050 marcados por el Green Deal y los Planes de Recuperación y Resiliencia de la Unión Europea. Supondrán un gran impulso a la innovación en áreas como la eficiencia energética, la electrificación o el desarrollo de procesos químicos de bajas emisiones, lo que incluye la captura y uso de CO2 como materia prima. 

Las empresas químicas estamos trabajando también intensamente en el campo del almacenamiento energético, desarrollando baterías que soporten mayor densidad y más ciclos de carga y sistemas avanzados de almacenamiento térmico, potenciando la eficiencia de las energías renovables, especialmente de la fotovoltaica, y de la movilidad basada en hidrógeno. Se abren grandes perspectivas en el ámbito de la economía circular gracias al reciclado químico, ya que esta tecnología permite obtener materias primas secundarias a partir de residuos plásticos que hoy en día terminan en incineradoras, vertederos o directamente en el medio ambiente (unos  2,5 millones de toneladas al año solo en España).

Es fundamental conseguir que se legisle bajo el principio de neutralidad tecnológica, para que se impulsen todas las tecnologías que muestren un desarrollo potencialmente prometedor y competitivo, como es el caso del hidrógeno, sin que ello frene el desarrollo de otros avances que podrían alcanzar resultados eficientes por otras vías. 
En el largo camino que como sociedad transitamos hacia la neutralidad climática no podemos permitirnos esperar a la tecnología perfecta sin actuar. Debemos ser capaces de implantar paulatinamente aquellas soluciones mínimamente viables que permitan reducir el volumen de emisiones, aunque todavía no signifiquen alcanzar la neutralidad completa. La dirección correcta es seguir avanzando y mejorando. 

Por último, la digitalización sigue siendo un vector clave para nuestra innovación, ya que nos permite optimizar procesos, aumentar la seguridad y mejorar la toma de decisiones, minimizando riesgos. Nos hace ganar eficiencia, productividad, flexibilidad y agilidad a la hora de adaptarnos al cambio asociado a productos y clientes, especialmente en tiempos de incertidumbre. 

Por ello, hoy, quizás más que nunca antes, sentimos la responsabilidad de remarcar que los gastos en innovación y, por supuesto, en digitalización, no constituyen costes sino inversiones en nuestro presente y, sobre todo, en nuestro futuro. Debemos aprovechar con sentido común e inteligencia hasta el último euro de ayudas de los fondos Next Generation a nuestra disposición. La industria química ha estado a la altura en el pasado. Estamos seguros de que lo seguirá estando en el futuro. 
 

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