La libertad de pensamiento y la tribu

Hay poca ductilidad hacia la tolerancia. Se está imponiendo el pensamiento de un color contra otro color, el de una ideología única

20 junio 2020 09:30 | Actualizado a 20 junio 2020 10:32
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De un tiempo a esta parte se está observando en la sociedad, que cada día más, hay poca ductilidad hacia la tolerancia. Se está imponiendo el pensamiento único, el de la tribu, el de los míos, el de un color contra otro color, el de una ideología única. Y lo peor no es sólo eso, sino que está calando en los órganos e instituciones que deben ser de todos. O el que representa a todos, se cree con derecho a manipular y usar la institución de todos con su único pensamiento.

Hemos llegado al absurdo de que una directora de un organismo nacional de la mujer, se permita el lujo de llamar la atención a una tienda porque vende unas placas en donde se afirma «aquí duerme una pequeña princesa» o «aquí duerme la reina de la casa». Y según ella eso es una inmensa ofensa a la dignidad de la mujer, léase niña o niño.

En el absurdo de los derechos y libertades de este confinamiento que hemos pasado, si tú tenías un perro podías sacarlo a pasear pero no podías sacar a tu hijo a jugar un ratito.

Acordémonos el cirio que se montó en una universidad de los Estados Unidos porque una profesora leyó un texto en donde se decía la palabra «negra». Ya que una alumna se sentido herida y hasta lloró al oírla.

Ahora resulta que los pololos de Escarlata de lo que El viento se llevó, son racistas y Colón ya no digamos, según la alcaldesa de Barcelona y eso que era catalán según los últimos hagiógrafos históricos.

Es más que obvio que se ha perdido el oremus que diría el clásico y lo peor no es que eso haya impregnado la política sino que ha contaminado a la sociedad en general, ya hace tiempo que en España, la Universidad, que es la institución que representa a su más alto nivel la libertad de pensamiento y de cátedra, los nuevos «doctores», aun siendo profesores, se permiten hacer escraches al que no piensa como ellos, y para ignominia de las autoridades, éstas ceden, por aquello del «bien común», hay que evitar la violencia. Eso si decimos que Franco fue un dictador y la Inquisición una perversión de pensamiento cristiano ignominiosa y horrible. Qué inmensa hipocresía!

Como yo soy el alcalde o alcaldesa, el presidente o presidenta, pienso que mi bandera, la que a mí me gusta, aunque sea de mi partido, la impongo en el edificio oficial y no dejo que otra bandera u otro color se pongan. ¡Viva la libertad y la democracia!

Es lo que Jonathan David Haidt señala como intuicionismo moral frente a los argumentos de Piaget y Kohlberg sobre el uso de la razón en la argumentación lógica, frente al juicio ético en los procesos mentales.

Se acusa mucho a la derecha de pensamiento rígido pero de un tiempo a esta parte, olvidando por supuesto, a los comunistas Stalin y similares de pensamiento único, la nueva izquierda, reciclada de progresista debe reconocer que se le está yendo la bola, pues con la «buena intención» de frenar y liberar desigualdades e injusticias están imponiendo la cultura de un lenguaje inclusivo único. Por aquello de ayudar a las minorías históricamente oprimidas, hay que aceptarlo porque eso, es ser «progresista».

Da la impresión que la izquierda no sé, si la nueva o la de siempre, se ha distinguido en demasiadas ocasiones en redefinir las cosas, más que en cambiarlas, nadie niega que el lenguaje es considerado cuestión definitoria, pero no tengo claro si el derecho a decidir, es ir a votar solo o se esconde detrás de la democracia, o llamar casta a los que no piensan como yo, pero luego resulta, que cuando estoy en el poder funciono como casta y creo que se me entiende bastante bien. No hay más que ver como cambian los políticos de estar en la oposición a cuando ejercen el poder; todo aquel que no piensa como yo, se convierte en heterodoxo. Hay que ir contra el poder establecido pero en cuanto estoy en el macho, que no me toquen en absoluto el mulo, ese lo dirijo yo.

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