El gran apagón eléctrico ibérico del 28 de abril fue un avance de lo que nos espera si no nos ponemos las pilas. Literalmente. También metafóricamente. El año es 2025, pero bien podría haber sido el final de 2030, cuando cuatro de los siete reactores nucleares que hay en España estarán cerrados.
El lunes, tres de esos reactores estaban parados por mantenimiento. Y, entre los que se encontraban en operación, no todos lo hacían al 100% de capacidad. A la práctica, el sistema eléctrico español contaba con poco más de un 50% de su potencia nuclear. Una foto muy parecida a la que tendremos a finales de 2030 cuando, si nada cambia, hayan cerrado ya hasta cuatro reactores nucleares, entre ellos Ascó I.
Lo que sucedió el 28 de abril fue una muestra de lo que sería llegar a finales de 2030 sin los deberes hechos. Fue la advertencia que, el pasado mes de febrero, lanzó Redeia, empresa que tiene como filial a Red Eléctrica de España (REE), encargada de la operación y transporte de la electricidad en España.
En su último Informe de Gestión Consolidado Ejercicio 2024, alertaba de que «el cierre de centrales de generación convencional como las de carbón, ciclo combinado y nuclear (consecuencia de requisitos regulatorios), implica una reducción de la potencia firme y las capacidades de balance del sistema eléctrico, así como su fortaleza e inercia», lo cual «podría aumentar el riesgo de incidentes operacionales que puedan afectar el suministro y la reputación de la empresa». Tras lo cual, sugería medidas para evitarlo.
En ese documento, Redeia explicaba que «se han identificado distintas actuaciones o medidas a tomar para hacer frente a este riesgo: el fortalecimiento de las interconexiones internacionales, puesta en servicio de sistemas de almacenamiento, desarrollo tecnológico de los convertidores de electrónica de potencia y otras tecnologías que permitan que las necesidades del sistema de inercia y su fortaleza puedan ser provistas por la propia generación renovable o el impulso de mecanismos de flexibilidad y de redes inteligentes».
Llegados a este punto, «se considera que la estrategia y el modelo de negocio de la compañía proporcionan la capacidad de adaptación necesaria para abordar este impacto, aunque cabe destacar que, como se ha mencionado, dicha capacidad depende en gran medida de desarrollos normativos o avances tecnológicos que no pueden ser llevados a cabo únicamente por Redeia, sino que requieren de otros actores del sistema eléctrico».
Sin baterías
Lo que viene siendo ponerse las pilas. La prueba de fuego será la presentación de la propuesta con la próxima planificación eléctrica 2026-2030, que le corresponde elaborar al Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, y que podría salir a la luz esta primavera. Allí se verá cómo de ambiciosas son estas medidas, y cómo de realistas para que estén a tiempo cuando empiecen los cierres de las nucleares.
De momento, en la semana del ‘cero eléctrico’, el casillero de baterías eléctricas está a cero en Catalunya, y también en el conjunto de España, con unos pocos sistemas de almacenaje testimoniales. Tampoco en centrales hidroeléctricas reversibles (o de bombeo) ni en interconexiones eléctricas internacionales de muy alta tensión se está mucho más avanzado.
El ritmo es lento, y el calendario apremia. En el conjunto de Catalunya hay a día de hoy en tramitación 1.102,98 MW de potencia en sistemas de almacenaje en baterías, de los cuales apenas 36,49 MW se localizan en la demarcación de Tarragona. Lleida, otro productor de energía notable en Catalunya en el ámbito de las renovables, todavía tiene menos. Concretamente, cero.
«Se debería estar tramitando a toda velocidad, y el gran apagón es una lección» (Jaume Morron, Experto en renovables)
El 60% de la potencia de almacenaje en baterías de litio (algo que, hasta la fecha, no parece haber despertado todavía la bestia del ‘no en mi jardín’) se concentra en la demarcación de Barcelona, con 610,41 MW en tramitación. Le sigue, con el restante 40%, la demarcación de Girona, que tramita 456,08 MW de potencia de almacenamiento en baterías. Tarragona, el gran productor de energía de Catalunya, es testimonial. Unos territorios producen, otros almacenan.
No obstante, y al margen de ser el gran generador de Catalunya, el mayor potencial de la demarcación de Tarragona para cumplir con la transición energética propuesta en el PNIEC (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima), en lo que se refiere a sistemas de almacenamiento para dotar de fortaleza e inercia a la generación renovable, se encuentra en las centrales de bombeo. Concretamente, en el río Ebro.
Terres de l’Ebre tiene la oportunidad de convertirse en uno de los puntos centrales del almacenaje de electricidad mediante centrales hidroeléctricas reversibles, que generan electricidad moviendo una turbina con el desagüe de un embalse, pero con la particularidad de que, aguas abajo, un nuevo embalse recoge esa agua para remontarla, mediante estaciones de bombeo que se activan con los excedentes de la generación de renovables. Riba-Roja y La Fatarella son los dos municipios del proyecto más veterano. Se le suma uno más reciente (también en fase de proyecto) entre La Fatarella, Flix y Ascó.
«Hace mucho tiempo que se avisa de que cerrar las nucleares representa un mayor riesgo de apagones» (Alfredo García, Divulgador nuclear)
Jaume Morron, experto en energías renovables y ex gerente de la Associació Eòlica de Catalunya (EolicCAT), quiere evitar entrar en un debate sobre el cierre o no de las nucleares, y sitúa la última palabra en Red Eléctrica de España (REE): «En el momento en el que se plantee el cierre definitivo de Almaraz I (previsto para noviembre de 2027), veremos si se cumplen las condiciones. Si no llegamos [porque no se han desplegado los sistemas de baterías, interconexiones internacionales y otras medidas propuestas por REE y contempladas en el PNIEC], no se cerrará; Red Eléctrica no dará autorización para que se cierre nada si no es posible».
Pero, pese al pobre ritmo de despliegue de estas medidas, «se puede llegar a tiempo», asegura Jaume Morron. «En la próxima planificación eléctrica 2026-2030 saldrá qué medios hay que poner. A finales de 2030 -prosigue- habría cuatro reactores nucleares cerrados, pero hay un margen grande para hacer lo que hay que hacer, que en esencia es capacidad de almacenaje con baterías y centrales reversibles. Red Eléctrica tiene autorizados puntos de conexión de baterías para más de 30.000 MW en toda España, con más 3.000 MW autorizados en Catalunya», de los que se está tramitando un tercio.
«Esto -reclama Jaume Morron- es algo que se debería estar tramitando a toda velocidad, y el gran apagón es una lección. Hay que acelerar la marcha que se lleva en el ámbito del Estado, y sobre todo de manera brutal la marcha que se lleva en Catalunya».
Alfredo García, supervisor en la central de Ascó y divulgador nuclear, conocido en redes como ‘Operador nuclear’, no es tan optimista. Ante el lento despliegue de baterías, centrales reversibles e interconexiones, defiende revisar el calendario de cierres.
En su opinión, la relación entre la baja presencia de nucleares en el mix energético del 28 de abril y el gran apagón «es una cosa muy evidente. Necesitas una potencia muy grande, como la de nucleares y ciclos combinados, para amortiguar las oscilaciones».
«Hace mucho tiempo -concluye Alfredo García- que se estaba avisando de que cerrar las centrales nucleares representaba un mayor riesgo de apagones». Sea acelerando, sea con una prórroga, si no nos ponemos las pilas de alguna manera, el gran apagón del 28 de abril podría no ser el único.