La aceleración del cambio climático se está haciendo muy evidente a lo largo y ancho del planeta y en algunas zonas como el Mediterráneo resulta ya muy preocupante, especialmente en lo que se refiere a fenómenos climáticos extremos, como lluvias torrenciales (gota fría o DANA), la intensificación de temporales marinos y la aparición de huracanes (Medicanes) o vendavales y tornados de mayor intensidad, por poner algunos ejemplos de un extremo.
También la sequía prolongada, por poner un ejemplo en el otro extremo. En ocasiones pueden confluir más de un tipo de fenómeno extremo en poco tiempo y/o espacio, y asistimos en consecuencia a una multiplicación de los impactos y los daños económicos de dichos fenómenos (de lo cual las empresas aseguradoras están muy al corriente).
Un buen ejemplo de mayor frecuencia son las lluvias torrenciales en Terres de l’Ebre, con tres episodios excepcionales en dos años en la zona de Alcanar. Respecto a la intensidad podemos mencionar las lluvias excepcionales en Grecia o en Libia, donde comportaron la rotura de una presa que arrasó con parte de una ciudad y causó miles de muertes (episodio que recuerda la rotura de la presa de Tous en Valencia en los años 80).
Si nos remitimos a los efectos y a la reacción posterior de la sociedad es bastante evidente que no estamos bien adaptados a estos nuevos escenarios y que hay que pasar a una política más proactiva y preventiva; no podemos seguir con la política reactiva que ejercemos hasta el momento. La misma reflexión sirve tanto para las administraciones como para las empresas. La actividad económica también se está resintiendo de los costes crecientes derivados de los impactos del cambio climático.
La actividad económica también se está resintiendo de los costes crecientes derivados del cambio climático
En el caso de Alcanar se ha visto afectada la actividad turística (campings, restaurantes) y comercial (tiendas) así como las viviendas (primera y segunda residencia). También se ha resentido en algunos casos la actividad agrícola. El sector primario en general se está viendo muy afectado por la crisis climática, lo cual disminuye la viabilidad de la producción agrícola y encarece el precio de los alimentos. Sin ir más lejos podemos fijarnos en el precio del aceite de oliva como consecuencia de la sequía prolongada. Así pues, una cantidad creciente de actividades económicas e infraestructuras críticas para la economía se ven más expuestas a los fenómenos meteorológicos extremos, incluyendo también las olas de calor que afectan, por poner algunos ejemplos, a las vías de tren y a los propios edificios, que no se diseñaron pensando en los escenarios que ahora ya padecemos.
Obviamente, la densidad de urbanización y de población complican las cosas, si pensamos pongamos por caso en los daños de Alcanar extrapolados a las zonas metropolitanas de Barcelona o Tarragona.
Necesitamos pues un enfoque adaptativo a una escala territorial más allá de los municipios, que no tienen las herramientas para gestionar la crisis climática. Tampoco las empresas, que deben contar con el apoyo de las administraciones para adaptarse, incorporando a la vez medidas propias en su estrategia empresarial.
El Centro en Resiliencia Climática (CRC) liderado por Eurecat sigue desarrollando su estrategia de ofrecer hojas de ruta de resiliencia climática para las empresas, incluyendo no solamente acciones de mitigación sino también de adaptación. En este sentido, recientemente el CRC ha inaugurado una nueva sede en Amposta, mediante la construcción de un edificio reciclable y de materiales sostenibles (mayoritariamente madera), a la vez que con una elevada eficiencia energética. Desde Eurecat queremos contribuir a acelerar la transición ecológica y energética tan imprescindible para abordar la emergencia climática.
Carles Ibáñez Martí es director científico del Centro en Resiliencia Climática y director de la Línea de Cambio climático de Eurecat
