Siata, diseño y motor facturados en Tarragona

Este 20 de enero se cumplen 6 décadas del inicio de la actividad de la factoría 

31 enero 2020 18:59 | Actualizado a 31 enero 2020 19:37
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Líneas delicadas, diseños propios y colores a medida. Estos eran algunos de los detalles que diferenciaban la producción de turismos en la planta de SIATA en Tarragona, que a principios de los años sesenta puso el nombre de la ciudad en el mapa por su producción casi manual de vehículos que bebían del diseño de inspiración italiana.

Este lunes, 20 de enero, se cumplen 60 años de la producción de los primeros coches deportivos en la planta del Polígon Entrevies, una iniciativa que puso el nombe de la ciudad en el panorama de la construcción de automóviles y también la chispa que encendió la actividad de uno de los polígonos industriales que sería importante para el desarrollo de la industria urbana de la capital de provincia. 

Llegada a Tarragona 

El desembarco de la empresa en Tarragona se produjo a causa de  la iniciativa del barcelonense Esteban Sala, un entusiasta del automovilismo italiano que fundó la empresa gracias al apoyo de los hermanos Juan y Octavio Cid, de La Sénia.

La estrecha relación personal de Sala con el entonces alcalde de Tarragona, Rafael Sanromà, propició el efectivo traslado de la factoría -que compartía nombre y algunos intercambios con la empresa italiana del mismo nombre- de su ubicación inicial en la Zona Franca de Barcelona a Tarragona. La planta de producción se construyó bajo la supervisión del arquitecto Salvador Ripoll y el cargo de director técnico lo asumió Franco Ambrosini, hijo del fundador de SIATA italiana, lo que supuso la entrada del diseño de este país en una ciudad que justo despertaba de los rigores de la primera etapa de la dictadura franquista. 

Así lo recuerda el que, hoy día, es uno de los principales valedores de la memoria de esta empresa, Jaume Cabot, autor del libro SIATA ESPAÑOLA, historia de la factoría SIATA de Tarragona (Arola Editors, 2017), que destaca «el revuelo que causó en la ciudad la apertura de una fábrica de producción de automóviles. Muchos jóvenes consideraban este trabajo como un privilegio».

Más que un privilegio, según explica Cabot, la tarea de los empleados de producción fue un trabajo de manufactura al detalle durante los tres primeros años de actividad de la fábrica, que se abrió en 1960, ya que cada vehículo que salía de la planta estaba «casi hecho al detalle y la construcción de cada vehículo implicaba hasta tres días de trabajo entero». 
Coches casi a medida 

El precio que pagaban los clientes justificaba el trabajo, según las cifras que aporta Cabot, que detalla que, por ejemplo, el modelo SIATA Turisa Spyder, un descapotable de dos plazas que contaba con una velocidad máxima de 120 kilómetros por hora, tenía un precio de 145.000 pesetas, frente a las 65.000 que podía costar un Seat 600 en la misma época. «Eran vehículos que se vendían a pesar de su coste, porque los compradores podían personalizar tapicería y color y no tenían un año de espera, como pasaba con el 600», explica Cabot.

Además del Spyder, la planta de SIATA en Tarragona fabricó otros modelos, como el SIATA Ampurias, una adaptación del Seat 600 convertido en coupé; el SIATA Tarraco, un turismo de cuatro plazas que fue el que se fabricó durante más tiempo y el SIATA Barcino, un modelo gran turismo que quedó en prototipo y del que se construyó una única unidad.

Turismos y furgonetas 

Tal como cuenta Cabot, la etapa de construcción de deportivos italianos se alargó hasta los años 1963-1964 y se elaboraron un poco menos de un millar de unidades. A partir de este momento, Esteban Sala abandonó su cargo como presidente de la sociedad y la fábrica se centró en la producción de furgonetas de transporte. «Desaparecieron los adornos de las carrocerías, así como las calandras cromadas elaboradas artesanalmente en latón, las molduras, embellecedores. Todo lo superfluo se eliminó», explica Cabot.

La producción de vehículos comerciales, furgones isotérmicos, mobiliario de cocina y embarcaciones centró la actividad de la planta, que cerró definitivamente en 1972. 

El coleccionista casual

Hoy en día, Jaume Cabot es una de las personas que atesora más información sobre la fábrica de SIATA en Tarragona, pero ¿cómo surge su interés por esta factoría de automóviles? Como en muchos otros casos, el inicio está propiciado por hechos causales. Originario de Barcelona y con muchos años a sus espaldas viviendo en Torredembarra, Jaume Cabot siempre ha mantenido su interés por los coches antiguos. 

«Mi primer coche fue un Seat 600 y siempre he mantenido el interés por este tipo de coches. En un momento dado, llegó a mis manos una furgoneta SIATA Formichetta, que yo mismo restauré en parte. Cuando lo llevé al taller, mi sorpresa llegó cuando el mecánico me contó que él construía este modelo cuando era joven», cuenta. 

A partir de este primer encuentro con la marca y de esta conversación, Cabot emepzó, a partir del verano de 1997, a localizar a extrabajadores, que le empezaron a facilitar información sobre la factoría. Hoy en día, Jaume Cabot posee hasta cinco modelos fabricados en la planta de Tarragona, modelos que son parte de la historia y que, tal como cuenta, ha ido reuniendo en la misma medida que ha encontrado nuevos datos sobre la fábrica que, una vez, construyó coches de ensueño. 

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