El Nàstic tiene pie y medio en la Primera RFEF (Segunda B Pro). Casi los dos pero como piden los más canónicos que hay que esperar siempre a las matemáticas, lo dejamos en virtualmente clasificados para el nuevo tercer escalón del fútbol profesional español. Pero no hay que quedarse con ese primer objetivo. Quedarse con lo logrado estaría bien si delante no hubiera el equipo, en mayúsculas, que defiende esta temporada el escudo del Nàstic. Un conjunto sobrio, trabajado, de raza, inteligente y maduro. Muy maduro. Un equipo que empieza a mirar a la cara del play-off con garantías de éxito.
Porque lo que viene en las próximas dos fases, como dijo Toni Seligrat en la rueda de prensa posterior al encuentro, serán muy parecidas a lo que se vio en el Nou Estadi este domingo. Duelos duros. Tensos. De escaramuzas continuas por ganar un centímetro de terreno de juego. Choques con chispas desde que comienzan hasta que acaban. Y son estos partidos los que hay que saber jugar si se quiere optar al premio gordo, el ascenso a Segunda.
Frente al Lleida el Nàstic bordó la gestión de todo ello. Incluso del penalti fallado por Bonilla. El soriano había sido hasta la fecha infalible desde los once metros. Algún día tenía que llegar el error. Pau Torres estuvo acertadísimo. No solo deteniendo la pena máxima, sino salvando a su equipo del 2-0 en un lanzamiento de falta de Albarrán que ambicionaba el gol. Hubiera sido la puntilla de un partido irreprochable del badalonense. Como del resto de los futbolistas. Para enmarcar.
Si bien es cierto que el gol de Carbia facilitó mucho la tarea. Ni dos minutos habían pasado cuando el delantero de Tarragona perforó la portería de Pau Torres. Tienza abrió la chistera para picar un balón que superó toda la línea zaguera. Partió Oliva en posición legal, pero se frenó. No entró en la acción -aunque pudo porque estaba habilitado- y dejó vía libre a que Carbia controlara y fusilara al arquero con un tiro cruzado. Nada mejor para relajar los nervios que comenzar con un gol.
El escenario era idílico para el Nàstic. Sin la necesidad de tirar del duelo y jugando con la inquietud que el resultado podía provocar en su rival. Si para el Nàstic el partido era importante de cara a encarar la clasificación para la Primera RFEF, para el Lleida era vital si quería engancharse a la lucha por una de las tres primeras plazas. Así que tras el 1-0, los de Molo se vieron en la tesitura de asumir un protagonismo inesperado. Cogieron el control de la posesión pero fue inocuo. Los adversarios del Nàstic tienen que hacerlo muy bien para abrir huecos en el trabajado sistema defensivo de Seligrat. Un complejo de jugadores, coberturas y movimientos que saturan cualquier juego ofensivo. Suárez vivió tranquilo durante prácticamente los 90 minutos. En el primer acto ninguna intervención. La única aparición, importante eso sí, fue ya en el segundo acto cuando Raúl González se encontró con un balón en el corazón del área. El disparo fue centrado y el arquero asturiano atrapó con seguridad.
A la carga competitiva que conllevaba el choque para ambos equipos se le añadía la rivalidad creciente entre los dos clubes. Esa tensión se tradujo en un envite de muchas disputas físicas. En ese terreno de continuos duelos aéreos fue un filón de tarjetas amarillas. La mayoría contra futbolistas granas. Tienza, Pedro Martín, Joan Oriol y Trilles jugaron condicionados durante muchos minutos. Pero no les imposibilitó ser precisos en sus acciones.
Penalti fallado
El Nàstic mantuvo el mismo guión. Igual, igual que en L’Hospitalet. Guardando el botín y reservando esfuerzos para apostarlos en ataques rápidos. Los granas estuvieron todo el segundo a una combinación de matar el duelo. El Lleida acumulaba hombres en el campo grana que ambicionaba eses espacio que se abría en la zaga ilerdense.
Sin embargo, la ocasión para ponerse 2-0 estuvo en una jugada a balón parado. Albarrán sorprendió a propios y extraños adelantándose a Bonilla y Fullana, los teórico especialistas, para soltar un disparo que obligó a Pau Torres a aparecer de manera milagrosa. Entre su guante y el palo evitaron el tanto del ‘2’ tarraconense.
Pau Torres siempre se motiva con el Nàstic. Para lo bueno y para lo malo. El meta encara cada duelo sobreexcitado. Eso provoca cierta canchería con los jugadores granas, al mismo tiempo que le ofrece más claridad para acertar en sus intervenciones. Primero la de Albarrán y después le atajó el penalti a Bonilla.
Le replicó Suárez en la portería del Nàstic que impidió el empate con una parada al pichichi del Lleida, Raúl González.
El choque mantuvo el alto voltaje hasta el final. Los futbolistas granas arañaban minutos al reloj ante la desesperación del Lleida. Hasta esto también dominó el Nàstic a lo campeón.