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¿Sabemos colaborar?

Los humanos somos bastante malos colaborando: mucha gente piensa que las cosas se consiguen peleando, engañando o incluso manipulando

18 febrero 2024 19:33 | Actualizado a 19 febrero 2024 13:57
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La palabra colaboración es fácil de pronunciar. Pero poca cosa más. Los humanos, en general, somos bastante malos colaborando. Mucha gente piensa que las cosas se consiguen peleando, engañando o incluso manipulando. Es posible que en algunos casos sea así, pero eso no debería hacernos pensar que la colaboración no es posible. Si acabamos sucumbiendo, como especie, a esa creencia, estamos apañados. Es triste, pero incluso mucha gente joven, hoy en día, vive con la creencia de que para conseguir algo hay que ser altamente competitivo o agresivo.

La colaboración tiene lugar cuando diferentes personas o equipos se dan cuenta de que es mejor unir sus fuerzas para luchar por un objetivo común o compartido. Entonces se produce algo mágico: se ayudan los unos a los otros, olvidando sus egos y centrándose en el espíritu colectivo.

Es cierto que en muchas circunstancias se produce colaboración, sólo faltaría. Pero también lo es que en muchas otras oportunidades acaba triunfando la máxima de «divide y vencerás».

He tenido oportunidad de poner en contacto a diferentes personas o equipos entre sí porque estaba convencido de que podían hablar, escucharse y colaborar. Cual fue mi sorpresa cuando, al cabo de un tiempo, me confesaron que, en vez de eso, se habían peleado. Atónito, les pregunté: «¿pero qué pasó?». Su respuesta, lacónica, fue siempre «no fuimos capaces de entendernos y acabamos enfrentados irremisiblemente».

Es posible que la especie humana esté, al menos en parte, programada genéticamente para competir por comida, sexo o seguridad. Pero también es cierto que, en nuestros tiempos, estos vestigios de raíz biológica deberían ser sustituídos paulatinamente por una colaboración inteligente y eficaz.

En muchas empresas todavía se compite demasiado y se colabora sólo de forma excepcional. No hace mucho, haciendo un ejercicio sobre el tema, observé atónito como diferentes departamentos de una compañía se despedazaban los unos a los otros para conseguir, cada uno, sus objetivos. Los reinos de taifas todavía son fáciles de encontrar en muchas organizaciones. El «¿qué hay de lo mío?» es, en muchos casos, más importante que pensar de forma colectiva.

Hay que hacer mucha formación en empatía, una de las habilidades clave de la Inteligencia Emocional.

Sin ser empáticos no podemos comprender los intereses de la otra parte y, por tanto, es mucho más difícil negociar con éxito o resolver conflictos. Ponerse en los zapatos de los demás no nos debilita sino que nos debería reforzar.

Es muy recomendable releer la obra de Marshall Rosenberg sobre la Comunicación No Violenta, un auténtico tratado de caballerosidad.

Franc Ponti es profesor de innovación en EADA Business School

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