Los Glosters: Viviendo en la era mod
La banda tarraconense de pop yeyé celebra 18 años de vida

Los Glosters, en una
En su militancia imperturbable les podrán parecer anquilosados, desfasados, utópicos, desubicados, monotemáticos, habitantes en la noche eterna sesentera. A lo mejor se les antoja que se han quedado a vivir en un guateque, y han dejado la Vespa aparcada fuera, entre aquello del whisky cheli, Marisol, Concha Velasco, pero también los Beatles y Los Flechazos, porque la pasión pop y el ademán ye-yé se pueden estirar a hasta más allá de los 90, y hasta este 2015. La banda tarraconense Los Glosters lleva tiempo erigida en un pedestal del género en España. Nadie como ellos sintetiza la vida mod, en su vestuario y su peluquería, en su forma de ver la vida, y en su música: lo que cuenta.
El quinteto se creó en 1997 de las cenizas de Els Pirats, su embrión. Para entender la gestación de la banda hay que viajar más atrás, a la Tarragona en ebullición de finales de los 80. «Todos nos juntábamos en el Tucan, que era el punto de reunión», recuerda Ramon Cuenca, voz. Aquel mítico bar en la calle Roger de Llúria fue un hervidero de bandas. En aquel ecosistema habitaban Els Pets, Mi-te’ls, Els Penjats o Els Patètics.
Y también Els Pirats, reconvertidos luego en Los Glosters. «Sentíamos que no acababámos de encajar en la escena de Catalunya, por eso cambiamos al castellano. No había músicos que hicieran pop, estábamos fuera de onda. Nosotros queríamos tocar con Los Flechazos, no con Sangtraït», explica Héctor Mir, el teclista. Quizás él sea el más activista de la causa. «Un momento de revelación fue el primer concierto en el que sales de Tarragona y ves a mods, y dices: ‘¡No estoy solo!’. Si vienes a mi casa, lo de Cuéntame se queda en intento», dice con humor, a pesar de que aquí todos destilan vocación por esa década icónica de la música. «¿Qué nos seduce de los 60? Es el comienzo de todo, la frescura, la espontaneidad que después no se dio. Sobre eso se ha ido trabajando y añadiendo, y han hecho perder la frescura», relata Héctor, que resume así la magia ‘sixtie’ que profesan todos: «Tres tíos bailando, un flequillo y cuatro acordes para montarte una canción con la que no puedes parar de bailar. Es lo que te atrapa, esa inocencia. Si es así, ¿por qué hacerlo más complicado?».
Efervescencia y naïf
Ellos hablan de explosión sesentera, de letras que van sobre fiestas, desinhibición y diversión; pura efervescencia y reivindicación de lo naïf. Con esa fórmula se han mantenido ya durante 18 años. «Ahora estamos en la madurez, en la mayoría de edad», explica Ramon. Ellos también han crecido. Hipotecas, familias y trabajos condicionan este hobby que sobrevive, aun a fuerza de sacrificio. Han pasado de ensayar tres días por semana a hacerlo uno. «Pese a todo, nos mantenemos con una rutina que nos gusta. No somos estandarte. Simplemente seguimos. Han pasado grupos, y nosotros nos mantenemos, no somos ni mejores ni peores», dice Carlos García, guitarrista.
No hay nada nuevo en Palabras, su EP recién salido del honro. El grupo graba sus últimos álbumes en los estudios La Cocina de Juan Zarppa, ubicados en La Floresta y propiedad del guitarrista y productor Miguel Zanón. «Él ya nos conoce bien, y esa mirada externa es positiva. Últimamente hemos apostado más por sonar como el directo, sin tanta postproducción, sin aditivos».
Bajo esos parámetros, le han dado forma a un álbum con cautro temas: Impar, Mi droga favorita, Palabras y La Fiesta terminó, este último, un excelente combo de riffs, rinde homenaje en la letra a Ivette, una dj de Tarragona fallecida recientemente. Ese contenido ve la luz de la mano de la discográfica almeriense Clifford Reccords, y lo hace en un formato que no podía ser otro: en EP y en vinilo. «Si editaban así en los 60 sería por algo. Nos gusta. Sólo publicamos en vinilo y nos encontramos más cómodos con el EP. Es corto pero funciona. No sobra nada», cuenta Héctor. En este tiempo, los Glosters han forjado un sello. «Al final somos cinco amigos que llevamos tocando desde siempre. No sorprendemos pero lo pasamos bien. Tenemos el sonido Glosters, y hay gente que nos lo dice. Hay un sonido que nos define», asume Carlos.
Pese al constante remember, matizan: «No somos nostálgicos. A mí me pueden gustar mucho los 60, pero ya nací en los 70…», dice Héctor. «Era otro ambiente. Ahora mis sobrinos salen a partir de las tres de la mañana. Antes cada sábado a las ocho de la tarde tenías un concierto, era cuando empezaban Lax’n’Busto, los Números Rojos...», indica Ramon.
Los Glosters, sin evolución pero con convencimiento de ideas y delirio por sus filias, tienen cuerda para rato. De momento, Palabras, su nuevo trabajo, se puede hallar en las tiendas Shiva Music, de Tarragona, y H-Records, en Reus.