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    ¿Y si no tienes razón...?

    A veces, no tener razón tiene su precio, siempre es sabio analizar los costes

    10 septiembre 2023 16:21 | Actualizado a 10 septiembre 2023 16:23
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    En los debates se intenta ganar con los mejores argumentos. Los oradores pensamos que tenemos razón y queremos que nos den la razón. Muchos estamos tan convencidos de nuestra razón, que no podemos ni pensar en la posibilidad de no tenerla.

    Pero a veces no tener razón tiene su precio. Y lo que no entra casi nunca en el debate es el coste de no tener razón. Durante la campaña del Brexit, por ejemplo, se usaron argumentos a favor prometiendo una Gran Bretaña libre de la burocracia europea, que podía pactar libremente acuerdos comerciales con todo el mundo y además conseguir ahorros anuales de centenares de millones de euros en el coste de la sanidad pública.

    Los ‘brexiteers’ estaban más que convencidos. Y si hubiera sido verdad, todo el mundo hubiera ganado. Pero como ya sabemos todos, la realidad es muy distinta. El Brexit es un desastre económico, una humillación internacional y una pesadilla burocrática. Para los grandes poderes y los demás países, Gran Bretaña es menos relevante. El coste de no tener razón ha sido muy alto.

    Puede ocurrir que el coste de no tener razón sea comparable en ambas propuestas o tesis. Imaginemos que en una sociedad de inversión, un socio quiere invertir en un proyecto pero otro socio está en contra. Si la startup resulta ser un éxito y no se invirtió en ella, dejamos pasar una gran oportunidad. Pero al contrario, si después de invertir, la startup acaba quebrando, perdemos dinero. Muchas decisiones equi- vocadas tienen su coste y en general este coste se puede comparar ya que se mide en dinero.

    Pero hay situaciones donde el coste de no tener razón es totalmente inaceptable. Si yo le digo a un amigo que puedo volar, él me dirá que es imposible. Acto seguido, si yo actúo según mis convicciones (puedo volar) y me lanzo desde lo alto de un edificio al vacío, el resultado es que me moriré en el intento (el precio que pago en este caso por no tener razón). Sin embargo, independientemente de que mi amigo tenga razón o no, si sigo su tesis, la consecuencia es que seguiré vivo. El precio de equivocarse no es comparable.

    Algo similar pasa en el debate del cambio climático. Si no tienen razón los que quieren salvar el planeta con una reducción del CO2, la protección del medio ambiente y una economía circular, el coste de su error es un coste económico, pero sobreviviremos todos.

    No obstante, si seguimos a los negacionistas y al final ellos no tienen razón, el coste será inasumible, puesto que grandes partes del planeta resultarán inhabitables para el ser humano. Aquí el precio de no tener razón de los negacionistas no es comparable con el coste de no tener razón de sus adversarios, los que defienden y luchan por reducir las emisiones que contribuyen al calentamiento global.

    Estamos habituados a defender nuestros argumentos pero pocas veces comparamos las posibles consecuencias de tomar una decisión u otra. Sobre todo a los fanáticos les es imposible imaginar que puedan equivocarse y aún menos pensar en las consecuencias de su forma de pensar o actuar.

    Siempre es sabio, pero en algunas situaciones es primordial, comparar y analizar los costes o los riesgos en caso de no tener razón antes de tomar posición en un sentido o en otro. La próxima vez que entremos en debate y que tomemos partido por una tesis determinada sería bueno pararse a pensar cuáles serían las consecuencias en el caso de no tener razón, y si todavía seguimos defendiendo lo mismo.

    Armand Bogaarts es emprendedor

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