Suso de Toro: «Franco venció tanto que los franquistas y los postfranquistas encarnan el orden y el Estado»

En 'Un señor elegante', el escritor de Santiago de Compostela relata la sorprendente historia de una familia gallega y revisa el pasado de la resistencia contra la dictadura. Publicada en castellano por Alianza Editorial y en catalán por Més Llibres.

16 abril 2021 16:41 | Actualizado a 22 abril 2021 19:03
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Suso de Toro (Santiago, 1956) es uno de los principales exponentes literarios de las actuales letras gallegas. Escribe novela, relato, ensayo y también hace periodismo. Autor multipremiado, ha publicado, entre otras, Trece campanadas, Tic-Tac, No vuelvas, Siete palabras o Sonámbulos. Su última obra es Un señor elegante, una novela de no ficción que hurga en la historia de una familia gallega y revisa el pasado de la resistencia antifranquista. En ella sobresale la figura del cirujano Ramón Baltar, quien encarna de forma brillante aquello de las apariencias engañan. Un activista clandestino y en penumbra que supo burlar al franquismo, a su familia y también a sus conciudadanos. No así a la pluma de Suso, que cuenta esta sorprendente y apasionante historia real. Publicada en castellano por Alianza Editorial y en catalán por Més Llibres, traducida por Eduard Velasco.

Ramón Baltar fue un hombre derrotado, pero no vencido.
Precisamente eso fue lo que me fascinó. Su fuerza. Me creó admiración porque es un tipo de personalidad poco frecuente. Cierto que también tenía un blindaje, amparos, ayudas por su situación social, familiar, tenía siempre alguien que le valiese. Su propia profesión. Era un gran cirujano. Incluso entre su clientela también tenía amistades. Él trabajaba en un hospital, no diríamos público porque era de beneficencia y es un concepto distinto, pero también tenía un sanatorio de su familia al que le llegaba gente de toda España a operarse allí. Y todo eso le ayudó. Él aguantó. Conservó su integridad moral, es decir, fue leal en todo momento tanto a sus ideales como a las personas que encarnaban esos ideales. A los suyos. No lo partieron, no se doblegó.

Me queda la sensación de que se sintió más cómodo con Ramón que con Antonio.
Tengo una tendencia a reequilibrar las cosas en el sentido de buscar justicia. El sentido de reivindicar lo que creo que debe ser valorado y no lo está. La figura de Antonio, cuando empecé a escribir el libro, era la más conocida en esa familia porque encajaba en un perfil que hoy en día en España, en general, es valorado. Es el republicano exiliado. Esa figura respetada y valorada. Además, es cierto que era un intelectual brillante y que estuvo comprometido con el exilio gallego y republicano. También que tuvo que escapar para que no lo mataran, como se cuenta en el libro. Pero hay alguna cosa que me incomoda en esa figura.

Ramón conservó su integridad moral, es decir, fue leal en todo momento tanto a sus ideales como a las personas que encarnaban esos ideales. A los suyos. No lo partieron, no se doblegó.

Se percibe en la novela.
No me parecen completamente responsables algunos comportamientos suyos. Es decir, en los primeros meses en Galicia, desde julio del 36 triunfaron los militares rebeldes y a partir de ahí comenzaron una serie de asesinatos sistemáticos, una terrible represión. Cuando ya habían matado a muchas personas, en ese contexto Antonio se comportaba de un modo desafiante. A mí me parece inmaduro su comportamiento. En cambio, a Ramón le tocó quedarse, estaba al frente del sanatorio y tenía que cuidar no solo de su descendencia propia, sino también de la familia porque había una serie de personas que dependían de él. Ramón es el que realmente se jugaba el pellejo, una y otra vez. Antonio se marchó, pero lo difícil le tocó a Ramón. Y cuando estoy escribiendo el libro, veo que esa parte es desconocida. La figura brillante es la del exiliado republicano, pero en cambio el que se queda aquí es el que realmente hace cosas de mérito, bajo mi punto de vista y en todo caso, es el que se arriesga de verdad. Lo hace todo de manera discreta, en la penumbra, en la oscuridad.

¿Cómo es tirar del hilo de otra familia?
Precisamente este libro era un proceso complejo. Se trataba de atreverse porque es arriegado. Y había algún elemento de la familia que sí se atrevía, pero había también resistencias y muchas cautelas e incluso miedo. Mi propio perfil público, por ejemplo. Yo les dije que como autor podría crear problemas en la familia porque tengo un perfil, soy consciente, muy marcado. Podía haber quien desconfiara de mí, de que tuviera un punto de vista sectario. Pero también les aseguré que intentaría buscar la verdad con sinceridad. Entonces, hubo que ir poco a poco, aunque al final acabamos con una gran confianza.

¿Colaboraron?
Me fueron permitiendo los fragmentos que cada uno tenía de Ramón Baltar. Con esos materiales pude ir haciendo. Pero lógicamente testimonios desde fuera de la familia completaban la visión. Eso es un proceso complicado porque que te hablen de tu padre o de tu madre desde fuera resulta inquietante e incómodo. A algún hijo le costaba admitir la imagen del padre que se estaba construyendo y también otra cosa, aceptar las consecuencias públicas, porque eso afecta a la imagen de toda la familia. Hay miembros de la familia a los que le cuesta aceptar que Ramon Baltar estuvo comprometido con la resistencia armada.

Y que intentó matar a Franco.
Que tuvo conocimiento y formó parte de una trama que preparaba un atentado contra Franco y que era un compañero de viaje del partido comunista. Que era un intelectual y un burgués que sabía que el partido comunista dirigía la guerrilla, dirigía la resistencia y luchaba para restablecer la república y sabía que tenía que colaborar con ellos. Y eso le cuesta mucho a la gente de hoy en día aunque ha pasado casi un siglo desde 1936. Casi un siglo de estigmatización de trabajo del franquismo, ideológico sobre la sociedad, sobre las familias y de estigmatización de la palabra comunista. Franco venció, tanto venció, que Franco, los franquistas y los postfranquistas encarnan el orden y el Estado. En cambio, los que se  opusieron pasaron a ser los malos. El régimen que nos educó a muchos era nacionalista. Yo sé lo que es vivir bajo un estado nacionalista, todavía hoy. El Estado español es nacionalista. Lo fundaron los generales nacionalistas, se llamaban así ellos. Lo de la unidad de España viene de ahí.

Me fueron permitiendo los fragmentos que cada uno tenía de Ramón Baltar. Con esos materiales pude ir haciendo. Pero lógicamente testimonios desde fuera de la familia completaban la visión.

Decía antes que Ramón fue fiel a sus ideales, algo difícil de conservar incluso hoy en día.
Este es un momento muy feo en la vida pública española en general y en la catalana en particular. La vida política catalana y la vida pública están sometidas a una trituradora desde el 2010, cuando los gobiernos de Madrid y el Estado no dieron salidas, no las permitieron. Pero la vida pública española también. Cuesta ver propuestas políticas. Digamos que estamos en un proceso que lo que se asentó hace 50 años está en disolución completa, se perdió. Lo que se instauró hace 50 años está desecho y desprestigiado y no aparece realmente algo que inspire esperanza y confianza. Catalunya está contra la pared y es como pegarle golpes a una persona contra la pared.

He leído que lo han vetado en diversos medios.
Este libro no lo he reseñado en ninguno de los dos periódicos que se distribuyen en mi ciudad, en Santiago. Ya está en la tercera edición en gallego, pero da igual. Ni me harán ninguna entrevista. Desde hace veintitantos años, en la prensa escrita que se publica en mi ciudad no aparecen mis libros. Pero en Madrid me dejaron de publicar cuando cuestioné la monarquía o la figura del rey. Ese es el tabú. Absolutamente. Porque  la España que existe es la Corte madrileña y la Corte se organiza verticalmente desde el rey, que es el jefe de las fuerzas armadas, y alrededor existe toda una oligarquía que vive del Estado. Un Estado que es una economía no productiva y que se basa en el Estado mismo. El negocio es que exista el Estado español. No crear empresas, no producir agricultura o pesca. No es fabricar ni producir. El negocio es el Estado, es la Corte.

¿Y la cultura?
Mi experiencia es que en Madrid quien articula todo esto son los medios de comunicación españoles, que son madrileños todos. Es también quien construye la literatura española. Cuando sale un libro que dice que los vascos son muy malos y muy terroristas o que los catalanes son muy egoístas, sé inmediatamente que va a tener éxito. La cultura española es una cultura militarizada, desde siempre, desde el 36. Se basa en consensos de hierro y la disidencia, pensar distinto, te excluye. Y luego hay tabús de hierro, como la monarquía. Y naturalmente, la idea de la España nación integral, homogénea. Ese es el tabú. Y todo lo eso lo encarna la monarquía de los Borbones. Yo soy republicano. A mí me vino a buscar la policía el 13 de abril de 1975 precisamente porque hacían redadas para evitar que al día siguiente, el aniversario de la proclamación de la Segunda República, hubiera conflictos. Soy republicano, pero también soy gallego.

La cultura española es una cultura militarizada, desde siempre, desde el 36. Se basa en consensos de hierro y la disidencia, pensar distinto, te excluye.

Ramón también era galleguista.
No conseguí establecer una afiliación política. Su espacio estaría en el republicanismo gallego, entre izquierda republicana con simpatías socialistas y galleguistas, sin duda. Todos esos componentes están en su pensamiento, pero no sé si llegó a tener un carnet.

¿En qué situación está el galleguismo?
El Bloque Nacionalista Galego (BNG) está en ascenso. Es la segunda fuerza, encabeza la oposición y su líder, Ana Pontón, es la dirigente política más valorada, pero el bloque, que se define de izquierdas, es muy transversal. En Galicia la derecha consolidó una penetración social muy fuerte y muy instalada en todo el territorio. Por lo que el desafío del BNG es una penetración social semejante. Pero el PP es parte del Estado, mientras que el BNG cuestiona la forma del Estado. Es complicado. Necesita una mayor maduración política e histórica. En los años de la república fue su gran momento. Formuló tareas para construir el país.

Ramón Baltar encarna aquello de 'Las apariencias engañan'. ¿Le gustaba Picasso?
Había una verdadera fascinación. Picasso encarnaba la resistencia republicana en el exilio desde el punto de vista artístico. Era una piedra en el zapato de Franco desde el punto de vista artístico. Era el republicano, el que solo permitió en Barcelona el mural de los Gigantes. Excepto eso, él no quería volver a España en tanto no se estableciese la república. Con lo cual habría muerto de todas las maneras sin venir a España porque seguimos sin república. Entonces, era cotizante del partido comunista, encarnaba la resistencia y república frente a Franco. Pero hay otros aspectos como la faceta de bibliófilo y de admirador del arte de Ramón. Un hombre muy racional, porque al cabo es un cirujano y una persona muy formada técnicamente en la cirugía, amante del arte. 

Ramón Baltar sentía una verdadera fascinación por Picasso, quien encarnaba la resistencia republicana en el exilio desde el punto de vista artístico.

Y un mecenas.
Exacto. Ese hombre tan racional, ese burgués, un profesional exigente, expresa su lado irracional en su colección de arte. Y en su gusto por las vanguardias, por el surrealismo, el dadaísmo y por Picasso. Y en Picasso hay tanto la vanguardia artística como un impulso salvaje muy explícito, muy físico. Ese es el lado frente al burgués convencional y formal. El lado salvaje de Ramón se expresó en determinados momentos en su compromiso con la acción política, pero también en esa atracción por el mundo irracional del surrealismo y vanguardias. De hecho, él tenía un apartado en su biblioteca de erotismo y otro de humor, dos componentes de lo irracional, de la libertad de la mente.

Parece que no encaja mucho en su personalidad.
Es el lado oculto. Ramón era eso. Mucha gente que lo conocía pensaba que era un hombre de derechas. Porque su apariencia era la de un burgués. Y ¿cómo era la burguesía en nuestra infancia? Pues eran todos franquistas. Era un hombre de orden, en apariencia, aunque en realidad, un resistente.

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