Ahora que se acercan las navidades -sí, sí, ya están encima; si no se o cree, solo tiene que ir a un supermercado o un centro comercial-, volveremos a ver a toda esa gente que, apenas pasado el día de los Reyes Magos, acudirán a las tiendas o a los negocios de segunda mano a devolver aquellos regalos que no les gustaron o que consideran inútiles. Sí, son otros tiempos, ya no vale aquel adagio que reza «a caballo regalado no le mires el diente».
Hoy hay mucho desagradecido por ahí -o mucha gente práctica, según se mire-. Aunque a veces resulta muy conveniente devolver un regalo o incluso rechazarlo. Si lo hubiera hecho el mayor Genadi Chastiakov, asistente del jefe del Ejército ucraniano, Valeri Zaluzhni, aún seguiría vivo. Y es que este señor murió al explotarle en su casa cuando se la enseñaba a su familia una granada que había recibido de compañeros de las Fuerzas Armadas con motivo de su trigesimonoveno cumpleaños -39 años, un chaval, pues-.
El hombre regresó a casa del trabajo con regalos de sus compañeros. Estaba tan contento con lo recibido que quiso enseñárselos a su familia. Sacó una caja de regalo que contenía varias granadas y le enseñó una de las municiones a su hijo, de 13 años, quien empezó a tirar de la anilla ¡ay, los adolescentes!-. Poco después, su padre cogió la granada y arrancó la anilla, lo que provocó la trágica explosión que acabó con su vida.
Ahora las autoridades investigan también las granadas que no explotaron y han identificado al compañero de la víctima que le dio el regalo. Y es que con amigos así, que hacen ese tipo de regalos tan útiles y entrañables, ¿quién necesita enemigos?
