Javier García: 'Tarragona puede ser el 'hub' químico de Europa'

Expoquimia. El presidente de IUPAC y uno de los científicos más brillantes del país confía en que el territorio sea uno de los ecosistemas europeos de innovación

17 septiembre 2021 17:12 | Actualizado a 18 septiembre 2021 05:57
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Es una pregunta muy habitual, pero no por eso necesaria y que habría que responder. ¿Por qué el científico formado en España tiene que irse a ‘triunfar’ lejos?

Desde el 2008 hemos perdido 12.000 científicos. Ha sido una sangría de talento enorme porque se congelaron las plazas públicas en el sistema español de ciencia y tecnología. Eso ha envejecido nuestras plantillas y ha cerrado las puertas a mucho talento que teníamos formándose y que se ha quedado sin opciones profesionales. Con el aumento de presupuesto de I+D del Ministerio y los Fondos de Recuperación se van a crear nuevas plazas para recuperar parte de este talento.

En su caso, también ha hecho carrera lejos de España.

Me fui a Estados Unidos para formarme. Me dieron una beca Fullbright al Massachussetts Institute of Technology (MIT) para trabajar en nanotecnología. Llegué para hacer ciencia y acabé creando una empresa. Entendí que la ciencia también va de resolver los problemas de las personas. Hice un descubrimiento que tenía una oportunidad de negocio. MIT ofrece un ecosistema idóneo. Donde van los valientes, la gente que arriesga. Descubridores con ganas de convertir sus descubrimientos en soluciones reales e inversores que corren el riesgo de apoyar a estos científicos.

¿Qué se puede hacer para no perder ese talento?

Yo no soy de teorizar sobre lo que otros pueden o deben hacer.  Yo soy más de JF Kennedy en eso de “No preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país”. Prefiero mirar de resolverlo. Y me ha ido muy bien. He visto el potencial que tiene juntar personas extraordinarias. Por eso, hace ocho años decidí crear un programa para jóvenes que vivan en España y apuesten por nuestro país, que les ofrece tres años de formación llevándoles al MIT. Nos ayuda la Fundación Rafael del Pino y la Fundación Banco Sabadell. Algunos de ellos ya han creado empresas que han levantado más de 100 millones de dólares o que han elaborado los primeros respiradores aprobados en pandemia. Celera es muy pequeña.

¿Es posible que en España se pueda crear un ecosistema similar?

Cómo crear un ecosistema de innovación es la preocupación de cualquier ministro de Economía. Crear nuevas empresas basadas en nuevas tecnologías. Algunas zonas llevan muchos años de adelanto (MIT, Syllicon Valley, Stanford). Nosotros empezamos más tarde pero hay ejemplos en Europa de creación de ‘hubs’ como en Oxford que responden rápido a las necesidades. Tarragona cuenta con un polo químico muy importante. Por sí mismo ya es un ecosistema del que tiene que participar empresas, ICIQ, ciudades, industria, universidad y por supuesto la administración. Tiene todos los mimbres para ser uno de los ecosistemas europeos de la Química. El gran Hub de innovación químico de Europa.

Una oportunidad que no hay que perder.

Hay una oportunidad enorme con los fondos europeos de recuperación que van a poner un montón de dinero en tecnologías como el hidrógeno verde o digitalización, entre otras. El riesgo aquí es invertir en implementar tecnologías que todavía no tienen precio de mercado o no sean rentables. El riesgo de convertir estos fondos en un nuevo Plan E. Invertir es complicado. El tiempo es fundamental. Parte de estos fondos tienen que ir a la investigación, escalado y comercialización de la tecnología. Si esos Fondos los gastas con criterios no de mercados sino de oportunidad y alguna de esas tecnologías no están listas.

¿Entonces cómo planificar esa inversión?

Hay que hacer una labor de prospectiva para poner bien el dinero. En la cátedra de Ciencia y Sociedad de la Fundación Rafael del Pino hemos juntado un grupo de 12 expertos de todas las áreas para identificar diez tecnologías, no las mejores, sino las que puedan mejorar la competitividad del sistema productivo español. Los criterios son que esas tecnologías ya tengan una pata en el mercado con ‘start-ups’, patentes. Desde el análisis de lo que somos buenos. Basta de hablar del Pacto por la Ciencia, de si hay que investigar más o menos, y ponernos a hacer el Plan por la Ciencia. Tiempos, responsables, recursos, hitos. Un plan que nos mueva a la acción. Decidir qué tipo de país queremos. El diseño. Es lo que echo en falta.

La Inteligencia Artificial (IA) es una de las prioridades de su presidencia de IUPAC en estos dos años. Pero, antes de ir a ello, ¿la IA tiene algún límite o deberíamos ponérselo?

La IA será una herramienta clave para el descubrimiento químico. En 2008 la química pasó el Test Turing, una prueba de la capacidad de una máquina para exhibir un comportamiento inteligente similar al de un ser humano o indistinguible de este. Las máquinas fueron capaces de proponer cómo hacer medicamentos igual de bien que los humanos. La IA hizo una tabla periódica que en muchos casos supera la nuestra. Nos ayudan a responder al origen de la vida. Y de manera más práctica en semanas mejora eficiencias de catalizadores que a los humanos nos llevaría años. Su capacidad para entender y asumir toda la literatura de la química les permite darnos tendencias y patrones para proponernos experimentos. El límite está en nuestra habilidad de hacerle las preguntas adecuadas. Los riesgos son que el químico no esté al tanto de esta posibilidad, que solamente los países ricos tengan acceso y que esté sesgado.

IUPAC es la responsable del lenguaje de la química, pero resulta que los ordenadores necesitan otro ‘vocabulario’.

Es el reto de la IUPAC. Si queremos que las máquinas sean capaces de leer los artículos científicos la nomenclatura que hemos creado es muy buena para los humanos pero los ordenadores leen de otra manera. Estamos desarrollando una nomenclatura complejísimas para nosotros pero muy sencilla para los ordenadores. De esta manera queremos tener un papel protagonista en el desarrollo de la IA.

Hablemos un poco de educación. De cómo se tiene que explicar a los jóvenes para no destruir vocaciones entre lenguajes complicados.

Es verdad que la educación química empieza la casa por el tejado. Se comienza aprendiendo el lenguaje, los andamios y las reglas, que es necesario, pero también hay que conseguir presentar a la química como algo que resuelve problemas. Yo a los alumnos, por ejemplo, les llevaba el periódico y charlábamos sobre las noticias sobre la ciencia. Debatíamos. Al final es contextualizar la química.

¿Cómo puede ayudar IUPAC a ello?

Tenemos un montón de recursos para profesores. Como el ‘goldbook’. Una página (goldbook.iupac.org) donde hemos puesto más de 7.000 términos para consulta gratuita. Hemos creado actividades on-line de aprendizaje como el concurso de tablas periódicas. Organizamos el mayor congreso mundial de educación en química sobre las mejores prácticas para enseñar. Pero donde realmente la IUPAC hace mucha labor es en países donde no hay curriculum de química. La IUPAC ayuda a ministerios de educación de países en desarrollo para preparar programas educativos de química con estándares internacionales.

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