Cien años del escritor que nos enseñó a leer

El escritor italiano creó lectores con sus novelas y cuentos, nos enseñó a leer a los clásicos, les restó solemnidad y acercó la literatura popular a los lectores

30 octubre 2023 17:57 | Actualizado a 30 octubre 2023 18:02
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Italo Calvino (Santiago de las Vegas, Cuba, 1923 - Santa Maria della Scala, 1985) se hizo escritor, según dijo, porque de joven no era bueno en nada más: “El escritor es siempre, como se dijo de Flaubert, el idiota de la familia”, concluye Calvino en una entrevista para la Televisión Suiza italiana en 1980 aludiendo al ensayo de Jean-Paul Sartre sobre Flaubert. Calvino se había matriculado en agronomía, “siguiendo la tradición familiar”.

La invasión alemana lo empujó a combatir del lado de los partisanos. Tras la liberación se matriculó en Letras, se diplomó con un trabajo sobre Joseph Conrad. Turín y la editorial Einaudi fueron su centro desde 1945. Allí conoció a Cesare Pavese, uno de sus maestros, y a Natalia Ginzburg, cómplice y primera lectora.

El resto es más o menos historia: a sus primeros libros, enmarcados en la tradición del neorrealismo italiano, le siguieron tres novelas que se llamaron fantásticas: El vizconde demediado, El barón rampante y El caballero desconocido, reunidos en Nuestros antepasados (1960). En cuanto a etiquetas y enmarcarse en una corriente u otra, Calvino siempre fue escurridizo y probó y cambió y nos hizo felices: “Escribo como me es dado hacerlo, paso a paso”. Participó con el taller de literatura potencial, OuLiPo, que contaba entre sus miembros con Raymond Queneau y Georges Perec, entre otros.

Usó el tarot para construir historias en El castillo de los destinos cruzados, coqueteó con la ciencia en Las cosmicómicas, bajó a asuntos más pedestres en La especulación inmobiliaria y Marcovaldo, inventó ciudades en Las ciudades invisibles o jugó a la metaliteratura en Si una noche de invierno un viajero. Fue también ensayista, quizá accidental: murió mientras preparaba una serie de conferencias que iba a pronunciar en la Universidad de Harvard y que fueron reunidas en un libro breve, claro y sencillo –también inacabado–: Seis propuestas para el próximo milenio.

Ese libro de libros puede leerse como su testamento literario. Calvino no solo escribió novelas y cuentos que convirtieron en lectores a muchos, sino que enseñó a leer quitando solemnidad a los clásicos y acercando la literatura popular a los lectores: entre sus libros hay recopilaciones de cuentos populares italianos y el ensayo Por qué leer a los clásicos, donde lo primero que hace es tratar de definir qué es un clásico, en uno de los intentos de explicar qué es un clásico explica que un clásico es un libro que no termina de decir lo que tiene que decir. Muchos de los libros de Calvino lo son: nos siguen hablando, su sentido no está cerrado y siguen necesitando un lector que los complete.

La muerte lo sorprendió ultimando unas conferencias, reunidas de manera póstuma en Seis propuestas para el próximo milenio que pueden leerse como su testamento literario

La editorial Siruela tiene una Biblioteca Calvino donde están reeditando con primorosas portadas todos los libros del italiano con motivo de su centenario. Entre estas reediciones está el volumen He nacido en América, que reúne entrevistas entre 1951 y 1985, y compone una especie de autorretrato en movimiento, además de dar acceso al taller de escritor de Calvino.

En una de las primeras, a propósito de las historias que despiertan su interés, Calvino explica: “aquellas que relatan la búsqueda de la humanidad plena y de su integración, que puede alcanzarse superando pruebas prácticas y morales, más allá de enajenaciones y desequilibrios impuestos al hombre contemporáneo. Creo que en ese sentido hay que buscar la unidad poética de mi obra”.

En cuanto a etiquetas y enmarcarse en una corriente u otra, Calvino siempre fue escurridizo y probó y cambió y nos hizo felices: “Escribo como me es dado hacerlo, paso a paso”

Hay lecciones para escritores que se dan sin querer, pero que conviene anotar: “No tengo la preocupación de hacer ‘el libro’, no me dejo atrapar por la fiebre de la producción literaria”. Otra más: “Mi moral es parte de mi ética del trabajo. El trabajo es lo que da sentido a todo. El trabajo es intersubjetivo, establece una comunicación con los otros.

Nuestros antepasados es la trilogía que acoge las tres novelas “fantásticas” de Calvino, en el centro está El barón rampante, la historia del niño que decide subirse a la copa de un árbol para no doblegarse a la autoridad paterna

Por lo que se entiende que, cuando mueres, sigues viviendo a través de los objetos que produjiste y que otras personas usan, aunque ellas también morirán. El trabajo establece comunicación. Morir no es algo tan extraordinario”. Donde dice objetos, yo leo libros. “Escribir es muy difícil. Lo que da satisfacción es haber escrito, no el acto de escribir en sí mismo”, responde cuando le preguntan si prefiere leer o escribir.

En Calvino hay siempre una reivindicación de la parte lúdica: “En literatura hay siempre un aspecto de juego porque escribir –escribir un texto de cualquier tipo– es una apuesta, un acto que debe obedecer ciertas reglas o acaso violarlas conscientemente. En literatura el aspecto lúdico es metodológicamente necesario. Esto no significa que la literatura no sea una cosa seria: el juego es algo muy serio”. A Italo Calvino le debemos horas de felicidad y juego.

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