Una de las características más llamativas del periodo de recuperación vivido hasta ahora ha sido el cambio radical en la composición de la demanda doméstica, desde servicios, limitados por la pandemia, hacia bienes, especialmente duraderos. Este cambio en la composición del PIB ha tenido un efecto fulgurante en la productividad.
Utilizando el PIB por industria en vez de por gasto, la productividad, medida en dólares producidos por persona empleada, se ha incrementado en un 5,7% entre marzo de 2020 y junio de 2021, lo que corresponde a un incremento del 2,3% del PIB y a una caída del 3,1% en el empleo (todo en tasa anual). En el periodo expansivo de 2010 a 2020 el crecimiento de la productividad había sido de 0,7% al año, con pocas variaciones.
- La productividad es una medida inexacta
El incremento de la productividad debido a este efecto de composición irá desapareciendo, pero sin duda veremos como aparece el impacto del aprendizaje que todos hemos realizado durante la pandemia para producir lo mismo usando menos (menos metros cuadrados, menos desplazamientos, ...).
- El efecto sobre el petróleo
Desde entonces oferta y demanda se han recuperado, pero la oferta a un ritmo más lento, por decisión de la OPEP. El resultado es un petróleo más caro y una OPEP que sigue perdiendo cuota de mercado. La estrategia no se entiende muy bien. Los precios altos del petróleo incentivan un proceso, el de la descarbonización, ya de por si imparable. El uso del petróleo por unidad de producción está en una caída que se acelera y se vislumbra el día en que su uso será marginal ¿Para qué querrá la OPEP mantener todo ese petróleo literalmente enterrado?
Mónica Sánchez, CaixaBank Banca Privada